Liz Truss, una superministra para lidiar con la UE

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La ministra de Exteriores británica, Liz Truss, el pasado 11 de diciembre, en una cumbre del G7 en Liverpool
La ministra de Exteriores británica, Liz Truss, el pasado 11 de diciembre, en una cumbre del G7 en Liverpool POOL

La titular británica de Exteriores asume también el diálogo con Bruselas

22 dic 2021 . Actualizado a las 08:25 h.

Arrecia el ruido de sables —o más bien, de navajas— en la bancada conservadora en Westminster. La cabeza del primer ministro tory está una vez más amenazada por los suyos (una antigua tradición de un partido basado en la tradición). Y Boris Johnson, que en su día participó con entusiasmo en las maniobras para decapitar a Theresa May como líder conservadora y jefa de Gobierno, ha decidido mover ficha antes de que sus compañeros de filas lo destronen.

Tras la repentina dimisión de David Frost como ministro del brexit, Johnson ha encargado las negociaciones con la UE para la aplicación del acuerdo de divorcio a la actual ministra de Exteriores, Liz Truss (Oxford, 1975), que acumula así un poder inédito al frente de la diplomacia británica, con competencias extra en política comercial y desarrollo internacional.

La jugada de Johnson busca varios objetivos simultáneos. El primero es apaciguar a Bruselas, situando como interlocutora directa de la UE a una política pragmática y dialogante que, como ministra de Comercio hasta el pasado septiembre, demostró su capacidad de alcanzar acuerdos bilaterales razonables. A pesar de sus bravatas, al premier no le interesa que las fricciones por la aplicación del acuerdo de salida de la UE deriven en una guerra comercial con Bruselas que agrave los problemas que padece la economía británica y caldee aún más el descontento de una ciudadanía cada vez más indignada con su clase dirigente.

La segunda meta del primer ministro es desactivar —al menos parcialmente— a Truss como candidata a sucederle al frente del Partido Conservador y del Gobierno británico. La superministra es una de las mejor colocadas para el relevo, ya que la parroquia tory adora el desparpajo con el que se desenvuelve en la batalla ideológica que los conservadores de a pie quieren librar contra el flanco ofendido y puritano de la izquierda, que tiene en la llamada cultura de la cancelación una de sus mayores expresiones. Quien vea en Truss el lado bondadoso del conservadurismo británico, que no olvide que en una entrevista en marzo con el digital Politico, se ubicó a sí misma en el ala «más ideológica» del partido.

La sobrecarga de funciones y el regalo envenenado del diálogo con Bruselas tendrán a Liz Truss demasiado entretenida —piensa Boris Johnson— como para poder ocuparse de intrigas palaciegas. Si Truss fracasa en su misión, el primer ministro se habrá librado de una incómoda rival interna y, si tiene éxito, su Gabinete habrá resuelto una cuestión endiablada que solo aporta erosión y frustración al debate público.

Pero la superministra no solo tendrá que lidiar con Bruselas. El principal frente lo tendrá en casa, donde los euroescépticos reclaman mano dura y lloran por la huida de David Frost, al que consideraban uno de los suyos. Truss tendrá que alcanzar acuerdos concretos con la UE, sobre todo en asuntos aún pendientes como el Protocolo de Irlanda del Norte, y ello sin desairar a unos diputados conservadores siempre dispuestos a descargar su fusilería en forma de fuego amigo. 

Una estrategia con dos caras

Este martes, la jefa del Foreign Office ya dio muestras de que su estrategia tendrá dos caras: una para Bruselas y otra para Londres. Tras entrevistarse con el vicepresidente de la Comisión Europea, Maros Sefcovic, Truss expresó, por un lado, su deseo de retomar y acelerar las negociaciones con la UE para lograr una «relación constructiva». Pero, mirando de reojo a Westminster, se apresuró a añadir que, en caso de no llegar a un pacto, Londres dejará de aplicar el Protocolo de Irlanda del Norte a las bravas. La clásica ducha escocesa. O, a este lado del canal de la Mancha, una de cal y otra de arena.

Para averiguar si en ese juego de salón pesará más el afán negociador o la amenaza de medidas unilaterales habrá que aguardar por el reparto de papeles en la diplomacia británica. Liz Truss podría asumir el rol del policía amable y dejar el trabajo sucio a Chris Heaton-Harris, nuevo secretario de Estado para Europa. Heaton-Harris, que fue europarlamentario durante una década, presidió el Europe Research Group de los conservadores británicos, considerado el núcleo duro de los euroescépticos en Westminster. La ministra, que en el 2016 primero apoyó la permanencia del Reino Unido en la UE y luego se sumó a la corriente ganadora a favor de la salida del bloque comunitario, tiene en el ex diputado europeo a un brexiter de largo pedigrí con el que calmar a la fiera bancada tory.