Sin banca electrónica, sin tecnología y sin medicamentos: así afectan las sanciones occidentales a Rusia

Cristina Porteiro
C. Porteiro REDACCIÓN / LA VOZ

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ALEXEY MALGAVKO | REUTERS

Casi el 40 % de sus empresas necesitan servicios e importaciones extranjeras para mantener la actividad

25 abr 2022 . Actualizado a las 21:32 h.

Los clientes de los bancos Sberbank, VTB o Alfa-Bank, tres de las entidades financieras más grandes de Rusia, ya no pueden descargar en sus teléfonos móviles iOS o Android las aplicaciones de banca electrónica para hacer pagos. Apple y Google las han eliminado de sus tiendas virtuales. Quienes todavía conservan las apps pueden seguir operando, pero esa facilidad tiene los días contados porque los sistemas no permitirán actualizarlas con sus últimas versiones. «Recomendamos a nuestros clientes no eliminar la aplicación del banco», advirtieron el pasado 13 de abril desde Sberbank. La entidad ha habilitado un enlace para que los usuarios de Android puedan sortear el apagón decretado por las empresas norteamericanas tras la imposición de sanciones a Rusia por la guerra en Ucrania. Moscú esperaba que los chinos salieran al rescate, pero lo cierto es que en los móviles Huawei tampoco se pueden descargar las aplicaciones.

La situación de confusión ha conducido a muchos oportunistas a revender móviles iPhone usados con las apps ya instaladas. Y a precios tres veces más altos que los de un terminal nuevo. Algo similar ocurre con electrodomésticos, muebles de Ikea, toallas y hasta pañales, que pueden llegar a costar entre cinco y diez veces más, según apuntan desde el diario Komsomolskaya Pravda

Tampoco está siendo fácil recuperar el dinero de los vuelos cancelados en 11 aeropuertos del centro y sur del país desde que el Gobierno de Vladimir Putin inició la guerra (24 de febrero), unas restricciones que se extenderán hasta el 1 de mayo. La Agencia Federal de Transporte Aéreo rusa instó a las aerolíneas a reembolsar los billetes u ofrecer rutas alternativas, pero se han encontrado con la intención de las empresas de subir los precios para que los fletes sigan siendo rentables. 

Son solo algunos de los obstáculos que están encontrando los ciudadanos rusos en su día a día. El castigo financiero y comercial impuesto por Occidente al Kremlin, que incluye la prohibición de vender a Rusia equipamientos de alta tecnología o comerciar en rublos, también está afectando al suministro de medicamentos, cuyos precios se han disparado desde el inicio de la ofensiva. Las autoridades rusas culpan a la «codicia de los comerciantes», pero lo cierto es que se ha frenado en seco la llegada de jarabes para la fiebre de los niños o los tratamientos para enfermedades hormonales, por ejemplo. Están desapareciendo de las farmacias. El diario Kommersant indica que, a principios de abril, el Ministerio de Salud ruso casi había agotado el presupuesto para la compra de medicamentos previsto para este año. 

Los problemas de abastecimiento también se extienden a sectores clave para mantener la actividad manufacturera. El Ministerio de Transformación Digital ruso ha negado que las empresas especializadas en tecnología de la información estén sufriendo escasez de equipos informáticos, pero el propio diario ruso ha revelado que varias compañías, incluidas VK y Yandex, atraviesan graves dificultades para comprar servidores y sistemas de almacenamiento. 

No es de extrañar. Los Veintisiete países de la UE y sus socios occidentales prohíben a las empresas vender alta tecnología a sus filiales rusas, incluidos los microchips o equipamiento de alta precisión, del que dependen muchas industrias del país del este. «Los mayores problemas para sustituir importaciones se dan en industrias como la automotriz, la aeronáutica, la farmacéutica, la electrónica y la construcción de maquinaria para herramientas. Dependemos en gran medida de repuestos, equipos industriales, chips, semillas y componentes químicos», deslizó el director de la Fundación Política de Petersburgo, Mikhail Vinogradov, al diario Komsomolskaya Pravda. Según sus cálculos, casi el 40 % de las empresas rusas necesitan productos y servicios extranjeros para mantener la actividad y seguir facturando. Es más, las cadenas de suministro están tan atomizadas y globalizadas, que la más mínima interrupción en el abastecimiento de componentes, les obliga a detener la producción. Y no todo a causa de las sanciones. Hay muchas firmas occidentales que han decidido dejar de invertir en el país o retirarse por la incertidumbre y la mala prensa. 

Y el gran agujero es la microelectrónica. «No podemos hacer una plancha porque necesitamos chips taiwaneses», reconoció a ese medio el director del Centro de Investigación de Mercados de la Escuela Superior de Economía, Georgy Ostapkovich. Lo mismo ocurre con los trenes de alta velocidad de la rusa Sapsan. Necesita los repuestos que le suministraban empresas alemanas que se han ido del país. Falta equipamiento médico, agrícola y tecnología para la ingeniería genética. De hecho, productos tan reseñables como la remolacha azucarera se planta gracias a semillas que importan de los Países Bajos. Lo mismo ocurre con algunos animales vivos, como las gallinas, que compran al exterior.

Autarquía alimentaria

Ante las dificultades para sortear las sanciones occidentales, Rusia ha optado por autoabastecerse en otros sectores como el agrícola, para reducir la dependencia de las importaciones y mantener a raya la subida de los precios de los alimentos. De hecho, el Gobierno ha extendido subsidios a los propietarios de tierras cultivables con el fin de labrarlas, y se incrementarán las ayudas para construir y modernizar instalaciones de almacenamiento de verduras y hortalizas. El Gobierno también promocionará programas de fomento del empleo en las plantaciones, en otro giro autárquico del Kremlin, que estaría dispuesto a avalar la puesta en marcha del proyecto «Tierra de Bondad». La polémica está servida porque la intención es poner a «refugiados» ucranianos procedentes de Lugansk y Donetsk a trabajar.