Jaime Segalés, amigo de Miguel Ángel Blanco: «Hasta que lo vi en la caja, no me lo creí»

Redacción / La Voz

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El magistrado Jaime Segalés, amigo de Miguel Ángel Blanco, es una imagen de archivo del 2012.
El magistrado Jaime Segalés, amigo de Miguel Ángel Blanco, es una imagen de archivo del 2012. Ángel Manso

«Hay un pim-pom de llamadas, y no se sabe dónde está, y es raro, porque era metódico, pero metódico, lo más metódico que se pueda ser», recuerda el día del secuestro

11 jul 2022 . Actualizado a las 08:41 h.

Jaime Segalés, amigo y compañero del grupo de música de Miguel Ángel Blanco, ha revelado que el asesinato del concejal popular le produjo un shock porque, aunque habían sido advertidos de ese más que posible desenlace, «eliges pensar en otra posibilidad». «Yo hasta que lo vi en la caja (mortuoria) en Ermua, no me lo creí, no me lo creí de verdad. Lo sabes, lo has visto en la radio, en la televisión, pero yo tuve que ir a verlo», manifestó cuando se cumplen 25 años del secuestro y asesinato a sangre fría del edil

Segalés, que en la actualidad es magistrado en una sala de lo social en Bilbao, sabe que algún día los que asesinaron a su amigo saldrán de la cárcel. «Es lo que procede», porque en un estado democrático «esto sucede», y por eso reconoce que hay que «vivir» con esta circunstancia. De cruzarse algún día en la calle con ellos, «cambiaría de acera, a poder ser» porque «es gente delincuente», zanja.

En declaraciones a Europa Press Televisión, Segalés recuerda «a Míguel»  -«era como le llamábamos nosotros»-, lejos del arquetipo que al final se ha impuesto en su recuerdo, una persona referente «de la lucha contra la imposición, contra la intolerancia», circunstancia que considera «totalmente normal» teniendo en cuenta «lo que había detrás». Esta imagen, no obstante, no cuadra «con la persona que nosotros habíamos conocido».

Miguel Ángel Blanco no tenía «una vocación definida desde pequeño en entrar en política», afirma Segalés, y sus únicas ambiciones eran «las de tener una familia y empezar a echar la vida con un trabajo, algo, un medio de vida, que le permitiera lo que pretendía, que era simplemente casarse y tener hijos».

El amigo de Miguel Ángel Blanco recuerda que en Póker, como se llamaba el grupo en el que tocaban, Blanco a la batería y Segalés al bajo, no hablaban de política, y que cuando su compañero «vino con aquello» (de que iba en las listas del PP en Ermua) hubo «cachondeo». «Cuando él trajo esa especie de novedad en su vida, sobre todo hubo cachondeo, pero como si nos hubiera dicho que se ha apuntado a bombero. Quiero decir que no era porque fuera la política ni nada, era porque todo era motivo de cachondeo y guasa», rememora el amigo.

Cuando sí hubo cierta «inquietud» fue cuando ETA asesinó a Gregorio Ordóñez, momento en el que otro miembro del grupo le dijo a Miguel Ángel que «igual tenía que preocuparse» pero «nunca, por lo más barrido, pensábamos que podría pasar lo que pasó». «¡Ni él, vamos!».

Jaime recuerda el fatídico día en el que secuestraron a su amigo. Otro integrante del grupo musical, Manu, guitarrista, le dijo que había llamado a Miguel a la hora de comer con el fin de saber «si teníamos una fecha libre para tocar en una boda». La madre de Blanco le respondió que ya había salido a trabajar, y Manu, urgido por las prisas, llamó al lugar de trabajo de su compañero, donde le dijeron que todavía no había llegado. «Hay un pim-pom de llamadas, y no se sabe dónde está, y es raro, porque era metódico, pero metódico, lo más metódico que pueda ser», ha señalado Segalés, quien sí confiesa que a medida que avanzaba el tiempo «no pensábamos que había ocurrido esto, pero sí que había pasado algo».

Tras una llamada del entonces departamento de Interior del Gobierno Vasco a la madre de Blanco confirmando el secuestro de su hijo, y el ultimátum lanzado para su liberación, empezó la desquiciante cuenta atrás. La primera reacción fue de incredulidad, pero Segalés recuerda que cogió su coche y viajó desde la vecina Eibar hasta la casa de los padres de su amigo y compañero Miguel en Ermua, donde permaneció con el resto del grupo «los días, menos las noches» hasta el desenlace fatal.

«Al llegar fuimos directamente a la casa. Estaban Enrique Villar, delegado del gobierno por el PP, Ramón Jáuregui, que había sido lo mismo por el PSOE, y una persona más, que creo que era concejal del PP. Villar estaba dando muchos ánimos, y Ramón Jáuregui (cuando) ya no estaba la madre delante, nos dijo que 'esto tiene muy mala pinta, pensad que a vuestro amigo lo van a matar'. Y seguramente era lo que pensaba Villar, pero quería confortar a la madre en la situación de shock en la que se encontraba», relata.

«Eliges pensar en otra posibilidad»

Acabado el plazo dado por los terroristas, las primeras informaciones publicadas hablaron de una persona herida, pero a medida que pasaba el tiempo ocurrió lo que nadie era capaz de encajar. «Fue un shock todo porque, primero, no estábamos preparados para asumir eso, aunque no los había dicho Ramón Jáuregi, pero eliges no pensar en eso, eliges pensar en otra posibilidad, porque era todo distinto de alguna manera. Era una situación distinta y, como distinta, podía acabar distinto, y es lo que quieres, que acabe distinto, pero no acaba distinto, y cuando ocurre tampoco te lo crees», cuenta.

Tras el asesinato de su compañero, Segalés, que entonces no vivía ya en Eibar, sino en Pasajes, decidió irse de Euskadi, aunque esta decisión se fue demorando por motivos labores. Primero se trasladó a Bizkaia, donde dio clases, hasta que después compró la casa en la que hoy reside.