James Gorman, CEO de Morgan Stanley, un antiteletrabajo arrepentido

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«Si quieres que te paguen un salario de Nueva York, trabajas en Nueva York. Nada de estar en Colorado y cobrar como si vivieras en Nueva York», llegó a decir en la pandemia, pero con la llegada de la variante ómicron ahora ha reconocido que «estaba equivocado»

26 dic 2021 . Actualizado a las 13:35 h.

Es uno de esos directivos a los que lo del teletrabajo le provoca sarpullidos. Por mucha pandemia que haya. Eso de que los empleados se queden en casa haciendo sabe Dios qué cuando lo que tienen que hacer es trabajar, como que no le convence. «Si puedes ir a un restaurante en la ciudad de Nueva York, puedes ir a la oficina a trabajar, y te queremos en la oficina», reflexionaba en público allá por junio. Confiaba entonces en que a principios de septiembre, cuando Estados Unidos celebra su particular Día del Trabajo, el grueso de sus trabajadores estuvieran de vuelta en la sede la compañía. Que se acabaría eso de teletrabajar desde Florida o Colorado y seguir cobrando sueldos propios de la Gran Manzana. «Si quieres que te paguen un salario de Nueva York, trabajas en Nueva York. Nada de estar en Colorado y cobrar como si vivieras en Nueva York. Lo siento. Eso no funciona», advirtió. «No os equivoquéis. Hacemos nuestro trabajo en las oficinas. Ahí es donde nuestros becarios aprenden y así es como formamos a la gente», añadió. Lo dijo durante la conferencia anual de la firma. Y hasta llegó a soltarles que, en caso contrario, habría penalizaciones. Recortes de salarios, para entendernos.

Pero hete aquí que la pandemia es como es. No respeta a nadie. Y mucho menos los deseos de un directivo, por muy directivo que sea. Y ahora James Gorman (Melbourne, 1958), el consejero delegado de Morgan Stanley —uno de los bancos de inversión más poderosos del mundo —, que es de quien hablamos hoy, ha tenido que tragarse aquel discurso y dar marcha atrás. «Estaba equivocado», ha admitido. Y eso, cuando la mayoría de los empleados de la firma ya han vuelto a sus mesas en el 1585 de Broadway. Y es que ómicron es mucha ómicron. «Todos seguimos buscando el camino, y de repente llega la variante ómicron. Quién sabe si tendremos pi, theta y épsilon, y puede que hasta nos quedemos sin letras del alfabeto. El virus sigue siendo un problema», reflexionaba hace unos días en una entrevista en la CNBC.

Puede que Gorman lo sepa todo de los mercados, eso nadie lo duda a la vista de los resultados cosechados por la firma desde que la dirige, pero está claro que la pandemia le ha venido grande. Mucho. Como a casi todos, por no decir todos. Nacido en Australia, pero estadounidense de pies a cabeza (tiene doble nacionalidad), Gorman llegó a lo más alto de Morgan Stanley hace ya casi 11 años. Diez años antes de eso era nuevo en Wall Street. Y un poco raro, todo hay que decirlo. Ni procedía de la banca de inversión, ni había sido bróker. Cosa extraña en la meca del capitalismo. Era abogado.

Ser uno de diez hermanos no le impidió estudiar leyes en la Universidad de Melbourne. Tampoco hacer un máster en Administración de Empresas en la Universidad de Columbia. En casa no había estrecheces. Comenzó su carrera profesional en la archiconocida consultora McKinsey & Company, donde llegó a ser socio sénior. Allí trabajó en la cuenta de Merrill Lynch durante diez años, hasta que en 1999 fichó por su cliente más importante como director de márketing. Una figura que hasta entonces no existía en la firma. Dos años más tarde, ya estaba al frente del negocio de corretaje del banco de inversión. Es rápido. Pero esta vez, las prisas le han jugado una mala pasada.

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