Los aliados occidentales temen por la salud de la democracia de EE.UU.

Laura Rey LOS ÁNGELES TIMES

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Maria Pedreda

Un año después del asalto al Capitolio sigue preocupando la polarización del país

09 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El 6 de enero del 2021, el mundo vio conmocionado cómo una turba pro Trump irrumpía en el Capitolio de EE.UU. con la intención de impedir la certificación de la victoria electoral de Joe Biden. Un año después, muchos de los aliados más cercanos de EE.UU. siguen profundamente preocupados por el estado de la democracia estadounidense.

Las principales potencias de Occidente se sintieron aliviadas con la salida de Donald Trump de la Casa Blanca. Aun así, tienen la sensación de que existe una amenaza a largo plazo para las instituciones democráticas.

El país donde ese sentimiento quizás esté más arraigado es Alemania, reconstruida de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial en gran medida gracias a la ayuda de su previamente adversario, EE.UU. El país todavía tiene grabada la huella de los traumas del siglo XX. «Creo que es justo decir que hay una gran preocupación en Europa, y en mi propio país, sobre los desafíos de la democracia en EE.UU.», señaló Constanze Stelzenmueller, alemana experta en las relaciones trasatlánticas en la Institución Brookings. «Cada vez se está volviendo más claro que el 6 de enero no fue solo un episodio aislado. Fue parte de algo más grande, profundamente arraigado, y mucho más pernicioso», agregó.

Los grupos que estudian las métricas sobre la democracia ven a gran parte del mundo en una trayectoria preocupante, y EE.UU. no es la excepción. En noviembre el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral colocó por primera vez a EE.UU. en la lista de «democracias en decadencia».

Autócratas como el presidente ruso, Vladimir Putin, y el primer ministro húngaro, Viktor Orban, se han burlado durante mucho tiempo de los principios fundamentales de la democracia liberal, señalando los disturbios del Capitolio como otro símbolo de un sistema fallido. Pero otras expresiones de preocupación, provenientes de aliados que ven su propia seguridad reforzada por una democracia estadounidense robusta, también son comunes.

En su discurso durante la graduación en la Universidad Estatal de Carolina del Sur, el presidente estadounidense, Joe Biden, señaló que le han asombrado los intercambios con diferentes líderes globales desde que asumió el cargo. «He hablado con mas de 140 jefes de Estado desde que me volví presidente», dijo. «¿Sabéis lo que me preguntan todos?: “¿EE.UU. va a estar bien?, ¿qué pasa con la democracia en EE.UU.?”».

Los politólogos advierten que los líderes antidemocráticos tienden a alinearse en lo que equivale a un ecosistema amigable. El lunes 3 de enero, Trump, en una inusual mediación en la política interna de otro país por parte de un expresidente de EE.UU., ofreció su «total apoyo» a Orban, cuyo partido de extrema derecha celebrará elecciones en primavera.

Otros líderes de la UE han acusado al primer ministro húngaro de subvertir sistemáticamente la constitución y las instituciones democráticas de su país, incluido el poder judicial y la prensa independiente. Enaltecido en los círculos estadounidenses de extrema derecha y rechazado por múltiples Administraciones estadounidenses, Orban disfrutó de una cálida bienvenida a la Casa Blanca de Trump.

El compromiso a largo plazo de EE.UU. con los valores democráticos tradicionales puede estar entre las más altas preocupaciones entre los aliados de la posguerra en Europa, que constituyen el núcleo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Pero no son los únicos a los que les preocupa este tema.

El periódico líder de Canadá, el Globe and Mail, publicó el mes pasado un artículo de opinión del autor y académico Thomas Homer-Dixon, quien advirtió que EE.UU. podría dirigirse hacia una «inestabilidad política interna extrema» que podría tener peligrosas repercusiones para su vecino del norte. «No debemos descartar estas posibilidades solo porque parezcan ridículas o demasiado horribles de imaginar», escribió entonces el politólogo canadiense.

Las disputas políticas internas no son nada nuevo, en EE.UU. o en otros lugares, pero el tono sorprendentemente amargo del discurso político estadounidense genera alarma en algunos espectadores, ya sea que termine o no en violencia, como en el asalto al Capitolio del 6 de enero del año pasado.

En un país como Alemania, que ha adoptado una política basada en el consenso, el implacable rencor de EE.UU. despierta un malestar particular. «La polarización que se aprecia en EE.UU. aterroriza tanto a los medios como al público alemán, políticas de blanco o negro que tienen pocos puntos en común», señaló Maurice Frank, antiguamente editor de un periódico y que actualmente escribe una newsletter dirigida a los expatriados de habla inglesa en Alemania. «No parece haber mucho espacio para que haya un compromiso», agregó.

Muchos en Europa están siguiendo de cerca las noticias sobre los esfuerzos que se están llevando a cabo actualmente, encabezados por el comité del Congreso que investiga el ataque al Capitolio, para determinar el alcance total del esfuerzo de Donald Trump y de sus aliados para anular el resultado que daba la victoria a Joe Biden en las elecciones del 2020.

«La verdad sobre el día en que la democracia estadounidense tembló sobre sus cimientos sigue saliendo a la luz», decía un editorial del periódico francés Le Monde que se publicó en el mes de octubre.

Un modelo de pluralismo que pierde credibilidad

Pero en medio del surgimiento de nuevas crisis, como la nueva ola de la pandemia del covid-19 y la actitud amenazadora de Rusia hacia Ucrania, algunos alemanes ven los disturbios en el Capitolio como algo que se desvanece en un segundo plano. «Parece que fue ya hace mucho tiempo», señaló Rune Roas, un empresario alemán.

Alemania se llevó su propio susto en agosto del 2020, cuando cientos de manifestantes de derecha atravesaron una barricada policial y se abrieron paso hacia los escalones del Reichstag. Pero el intento de asalto terminó rápidamente y los manifestantes no consiguieron entrar al edificio. «Lo que me sorprende es la forma en que los manifestantes en EE.UU. pudieron simplemente, bueno, entrar por la fuerza», indicó Roas. «Esa es la parte que todavía es difícil de creer para cualquiera», continuó.

Los analistas europeos no tienen dudas al señalar que el continente tiene sus propias relaciones problemáticas con los movimientos de extrema derecha. Aun así, los disturbios del 6 de enero pueden haber acelerado una tendencia de creciente desilusión sobre tener a EE.UU. como un modelo de pluralismo y democracia.

Un estudio realizado en 16 economías avanzadas el año pasado por el Pew Research Center señaló que solo el 17 % de los encuestados consideran la democracia estadounidense «un buen modelo a seguir para otros países». La elección de Biden provocó un repunte en el sentimiento favorable hacia EE.UU., pero para muchos, especialmente la generación más joven, la noción de una ciudad brillante en la colina parece una reliquia de tiempos lejanos.

«Música, películas, cosas culturales, sí, claro, todavía buscamos eso en EE.UU.», opinó Lisa Veppemch, una joven berlinesa de 27 años. «Pero su forma de hacer las cosas, políticamente, no tanto», concluyó.

©2022 Los Angeles Times. Distribuido por Tribune Content Agency. Traducido por L. Maya.