En Uzbekistán ser homosexual supone jugarse la vida

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PACO RODRÍGUEZ

La asociación Human Rights Watch ha documentado un importante deterioro del respeto a la libertad de empresión en un país en el que ser gay o lesbiana es un delito penal

03 jul 2022 . Actualizado a las 09:15 h.

«Uzbekistán conserva un sistema político y económico establecido en los tiempos de la Unión Soviética. El país está dirigido por el antiguo comunista y secuaz de Vladimir Putin, Shavkat Mirziyoyev». La presidenta de la Asociación de los Derechos Humanos para Asia Central (AHRCA, en sus siglas en inglés), Nadejda Atayeva, define así Uzbekistán. En ese sistema político, dos cuestiones son objeto de debate constante: la libertad de expresión y la criminalización de la homosexualidad.

«Human Rights Watch ha documentado un importante deterioro del respeto a la libertad de expresión y a los medios de comunicación en los últimos meses, con las autoridades apuntando a los blogueros críticos con cargos penales espurios», señala la investigadora para Asia Central de la ONG HRW, Svetlana Vorobyeva. Y pone como ejemplo a los cinco blogueros encarcelados en los últimos meses, diez según el informe realizado por la investigadora estadounidense Cheryl L. Reed, publicado en The Diplomat. La propia Reed argumenta en dicho documento que los blogueros «son actualmente los únicos que parecen sobrepasar los límites de la tolerancia del Gobierno». Según el editor para Asia Central de Eurasianet, Peter Leonard, el panorama informativo uzbeko se caracteriza por la aparición de «un periodismo ciudadano muy vibrante y a veces bastante salvaje», que opta por canales digitales como Telegram o Facebook como vías de difusión.

Pese al constreñimiento mediático, el gremio periodístico reconoce cierta mejoría respecto a la época del anterior dirigente, Islam Karimov. Con el dictador, primero comunista y luego impulsor de la independencia uzbeka de la URSS, el Estado ejercía un mayor control y hostigamiento sobre la prensa. «Ahora se habla de muchas cosas en los medios. Con Karimov era fácil apagar todos los medios, solo había radio. El actual [Mirziyoyev] ha creado una especie de “falsos medios de comunicación libres”». Así lo explica el director de los Servicios Uzbekos de Radio Free Europe/Radio Liberty, uno de los más críticos con el Gobierno, Alisher Siddique.

La etapa pos-Karimov, fallecido en el 2006, fue denominada por el comunicador Nikita Makarenko como el deshielo uzbeko. Makarenko lo recuerda como una pesadilla. «Nunca usé mi nombre real. Nunca. Siempre escondido y manteniendo limpios los discos duros. El servicio secreto me amenazó varias veces», dice. En el contexto actual, entre los informadores consultados por La Voz aparecen conceptos como la censura o la autocensura y episodios que remiten, pese al triunfalismo gubernamental, a épocas pretéritas. Así lo expone la corresponsal para Asia Central de The Economist, Joanna Lillis: «Está claro que al Gobierno le gusta seleccionar a los periodistas que pueden informar desde Uzbekistán. Recientemente, el Gobierno privó a la periodista polaca, Agnieszka Pikulicka, de su acreditación y más tarde le negó el permiso para entrar en el país».

Por otra parte, en Uzbekistán, integrante desde el 2020 del Consejo de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, ser homosexual es un delito penal. Una de las primeras razones argüidas para dicha criminalización es la religión: el 90 % de la población es musulmana y eso hace que la población «practique y respete los valores nacionales», indica el periodista e investigador Beruniy Alimov. Para Nadejda Atayeva, de AHRCA, ser homosexual supone «ser un paria, vivir bajo el riesgo de muerte, ser objeto de persecución penal y sufrir una exposición total. Significa aislamiento y una terrible discriminación que, a menudo, lleva al suicidio o al exilio».