Biden y Erdogan se coronan como los grandes ganadores de la Cumbre de la OTAN

Pablo Medina MADRID / LA VOZ

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El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en una reunión celebrada en el marco de la cumbre de la OTAN.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en una reunión celebrada en el marco de la cumbre de la OTAN. JONATHAN ERNST | REUTERS

El aumento del gasto militar de los aliados y el compromiso de Suecia y Finlandia en la lucha antiterrorista les sube al podio de la Alianza

01 jul 2022 . Actualizado a las 09:27 h.

La Alianza Atlántica ha protagonizado una transformación para bien en todos sus aspectos. Su influencia se amplía con la anexión de dos países —Suecia y Finlandia—, se refuerza militarmente en el este con las tropas y las bases de Estados Unidos, España consigue poner un foco en la frontera sur y por primera vez se reconoce que Rusia es la amenaza principal a superar, con lo que los lazos entre los países miembros de la OTAN salen muy reforzados.

Pero en todo proceso, hay quien gana más que sus análogos. Y esta ha sido la cumbre en la que Joe Biden, presidente de Estados Unidos, y Recep Tayyip Erdogan, presidente turco, han rentabilizado mejor sus políticas diplomáticas, logrando serias victorias a nivel particular que hacen que su influencia dentro y fuera de la OTAN se incremente y vean sus intereses favorecidos.

Así, Estados Unidos ha logrado una gran cooperación en el Indopacífico entre Australia, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelanda para combatir la influencia china, su máxima preocupación geoestratégica. Y por su parte, Turquía ya no tiene ataduras para sus campañas militares en Oriente Medio ni está restringida a la adquisición de armas. Un paso significativo para ambos países.

Biden logra más contribución

La mayor exigencia de Estados Unidos como principal potencia miembro de la OTAN desde hace años ha sido que los países aumentaran su gasto en Defensa. Era el país norteamericano quien más priorizaba en su economía el sustento de las operaciones, contingentes y desarrollo de la coalición militar. Querían que, como mínimo, los países miembros destinasen el 2 % de su PIB en Defensa para arrimar el hombro y contribuir a la defensa de los intereses de la Alianza.

Hasta ahora, Grecia lideraba la inversión en Defensa, con el 3,76 % del PIB, por encima incluso de Estados Unidos (3,47 %). Por encima del 2 % se sitúan también ya Polonia (2,42), Lituania (2,36), Estonia (2,34), Reino Unido (2,12), Letonia (2,1) y Croacia (2,03), mientras que Eslovaquia se sitúa justo en el 2. Cierran la tabla de los treinta países aliados, Luxemburgo (0,58 %) y España (1,01 %). Biden clausuró sus actos en la cumbre celebrando que estas cifras cambiarían: «Tenemos que adaptarnos al mundo que tenemos ahora», al tiempo que mostró su apoyo a los aliados. «Estados Unidos se va a dejar la piel por todos», concluyó.

Ahora, tras la rúbrica del pacto de Madrid, los países se han comprometido a alcanzar el suelo del 2 %, algo que desahoga a Estados Unidos económicamente. Tras la retirada de Afganistán, un pozo negro multimillonario que consumió más de 815.000 millones de dólares de los presupuestos norteamericanos según el Departamento de Defensa, el fin de la guerra de Irak —la llamada Guerra De Los Tres Billones De Dólares por el Nobel de Economía Jospeh E. Stiglitz— y la aprobación de este aumento de gasto en Defensa, Estados Unidos puede priorizar sus propios planes, a pesar de que se han comprometido a seguir apoyando a Ucrania «hasta cuando haga falta», según Biden. 

Erdogan, carta blanca en Oriente

Sin duda, la expansión de la OTAN es una buena noticia para la Alianza. Que Suecia y Finlandia se unan hace que la coalición esté más cerca de Rusia. Además, es un cambio histórico, pues la figura del país neutral se empieza a diluir y los habituales en esta posición se acercan al bloque atlántico. 

Turquía ha hecho sus deberes. Tenía la opción de vetar la adhesión de los países nórdicos y la ha aprovechado para posicionar a la OTAN a favor de su «lucha antiterrorista». «El terrorismo es la amenaza asimétrica más significativa. Tenemos que combatirlo en todas sus formas. Es un tema que afecta a todos los aliados», alegó Erdogan. Tras una dura negociación en la que intervino el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, consiguió su objetivo primordial: que ambos países, refugio de miembros notables del PKK kurdo y Fetullah Gülen, milicia islamista, se comprometieran a participar activamente en la «lucha antiterrorista», condenando a dichos grupos y aprobando la extradición de múltiples presos de estos grupos. 

Pero además, ello le facilita tener más apoyo militar en su anunciada invasión del norte de Siria, en la que tendría más margen de actuación y mayor capacidad militar, puesto que uno de los pactos a los que llegaron los norteños con los turcos era poner fin al embargo de armas para que Turquía adquiriese más. Ello significa que Erdogan tendrá un control aún mayor de la militaria y la seguridad de las zonas calientes de Oriente Medio con la compra de los F-16 estadounidenses pendiente de resolverse.

Dos clases de adalides de la paz

Ambos líderes han coincidido en alzarse como los defensores de la democracia, los valores humanos y la seguridad. Cada uno desde un espectro distinto.

Biden señaló en la conclusión de la cumbre que su compromiso pasa por «defender cada pulgada de territorio OTAN», erigiéndose como adalid de la resistencia militar frente a la amenaza de Putin al recordar que su administración ya ha dado 7 mil millones de dólares a Ucrania para que se defienda y ha anunciado que tiene previsto anunciar durante «los próximos días» ayudas de 800 millones de dólares (unos 768 millones de euros). 

Por su parte, Erdogan ha orientado su posición de liderazgo en dos aspectos: «Tenemos que dar un paso para acabar con la crisis humanitaria y queremos acabar con la guerra». Ese ha sido el propósito de Erdogan, que ha confirmado que, al mantener contactos con Ucrania y Rusia, es la persona idónea para liderar ambos proyectos. «Esperamos que no haya perdedores en el proceso de paz. Asumimos la responsabilidad. Somos un aliado que puede hablar con todas las partes».

Erdogan busca así un ansiado alto el fuego que haga que Turquía, por su contribución a los intereses de la OTAN, tenga «más voz en el futuro».