Génova trata de exprimir el peso de sus escaños para debilitar al Gobierno

Lourdes Pérez MADRID | COLPISA

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Alberto Ortega | EUROPAPRESS

La inestabilidad de las alianzas del PSOE les permite poner en valor sus diputados

29 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Los 88 escaños del PP en el Congreso no le alcanzan para levantar un dique frente a la acción del Gobierno si este logra que cante junto a él la polifonía de socios que configuraron la mayoría de la investidura; o incluso si se apoya en solistas ocasionales como Ciudadanos, como ocurrió en alguna votación puntual durante el estado de alarma pandémico. Pero el escenario cambia cuando mantener sintonizado al coro de sus aliados se ha convertido en un quebradero de cabeza cotidiano para Pedro Sánchez que amenaza con enquistarse.

Ese es el terreno de juego, el de un Ejecutivo que sigue en pie y sin horizonte próximo de salida, pero que aguanta cada vez más a duras penas, en el que ha decidido maniobrar con sus bazas el PP de Alberto Núñez Feijoo, persuadido de que la legislatura está moribunda a la espera del acta de defunción. «Bolaños suda tinta», ironizan en Génova, en alusión a las cuitas del ministro de la Presidencia que tiene encomendadas las negociaciones más delicadas, maniatado por una calculadora de votaciones tan impredecibles como variopintas.

Los populares han interpretado la crisis política desatada en el seno del Consejo de Ministros y de este con Esquerra Republicana a raíz del caso Pegasus como una ventana de oportunidad no para aguardar de brazos cruzados a que la carcoma actúe sola consumiendo al Gobierno, sino para alimentarla con el propósito de acelerar el final del mandato de Sánchez del que previsiblemente aún resta un largo e incierto año y medio. En un mes, el principal partido de la oposición ha salido al rescate de un Gobierno dividido, es decir, en auxilio del PSOE- al impedir la comisión de investigación parlamentaria por el espionaje extensiva a «las cloacas del Estado»; al garantizar la tramitación de la ley de seguridad nacional; y, lo último, al salvar la ley audiovisual.

«Abstención trampa»

Los populares se jactan de estar pudiendo desplegar una influencia superior a la que les concede «la aritmética parlamentaria» de sus 88 escaños. Y de que ahora prospera en el Congreso lo que ellos quieren y lo que rechazan, no; prueba de ello, inciden, es que vetaron la comisión por Pegasus pero forzaron la comparecencia de este jueves de Sánchez para que tuviera que dar explicaciones. En los casi dos meses transcurridos desde que Feijoo, recién entronizado entonces para capitanear el partido, se reunió con el presidente del Gobierno en la Moncloa, el PP ha combinado la atenuación del ruido de la era Casado con la oferta, revestida de cariz institucional, de un pacto anticrisis alternativo al del Ejecutivo y con la guerra de guerrillas en el Congreso. El jueves, ante una ley audiovisual asumible para ellos, los populares decantaron la votación con su «abstención trampa». O lo que es lo mismo, una abstención no destinada a rescatar a Sánchez, sino a «ponerle la vida más complicada» por tener que recurrir a un PP al que «insulta» mientras «se tensiona la relación con sus socios».

El equipo de Feijoo está convencido de que esta estrategia es la más coherente con la trayectoria del líder y más exitosa para asentar la idea del cambio de ciclo político que permanecer en la trinchera. Pero también comporta un riesgo: que pueda calar en parte de la opinión publicada y del electorado que este PP es tibio con un Gobierno al que se presenta en descomposición; lo que Vox descalifica ya como «la derechita incauta». Por de pronto, Feijoo ha advertido de que se acabó lanzar salvavidas in extremis a Sánchez para que supere la papeleta mientras los socialistas no se apeen de dirigir a él y a los suyos apelativos como «mangantes».

Lo que deja en el aire la negociación sobre el fondo público de pensiones del ministro Escrivá y la futura ley del CNI anunciada por el presidente, que los populares ven como una mera cortina de humo.