«Ella estaba viuda y yo separado: sentimos electricidad»

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XAIME RAMALLAL

Juan Carlos y Maiteresa se casaron en San Valentín en el 2019, pero fue hace más de 20 años cuando se produjo «el flechazo». A veces, Cupido acierta de lleno

15 feb 2022 . Actualizado a las 21:57 h.

Aunque soy más de letras, tiro de matemáticas. La vida tiene sus más y sus menos. Y a veces, multiplica. O es cíclica, colocando cada cosa en su lugar. En el momento indicado. Tales energías sumatorias se aliaron hace más de 20 años y conectaron a María Teresa Castro Labajos (Turón-Mieres, 1955), conocida por Maiteresa, artista de mandalas y muy espiritual, con Juan Carlos Muro Abad (Vigo, 1960), gran amante de la naturaleza. Se casaron en San Valentín. El 14 de febrero del 2019, en la localidad cuyo lema turístico al llegar allí Maiteresa como profesora de dibujo era: «Ribadeo, punto de encuentro».

Su historia de amor se gestó un Día das Letras Galegas. En casa de una amiga suya se produjo «el flechazo». Revelador pero paciente hasta darse el primer abrazo. Fue en un Ford rojo con un ramo de rosas rojas en el asiento. «Sentimos electricidad», asevera ella. Mejor no hacemos el cálculo en voltios, a riesgo de recibir una factura de la luz desorbitada... «¡Si es que me he enamorado!», descubriría también en aquel romántico comienzo Juan Carlos, cuando Cupido hizo su maravillosa magia, estando ella viuda y él separado. Ahora disfrutan juntos de la vida en común. Además de la experiencia como abuelos, gracias a los nietos mellizos de Maiteresa.

XAIME RAMALLAL

A las puertas del aniversario de su enlace, por lo civil, huyen de la expresión popular 'media naranja'. «Nosotros, a veces de broma, decimos que somos 'un huevo de dos yemas'», especifica Juan Carlos riendo, y haciéndome reír a mí. «Estamos unidos pero somos independientes, respetando nuestra autonomía: 'Yo estoy muy a gusto contigo, pero que no se convierta en una dependencia'», agrega explicando la simpática metáfora avícola.

«Cuando decidimos casarnos —recuerda él— me daba un poco de miedo porque había personas que llevaban años de convivencia y ante el matrimonio, alguno 'a los cuatro días' acababa. No ha sido nuestro caso. Se ha afianzado la relación. El balance ha superado mis expectativas, afortunadamente, porque iba con cierto recelo. ¿Qué ocurre? Coincidimos en creer en el amor, esa es la base de nuestra relación». Más que por tener un posible titular del reportaje, doy valor a su mensaje, que amplía: «La mayoría de la gente, hoy en día, no cree en el amor. Lo podía comparar con un perfume. ¿Cómo explicas el olor de una rosa a alguien que tiene el olfato atrofiado? No se ve pero se nota, se siente. No se explica, pero se vive. O no... Por eso es una experiencia que el que la vive lo sabe. Lo que es cierto es que las consecuencias de estar enamorado, nosotros las conocemos».

Entra en acción Maiteresa, cual libro abierto e inspirador: «Igual la primera vez sí es un milagro, porque es un regalo que te hace el cielo, el universo... o tu propia alma... o la parte más inmanente de nosotros mismos. Se te ofrece como regalo, pero a menos que lo cultives, se te muere como si fuera una flor de invernadero o cortada». Sigue en clave floral: «Lo cultivamos 20 años en plan novietes, conservando cada uno su independencia. Y dimos un paso más porque habíamos avanzado mucho, nos habíamos enriquecido mutuamente y nos sentíamos más completos».

«HAY QUIEN TEME PERDER»

Ella cree que «hay gente, muchas veces, que lo que teme del amor es perder su independencia o individualidad... Temen perder». Recuerda la vivencia personal con su anterior marido: «Me decía que si algún día me quedara viuda, que no se me ocurriera guardar luto, que su satisfacción sería que me volviera a casar porque significaría que yo había valorado el matrimonio con él». «Fue un vaticinio tan hermoso... Lo que en la primera vez la inmadurez no me dejaba ver o desarrollar, ahora lo comprendo y trato de construir de otra manera», valora. Hablando del segundo paso matrimonial de ambos, Juan Carlos citaba la palabra «miedo».

Dimos el paso de casarnos al ver que habíamos avanzado mucholos 20 años previos

También Maiteresa dice que tropezó con esa sensación vertiginosa «pero superaron con creces las expectativas», pudiendo enfocarse en lo trascendental. «Nosotros tenemos —subraya— la suerte de que los dos creemos en el amor. Esta es la condición sine qua non. Porque creer es crear. Si no crees en el amor, no estás en condiciones de ofrecerlo. Y si no lo cultivas y lo llevas en ti, aunque te lo den, no lo recibes porque no te llega. Cuando los demás nos explicaban que 'cuando te casas es distinto' atisbo un poco a qué se referían y creo que es realmente un nivel mayor de compromiso». Sin embargo, enfatiza, durante dos décadas aprendieron mutuamente que «ni él es responsable de mi felicidad ni yo de la suya, que nadie hace feliz a otro y que la felicidad empieza por uno mismo». «Ya que el primer chispazo suele ser regalado, la cuestión es saberlo aprovechar. Los veinte años previos, lo cultivamos muy bien y nos valió mucho», finaliza.

¿Qué ocurre cuando no todo es de color rosa? Maiteresa, transparente como el agua, confiesa: «En los momentos oscuros, si dialogarlo es peor, cada uno se va a su rincón. Es muy sano porque así se ven las dos partes: lo que duele del otro, pero que también es un reflejo en uno mismo. No es que Juan esté sacando algo 'feo y desagradable y portándose mal conmigo', es que me está mostrando un aspecto de mí que si no lo exteriorizase, yo no lo podría ver». Tampoco un amor intenso supone estar 24 horas pegados como con Loctite: «A lo largo del día —describe Juan Carlos de ambos, ya jubilados— cada uno está a sus asuntos. Yo con la huerta y ahora con una casita que hemos comprado. Y ella con sus cuadros». «Hay momentos individuales en los que cada uno despierta su talento y su pasión, para mí los pinceles y para él el azadón. Y otros, de encuentro. Pero hay un equilibrio ahí.

Lo importante es encontrar puntos de coincidencia y en los que no, buscar alternativas», apostilla ella. «Si fuéramos más sinceros, sin esperar a estar crispados...», nos aconseja él, matizando: «No postergar los conflictos, pero sí aguardar a estar en calma para estar más receptivos al abordarlos». «Ella es una mujer y yo un hombre. Somos diferentes. Hay que partir de ahí pero, como decía ella, hay que resolver los conflictos que tenemos, no meterlos debajo de la alfombra», enfatiza Juan Carlos evocando la referencia a Venus y Marte. «Somos una prueba viviente de que sí se puede. No se trata de aguantar, sino de explorar nuestras maneras de ser felices y disfrutar los momentos, juntos o a solas con nosotros mismos», añade.

Maiteresa defiende la «belleza» de la historia de San Valentín, frente a los que lo reducen a invento comercial y su versión puramente consumista. Eligieron el día para casarse por su «significado profundo» y porque «cuadra con nosotros»: «¡Cree en el amor y celébralo!». A mí también me enamoraron...