Serguéi Jirnov, antiguo espía del KGB: «Vladimir Putin es un hábil manipulador del orgullo ruso»

Asunción Serena PARÍS / E. LA VOZ

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El escritor y antiguo camarada de Putin Serguéi Jirnov.
El escritor y antiguo camarada de Putin Serguéi Jirnov. Copyright ©. Samuel Kirszenbaum

«Se comporta como un marido celoso», afirma el escritor, que explica por qué el líder del Kremlin «desprecia a Macron»

10 jul 2022 . Actualizado a las 10:46 h.

Serguéi Jirnov, antiguo espía del KGB, ha pasado de compañero de promoción de Vladimir Putin a ser uno de sus más acérrimos y populares detractores. Los dos entraron en 1984 en el Instituto Andropov, de Moscú, la escuela de élite del espionaje soviético. Jirnov integró la Dirección S, la de los ilegales, y fue destinado a Francia, donde cursó los estudios de la Escuela Nacional de la Administración francesa. En cuanto a Putin, consideraron que era inepto para el servicio de espionaje porque «era demasiado emotivo, incapaz de medir las consecuencias de sus decisiones», y fue expulsado y enviado a Leningrado.

Desde que Rusia invadió Ucrania, es habitual ver a Serguéi Jirnov en los platós de las televisiones francesas descifrando las motivaciones de Putin. Cuando perdió su trabajo de espía con la desaparición de la Unión Soviética, se reconvirtió profesionalmente como consultor privado en Moscú, donde, asegura, intentaron envenenarlo. En el 2002 huyó a Francia y allí ha obtenido el estatus de refugiado político.

En el recién editado libro L’Engrenage ('El engranaje'), descifra la personalidad de Vladimir Putin y la concatenación de circunstancias que lo han llevado a desatar la guerra en Ucrania. En un encuentro con corresponsales en París, ofrece su tarjeta de visita, que reproduce su antiguo carné de espía de la Unión Soviética.

«Putin está completamente solo. Decide solo —asegura el antiguo espía del KGB—, ha decidido invadir Ucrania porque detesta a un país que quiere ser libre. Se comporta como un marido celoso al que su mujer abandonó. Como no tiene la fuerza suficiente para combatir a sus verdaderos enemigos (Estados Unidos, la OTAN, Europa occidental), para impresionarlos se contenta con pegar a los amigos y la familia: Georgia, Chechenia y ahora Ucrania». Está convencido de que tarde o temprano intentará hacer lo mismo con Estonia, Letonia y Lituania.

El antiguo camarada de Putin cree que el líder del Kremlin se ha encerrado en su recinto, y va alejándose poco a poco de la realidad, pero es «un hábil manipulador del orgullo nacional ruso»: «Su acción responde a una aspiración del pueblo ruso, que sueña con momentos de gloria y no cederá ante ningún sacrificio».

Durante estos años, a diferencia de Estados Unidos y a pesar de las críticas de Polonia y Estonia, Emmanuel Macron ha optado por mantener el diálogo abierto con Putin. Nada más ser elegido presidente de Francia, le abrió las puertas del castillo de Versalles, más tarde lo invitó a su residencia de verano, el fuerte de Brégançon, y con la crisis de Ucrania lo ha llamado por teléfono con insistencia, hasta el punto de que hay quien lo acusa de estar bajo su influencia.

Para Jirnov, los esfuerzos de Macron son inútiles. «Se ha fijado como reto ganarse la confianza de Putin, pero él solo valora la fuerza y piensa que quien intenta negociar de forma civilizada es débil. Por eso Putin desprecia a Macron».

El exagente del KGB afirma que estamos ante una guerra de desgaste en Ucrania, y Moscú acabará debilitada a pesar de los cientos de miles de millones de dólares que obtiene gracias a los hidrocarburos, y a pesar de las dificultades que tendrán los países europeos en invierno por la falta de suministro energético. «No hay que ceder en el tema de las sanciones contra Rusia. Gracias a ellas, la maquinaria económica rusa se ha roto: los camiones militares rusos Kamaz necesitan un sistema de rodaje de bolas que es fabricado en Alemania, los dispositivos de puntería de sus tanques los importaban de Francia, y los chips electrónicos para sus misiles proceden de Taiwán. Sustituir todo esto no es sencillo, porque el sistema industrial es ineficaz y los rusos no tienen ganas de matarse trabajando por esta guerra».