El caso McKinsey empaña los últimos días de campaña electoral de Macron

Asunción Serena PARÍS / E. LA VOZ

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El primer ministro francés, Emmanuel Macron, durante el programa de la cadena TF1 «10 Minutos para convencer»
El primer ministro francés, Emmanuel Macron, durante el programa de la cadena TF1 «10 Minutos para convencer» Ludovic Marin

La firma, investigada por fraude fiscal, cobró por una tarea que no llegó a ejecutarse

08 abr 2022 . Actualizado a las 09:01 h.

Emmanuel Macron ha querido hacer una campaña relámpago, con múltiples encuentros con los franceses por todo el país, un solo mitin, y ningún debate con sus contrincantes. Pero el caso McKinsey se está convirtiendo en el pequeño grano de arena que atasca la maquinaria de su campaña electoral.

En diciembre, una comisión del Senado puso de relieve «la influencia creciente de las consultorías privadas sobre las políticas públicas» que había puesto de relieve la crisis sanitaria. En sus conclusiones hablaban de un «fenómeno tentacular».

Según el informe del Senado, el Estado había ido incrementando considerablemente los gastos ligados a este tipo de prestaciones durante los últimos años, hasta alcanzar los mil millones de euros en el 2021, con el riesgo de que esos consultores acabaran usurpando el trabajo de los funcionarios de la Administración.

El nombre de McKinsey aparece junto al de otras consultorías para gestionar la crisis sanitaria, pero se ha popularizado su denominación por un polémico encargo sobre «la evolución de la profesión del profesor» por el que cobró medio millón de euros, para un seminario que nunca llegó a celebrarse. Sin embargo, el mayor reproche que se le hace es que no ha pagado ni un euro de impuestos en Francia desde hace 10 años.

McKinsey afirma en un comunicado que respeta las normas fiscales francesas, pero la Fiscalía Nacional Financiera ha decidido abrir una investigación preliminar por «blanqueo agravado de fraude fiscal».

No se trata de una investigación sobre la regularidad de los contratos adjudicados a McKinsey como se ha apresurado a señalar Emmanuel Macron en diversos medios para intentar parar la bola de nieve que va creciendo estos últimos días de campaña, en los que de forma inexorable baja en los sondeos aunque siga siendo el favorito.

El presidente de la República recuerda que se trata de controles fiscales sobre McKinsey y que «está muy bien» que se investigue cuando «se habla de que una empresa ha podido defraudar». Va más allá, al asegurar que aunque no hubiera fraude «es chocante que una sociedad así no pague impuestos en Francia» cuando obtiene aquí beneficios.

Pero sus adversarios no se privan de recordar las relaciones estrechas que Macron mantiene con varios dirigentes de McKinsey, algunos de los cuales participaron a título personal en su campaña para las presidenciales del 2017. «Si tienen pruebas de manipulación, que vayan por lo penal», retó Macron hace unos días visiblemente molesto por la amplitud que iba adquiriendo el escándalo, pero no ha logrado deshacerse del apodo de «presidente de los ricos» que le persigue desde sus primeros pasos en el Elíseo.

Cuando Emmanuel Macron estrenó su cargo de presidente de la República lanzó un amplio programa de reformas económicas y sociales para «liberar la energía de Francia y generar empleo» favoreciendo a los que contribuyen al crecimiento y la creación de puestos de trabajo. Pero para un amplio sector de la sociedad se trataba simplemente de hacer regalos a los que más tenían, y desde entonces se ganó el apodo de «el presidente de los ricos», a pesar de los esfuerzos realizados por intentar demostrar que sus decisiones han beneficiado a todos, incluidos los más pobres.