El estrés de organizar una familia tiene género, y suele ser femenino

Javier Becerra
javier becerra REDACCIÓN

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La carga mental de las mujeres evidencia una desigualdad invisibilizada

09 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Una idea superficial del trabajo que genera una familia apela a aspectos como hacer la comida, llevar los niños al parque o pasar la aspiradora. Son tareas en las que el hombre ha ido entrando progresivamente en las últimas décadas, superando los vacíos generalizados del pasado. Sin embargo, existen otros trabajos más invisibles en los que la presencia masculina continúa siendo muy inferior a la de las mujeres, cuando no inexistente. Se trata de la coordinación del hogar, la gestión la familia y la toma de un sinfín de decisiones silenciosas al respecto. Un trabajo constante del cual depende la viabilidad de la unidad familiar.

De ahí surge el concepto de carga mental femenina. Se trata de un peso que aumenta el estrés, genera ansiedad y está detrás de muchos de los conflictos de las parejas heterosexuales. Iria Marañón escribió en el 2018 Libérate de la carga mental (Plataforma actual), un libro en el que recoge como esas tareas «invisibilizadas» recaen en las mujeres por una inercia en la que los hombres siguen manteniendo privilegios. «Pongamos el ejemplo de algo tan cotidiano como hacer la comida —explica—. No es solo cocinarla. Hay que pensarla, diseñar que un menú que sea sano y variado para tres veces al día todos los días de la semana. Es decir, hacer la comida no es solo la ejecución, sino toda la gestión previa. En las familias generalmente son las mujeres las que cargan con todo eso».

La responsable de investigación social del club Malas Madres, Maite Egoscozabal, coge ese hilo. Lo sintetiza con una imagen: «¡Cuántas veces hemos aplaudido al hombre que el domingo hace una paella! Se le aplaude a él, pero no a la mujer que piensa el menú de toda la semana». Opina que la falsa idea de la igualdad se basa muchas veces en la parte superficial: «Los hombres están más presentes en las tareas de ejecución, las que son fáciles de cuantificar y que se ven».

Apela a otro aspecto del día a día: «Tú puedes cuantificar que hacer la compra te ha llevado media hora, pero no cuantificar cuánto tiempo has empleado para planificar la lista para que esté todo bien. Son tareas invisibilizadas y forman parte de este juego de lo que suponen los cuidados». Dicho de otro modo, esta atención permanente que permite saber si hacen falta pañales o si los yogures enriquecidos de los pequeños se han terminado consume tiempo. Bastante más que el hecho de ir a comprar los pañales o los yogures cuando salta el aviso que, según esto, da la madre.

«La mujer generalmente es la que sabe lo que tiene que comer el niño o cuándo hay que poner las lavadoras. Tiene metida en su cabeza toda la gestión del hogar», sostiene Marañón. Amplía el espectro de lo que conlleva toda esta carga mental. Lo saca de lo doméstico: «No es solo el trabajo casa, sino todo lo que tiene que ver con el cuidado, la crianza o las relaciones con los amigos. Organizar planes, comprar el regalo de cumpleaños de la abuela, estar pendiente de las vacunas de tus hijos... Todo ese tipo de cosas forma parte de la carga mental de la gestión». ¿Y por qué recae mayoritariamente en la mujer? Egoscozabal apela a las creencias sociales: «Tiene que ver mucho con la educación. Las niñas, por ejemplo, aprenden a jugar a muñecas, donde se desarrolla la empatía y la importancia de los cuidados. A los niños se les aparta y pierden todo eso. Luego está el ejemplo en casa. Si no ves que tu padre se preocupa por las citas del pediatra, seguramente crecerás con la idea que eso no le toca a los hombres».

Causa de ruptura

Esta situación puede dinamitar una relación. La carga mental femenina con la que arrancan muchas relaciones es difícil de reconducir, cuando se consolida. «Hay mujeres que se están divorciando y ni siquiera ellas saben que la causa es ese agotamiento mental», sostiene Iria Marañón. El psicólogo especializado en parejas Sebastian Girona expone que esa «la falta de consideración hacia el esfuerzo de la otra parte es uno de los cinco conflictos más habituales en las parejas y puede conducir a la ruptura». Usa un símil económico: «En esos casos la mujer se comporta como una empresaria pero que no obtiene ningún beneficio y enfrente tiene a una persona que no quiere saber nada de ello y seguir a lo suyo. Los hombres a veces tenemos presencia física pero ausencia psicológica y ahí hay una falta la consideración. Eso genera un daño muy grave y derivar en ruptura».

Se puede tirar del freno de mano de la inercia y cambiar el rumbo. ¿A quien corresponde mirar si ha llegado el uniforme de la niña a la tienda y si lo tendrá listo parta cuando empieza el colegio? Pues, de acuerdo a lo expuesto, a cualquiera de los dos integrantes de la pareja, tras hablarlo. «Al tomar consciencia de la situación de desigualdad podemos empezar a cambiarlo y a organizarnos de otra manera a base de diálogo y reparto de las tareas», indica Iria Marañón. Pero para ello es necesario esa consciencia que no siempre existe tanto en hombres como en mujeres.

En 2018, el Club Malas Madres hizo una encuesta sobre el reparto del trabajo del hogar. El resultado fue sorprendente: «Había mujeres que nos decían que se habían dado cuenta de cosas que ellas hacían siempre y el hombre nunca que hasta entonces no se habían dado cuenta. Y al revés, hombres que tenían la creencia de que eran corresponsables y se daban cuenta que había mucho por hacer», señala Maite Egoscozabal.