María Jesús Montero, una comunista y susanista para reflotar el partido

Francisco Espiñeira Fandiño
F. ESPIÑEIRA REDACCIÓN / LA VOZ

ACTUALIDAD

Alberto Ortega | Europa Press

Médico de profesión, en su pasado figura una amplia hoja de experiencias en la movilización ciudadana, pero no como socialista, sino como miembro de las Juventudes Comunistas

22 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

María Jesús Montero (Sevilla, 1966) lleva en la noria del PSOE más de dos décadas. Médico de profesión, en su pasado figura una amplia hoja de experiencias en la movilización ciudadana, pero no como socialista, sino como miembro de las Juventudes Comunistas, donde coincidió, e hizo buenas migas, con Alberto Garzón.

Pero Chiqui, como es conocida por sus más próximos, descubrió pronto que el futuro en Andalucía pasaba por el PSOE y se enroló en el partido hegemónico en su provincia hasta llegar a ser consejera en el 2004 en el equipo de Manuel Chaves. Primero como titular del área de Sanidad y Consumo y, a partir del 2013, como responsable del área de Hacienda, tanto con José Antonio Griñán como, más tarde, con Susana Díaz, con la que empezó teniendo una estrecha amistad hasta que se decantó por Pedro Sánchez.

Allí tuvo entre manos el expediente de los ERE, aunque ya estaba judicializado y esquivó cualquier responsabilidad. También le tocó de refilón la financiación de la empresa Isofotón, bajo investigación judicial, pero de momento sin alcance penal para esta madre de dos hijos que se escapa cada rato libre que tiene a su Sevilla natal.

Recién confirmada la moción de censura, en el 2018, Pedro Sánchez le confió a ella la portavocía del Gobierno bonito con el que quiso pasar página de la moción de censura. Llegó con fama de buena negociadora gracias a sus estrechas relaciones con algunos de los referentes de Podemos, pero pronto mostró su firmeza en una conversación grabada en directo en el Congreso en la que llamaba «cabezón» a Pablo Iglesias.

Su papel de portavoz fue muy cuestionado, con críticas a su sintaxis y a sus mensajes. Su espontaneidad le llevaba a explicar a los periodistas que «1.200 millones no son nada, chiqui» a los periodistas cuando se discutían los Presupuestos o el reparto de los fondos europeos.

Hija de profesores, de Triana, como su antes inseparable Susana Díaz, siempre sonriente y afable, recibió con disciplina el castigo de perder la portavocía del Gobierno hace apenas un año, el 10 de julio del 2021 en la anterior remodelación de Pedro Sánchez en el Ejecutivo.

Ahora, le toca asumir el papel de número 2 de Sánchez y reivindicar la cuota femenina a nivel orgánico, donde el núcleo duro está dominado por varones. Tendrá menos poder que Adriana Lastra, pero seguramente también menos conflictos.