El hombre degollado en Vigo mantenía una relación afectiva con su presunto asesino

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO VIGO / LA VOZ

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Xoán Carlos Gil

Se valora si había compensación de dinero en el trato; el detenido poseía su cartera, llaves de casa y había huellas en el piso

15 ene 2022 . Actualizado a las 17:45 h.

Benito Torreiro fue degollado el 28 de diciembre en su piso del número 136 de la calle Areal, en Vigo. Su teléfono realizó la última llamada a las 20.30 horas; nadie más volvió a saber de él hasta el hallazgo del cadáver, tirado en el suelo y ensangrentado, el 4 de enero, siete días después. Numerosas pruebas sitúan a David M. C., de 21 años y de origen sudamericano, junto a la víctima, de 69 años, aquella noche. Las mismas evidencias revelan que el veinteañero accedió al piso del sexagenario de forma consentida. Bebieron y picaron algo juntos. Lo siguiente, según la tesis policial y judicial, ubica a David M. C. degollando a Torreiro.

Saber qué motivó la brutal escena ya solo puede aclararlo el presunto asesino. Lo seguro, a ojos del Juzgado de Instrucción número 5 de Vigo, es que víctima y verdugo se citaron de mutuo acuerdo. Lo recoge la documentación judicial incluida en la causa: «Existen indicios racionalmente bastantes para creer que David mantenía una relación afectiva con la víctima». La afirmación judicializada se acompaña de una posibilidad que la instrucción valora como probable. Que «debido a la diferencia de edad existente [48 años entre uno y otro], hubiese una compensación económica por ello, en cuyo marco se puede incardinar la fatal agresión que David habría llevado a cabo».

Saber qué motivo el enfrentamiento, tras un encuentro apacible en su inicio, sigue siendo un misterio. David M. C. fue arrestado el miércoles y permaneció hasta ayer en la Comisaría de Vigo-Redondela de la Policía Nacional. No aclaró ninguna incógnita, mostró una sorprendente actitud rocosa y fría antes las estrategias de interrogatorio, pese a sus 21 años. Tampoco se confesó culpable, pese a las contundentes pruebas de cargo que lo sitúan degollando al maestro jubilado, sindicalista de UGT, candidato del PSOE y fundador de Escola Viva, Benito Torreiro.

Los mismos argumentos procesales lo ubican allí a solas con el fallecido, soltero y sin hijos. Por lo que se descarta la participación de otros implicados en el delirio de sangre que conllevó esta muerte violenta. También se desecha la ayuda del joven que acompañaba al presunto asesino en el momento de ser identificado en un control de carretera rutinario en la AP-53, a su paso por Silleda. No hay nada que lo ubique ni tan siquiera encubriendo, en los días posteriores al crimen, a David M. C. Él concentra todas las pruebas de cargo judicializadas hasta ahora.

Acusación apuntalada

David tenía en su poder la cartera de la víctima, de la que se benefició utilizando de forma reiterada la tarjeta bancaria y el DNI en los días posterior al asesinato. También poseía las llaves del piso del asesinado, lo que lo ubica, presuntamente, dejando el inmueble tras el crimen. Incluso siendo el autor de las pisadas de sangre que formaban un camino desde la ubicación del cadáver hasta la puerta de salida de la vivienda. También usando alguno de los cuchillos ensangrentados hallados en la escena del crimen. La puntilla incriminatoria, aún por realizarse, saldrá del análisis forense del teléfono de David M. C. Las señales emitidas por su móvil, en el momento de consumarse la muerte o en la hora previa, serán determinantes para geoposicionarlo, o no, junto a la víctima.

Un hecho constatado es que David M. C. sí tenía en su poder otra pertenencia relevante del Benito Torreiro: su teléfono móvil, que junto a la cartera y a las llaves, acorralan aún más al único detenido por su muerte. A mayores, según parece, también conocía la clave para desbloquear el dispositivo y utilizarlo. Solo así se explica que un familiar del asesinado, el 28 de diciembre, recibiese un mensaje enviado desde el móvil de la víctima días después de fallecer, ya en enero.

La comunicación se remitió mientras David M.C. pasaba unos días en Vigo, sin regresar a su provincia de residencia, Lugo. Ya fuese a la capital, donde se le ubicaba instalado de forma permanente, o a Monforte, donde vivió desde crío. Se alojó en un hotel de Vigo sin llamar la atención y dedicó su tiempo a realizar compras con la tarjeta y el DNI del sexagenario degollado.