Quince años del fin de la carrera de El Solitario, el «expropiador» de bancos

Sagrario Ortega EFE / LA VOZ

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Jaime Giménez durante su juicio en la Audiencia Provincial de Madrid en el año 2014 por atraco a mano armanda a una sucursal bancaria
Jaime Giménez durante su juicio en la Audiencia Provincial de Madrid en el año 2014 por atraco a mano armanda a una sucursal bancaria Zipi

Más de treinta sucursales en toda España fueron víctimas de este atracador meticuloso y antisistema que podría quedar en libertad en el 2026

22 jul 2022 . Actualizado a las 10:50 h.

A Jaime Giménez Arbe, El Solitario, no había banco que se le resistiera y, de hecho, en su trayectoria como atracador llegó a «expropiar» más de treinta sucursales para «liberar al pueblo español de los atracos de las entidades financieras», como él aseguraba. Su papel de Robin Hood acabó en Portugal, un 23 de julio de hace ahora quince años.

«Son los bancos los que tienen que responder de sus desfalcos y sus robos cometidos durante años con la connivencia del poder político y del poder estatal». Con esta frase se despachó El Solitario en una de las varias salas de vistas en las que ocupó el banquillo de los acusados.

Y fueron varios, y en diversos puntos de la geografía, los banquillos en los que se sentó, porque durante al menos quince años desplegó su actividad delictiva de Galicia al Levante, de Aragón a Madrid y de Castilla y León a Portugal, donde precisamente acabó sus días como uno de los delincuentes más buscados de España.

Pero, ¿cuándo se intensificó su búsqueda? Efe ha consultado con algunos de los agentes que investigaron a Giménez Arbe (o Jiménez Arbe, porque su primer apellido aparece con G o con J) y que estuvieron presentes cuando fue detenido, justo antes de que consumara el salto que quiso dar en su trayectoria como atracador de bancos: desplazarse a Portugal y «dar el palo» en una sucursal de Figueira da Foz, localidad próxima a Coímbra.

De la memoria de esos agentes se extrae una conclusión: Fue el asesinato a tiros de dos guardias civiles, Juan Antonio Palmero Benítez y José Antonio Vidal Fernández, el 9 de octubre del 2004 en Castejón, Navarra, lo que activó una investigación conjunta de la Guardia Civil y la Policía Nacional que, finalmente, dio sus frutos.

Un amplio despliegue policial, ordenado por el entonces mando único de la Policía y la Guarda Civil tras los «soplos» y «pistas» de la colaboración ciudadana, puso fin a años de asaltos con toques «anarquistas» que le reportaron pingües beneficios para su propio disfrute. Porque lo de repartirlo a lo Robin Hood, nada de nada, según las fuentes consultadas.

Un polifacético «antisistema»

Nacido en el 1956 en Madrid, Giménez Arbe estudió en el liceo italiano y, según su autobiografía, sabe cinco idiomas. Quizá seis, porque ya en el 2009 estudiaba euskera.

Según recordaba la editorial que publicó su autobiografía, El Solitario, que cumple en España una condena de 47 años de cárcel, es hijo primogénito de una maestra donostiarra y de un resistente republicano vasco encarcelado por Franco.

«Técnico en refrigeración industrial, electricista, soldador, tornero fresador, mecánico, técnico en electrónica, piloto privado de helicópteros U.F.R., patrón de embarcaciones de recreo y músico». Todo eso es El Solitario, según reza la carta que, en el 2008, remitió desde la cárcel de Zuera, Zaragoza, y que concluye con uno de sus eslóganes que reiteró en sus múltiples comparecencias en los juzgados: «Salud y anarquía».

Como relató él mismo en el juicio en Navarra por el asesinato de los dos guardias civiles (hechos por los que siempre ha proclamado su inocencia), su actividad delictiva comenzó cuando a finales de los años 70 conoció a dos personas que luchaban por la independencia de Córcega y eran de su misma ideología «antisistema» y «anarquista».

Fueron ellos quienes le propusieron «pasar a la acción directa» y con ellos, en «un papel secundario», perpetró su primer atraco.

Gracias a las armas y demás intendencia que, según aseguró ante el tribunal, le proporcionaban los corsos, Giménez Arbe pudo llevar a cabo un buen número de acciones contra el «capitalismo fascista que nos controla».

¿Cuál era su blanco? Indudablemente, las sucursales bancarias y, entre ellas, las situadas en pequeños y medianos municipios de diferentes provincias españolas. Viveiro, Tarazona, Jumilla, Zafra, La Roda, Socuéllamos, Calahorra, Vall de Uxó, Pozoblanco, Torrijos, La Alcudia y algunas localidades más fueron objeto de su deseo.

De todos esos atracos logró botín. En algún caso fue tan sustancioso que le permitió «retirarse» una temporada, apenas un año, de su trabajo de «expropiador».

Un alias «robado»

¿Siempre fue «El Solitario»? Las fuentes consultadas por Efe recuerdan que, precisamente, ese alias correspondía a otro atracador, que actuaba en la zona de Levante y que, según parece, nunca fue detenido.

Dicen estas mismas fuentes que en las últimas décadas del siglo XX «operaban» en España atracadores con características similares: hombres que actuaban solos y disfrazados, muy profesionales y no especialmente jóvenes.

Las fuerzas de seguridad andaban tras «El Solitario» del Levante y la noticia de que se buscaba ya había traspasado fronteras. Al menos esa información llegó a Portugal.

Tanto es así que, cuando un 23 de julio de hace quince años, Giménez Arbe intentó dar su último golpe antes de irse a Brasil con su entonces novia y eligió un banco de Figueira da Foz, uno de los agentes portugueses que formaba parte del dispositivo policial montado para interceptarle le dijo: «eres El Solitario», lo que lógicamente negó el atracador.

Marietta, los cuadernos de ruta y el disfraz

Un atracador que preparaba minuciosamente cada golpe, como reflejan los diecinueve cuadernos de ruta que las fuerzas de seguridad incautaron en su domicilio de Las Rozas, Madrid, y que incluían hasta las coordenadas del GPS.

Giménez Arbe era muy discreto en las inspecciones del objetivo elegido, que estudiaba al máximo. Así, antes de decidirse a actuar analizaba minuciosamente el horario de apertura de la oficina, las rutinas de sus clientes, las patrullas policiales en la zona...

Todo lo apuntaba en su «cuaderno de viaje» para llegar más seguro (y a ser posible la mayor parte del trayecto por caminos y no por carreteras) a la sucursal elegida, en la que entraba disfrazado (casi siempre con barba y peluca) y pertrechado con un chaleco antibalas que disimulaba bajo la ropa.

Para los atracos usaba armas antiguas o inutilizadas que compraba y después manipulaba, siguiendo manuales en inglés, hasta dejarlas servibles. De hecho, en los registros realizados tras su arresto, se localizó todo un «taller» para la fabricación de armas, con las que practicaba en el campo.

Una de las que utilizaba era la llamada Marietta, una pistola ametralladora que dio nombre a la operación policial para su detención.

Además de protegerse con el chaleco antibalas, Giménez Arbe se cuidaba mucho dentro del coche y disponía, tras el asiento del conductor, de una placa de seguridad.

Sobrevivió a todos sus atracos, pero no pudo perpetrar el último. Su detención en el país vecino fue portada de los medios de comunicación el 23 de julio del 2007. Desde entonces ha pasado por varios centros penitenciarios de Galicia, Castilla y León, Aragón y Andalucía. Podría quedar en libertad en 2026 y, quizá, al grito de «salud y anarquía».