La legislatura acaba hoy con las uvas

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

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Juan Carlos Hidalgo | Efe

31 dic 2021 . Actualizado a las 09:17 h.

A unos les parecerá que ha sido inútil, yerma y hasta lesiva. Otros opinarán que ha sido fértil, fecunda e incluso histórica. Pero de lo que hay pocas dudas es de que esta legislatura está amortizada, aunque en teoría resten dos años para que seamos convocados de nuevo a unas elecciones generales, que serán las quintas desde el 2015. Todo un empacho. Seguiremos con la liturgia parlamentaria y la correspondiente bronca política. Habrá sesiones de control y un Consejo de Ministros cada semana, o un par, si el Gobierno sigue con la oferta del dos por uno. Pero estamos en realidad en los minutos, la horas o hasta los meses, si quieren, de la basura. Esos que se juegan ya al tran tran, moviendo el balón de un lado a otro para dar apariencia de que sigue el esfuerzo, pero esperando en realidad a que el árbitro pite el final del partido porque no hay nada ya que pueda cambiar las cosas.

Pedro Sánchez puede repetir una y mil veces que va a cumplir cuatro años de mandato. E incluso convertir ese durar por durar —que confunde con la estabilidad— en el eje de su discurso y su acción política. Pero, al margen de que sea muy difícil creerle, no nos va convencer de que en esos dos supuestos años que restan se van a producir en España grandes avances, reformas o pactos de Estado políticos e institucionales. El pescado, en realidad, está más que vendido. Y ya solo falta saber cómo se van a repartir las cartas la próxima vez que se baraje.

Nada de enjundia puede suceder en un año 2022 convertido de pronto en una pura campaña electoral que arranca esta noche, en cuanto nos comamos las uvas, con la precampaña de la batalla de Castilla y León. Seguirá luego con las elecciones en Andalucía, con su larguísima precampaña y su consiguiente resaca, para poner de inmediato el rumbo y la vista política en las municipales y autonómicas de mayo del 2023. Y después ya, si no han sido antes, las generales. Si ya es difícil en esta España caótica un mínimo consenso para ponerse a la cosas, las de comer, y no las bobadas, más lo será con los partidos enfrascados en el veneno electoral.

Centrados todos en las urnas, saltarán también más pronto que tarde las costuras del Gobierno de coalición y de la mayoría de investidura, sin que haya ni siquiera enfado entre los socios, sino más bien divorcio pactado y falso, para un reencuentro feliz tras el paso por las urnas, si dieran de nuevo los números.

Olvídense por tanto de que haya otros Presupuestos, de que se renueve el Consejo General del Poder Judicial, de cualquier avance en esa fantasmal mesa de negociación política sobre Cataluña, de un nuevo modelo de financiación autonómica o de un quimérico intento de reforma de la Constitución. Sánchez ha sacado ya sus Presupuestos —que son en realidad la cuenta de la lechera— y Yolanda Díaz su reforma laboral —que en realidad es una patada a seguir con la que aprobó Rajoy—. El resto va a ser ya puro tiquitaca. De modo que tómense tranquilamente sus uvas y relájense, que en este año no va a pasar nada realmente productivo. Feliz 2022.