Howard Schultz, el regreso del impulsor de Starbucks

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El presidente y fundador ha retomado las riendas de la compañía por segunda vez en un país que vive una primavera sindical insólita y con una escasa tradición de afiliarse

10 abr 2022 . Actualizado a las 17:46 h.

Lo que está ocurriendo en Starbucks, la multinacional norteamericana que convirtió sus establecimientos —más de 20.000 en todo el mundo— en verdaderos templos del café, se puede enmarcar en el furor reivindicativo emprendido por la clase trabajadora de EE.UU. en los últimos meses. Al menos eso es lo que se desprende de la reacción que ha tenido su presidente y fundador, Howard Schultz, que ha retomado las riendas de la compañía mientras gana tiempo para que los cazatalentos encuentren al directivo idóneo que encarrile el futuro de lo que ha sido un proyecto de éxito durante los últimos veinte años.

Tomará el control como consejero delegado. Lo hace por segunda vez desde que creó la compañía en el 2000. La edad, 68 años, no es que le pese, pero ya había decidido echar tierra de por medio en la gestión directa de una multinacional que genera ingresos superiores a los 16.000 millones de euros cada año. Schultz pretende que la compañía se adapte a los nuevos tiempos, donde el mercado laboral de EE.UU. atraviesa verdaderas turbulencias desde la pandemia; una especie de primavera sindical insólita en un país donde la afiliación era casi inexistente por los palos en las ruedas que ponían los empresarios a cualquier intento de organización de sus plantillas. Precisamente, dos de las tres tiendas de Starbucks en la ciudad norteamericana de Búfalo fueron de las primeras en respaldar la creación de un órgano de representación laboral entre los empleados, asestando un golpe al modelo sin sindicatos que prevaleció en el gigante minorista del café durante décadas. A Búfalo le ha seguido Arizona y parece ya el inicio de un camino que no tiene vuelta atrás. Otras empresas y colectivos ya lo han emprendido también. Las malas condiciones laborales han desembocado en la Gran Renuncia, en la que más de cuatro millones de trabajadores estadounidenses han abandonado voluntariamente sus empleos.

Howard Schultz puede entender las quejas de sus empleados. El origen humilde del que procede le ayudará para hacerse a la idea. Porque ser una de las mayores fortunas de EE. UU. lo ha logrado a base de esfuerzo, tesón y su incuestionable espíritu emprendedor. A este neoyorquino de Brooklyn nadie le regaló nada. Se pagó sus estudios universitarios compaginándolos con algunos trabajos e incluso vendió su sangre para obtener ingresos extra. Logró graduarse en Comunicación por la Universidad de Michigan. Trabajó en Xerox y su paso por la danesa Hammarsplast le dio la oportunidad de inmiscuirse en el mundo del café. La compañía de componentes de plástico tenía a los propietarios de las tiendas de tueste de café Starbucks como clientes y cuando Shultz les visitó en Seatle se quedó maravillado del tostador y las cafeteras que vendía. Les propuso ser su jefe de ventas y solo un año después, cuando viajó a Milán y se asombró de que la gente bebiese café en sitios públicos, quiso, sin el apoyo de los dueños, importar la experiencia. Lo hizo solo con su marca Il Giornale y dos años después, con 3,8 millones de euros, compró Starbucks.

El resto ya lo sabemos. Starbucks cotiza en bolsa, suma miles de locales y empleos, se ha recuperado de la crisis del covid con rapidez, pero el jaque inesperado que cuestiona su modelo se lo ha dado su propia plantilla.

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