Tamara Falcó estrena su propio «reality» en Netflix

a. f. MADRID / COLPISA

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La hija de Isabel Preysler debuta este jueves como estrella de la docuserie sobre su propia vida

04 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Ahora que todo el mundo tiene su propia docuserie, Tamara Falcó no podía ser menos. La diferencia es que ella, además de un reality sobre su vida y milagros titulado La marquesa y que se estrena este jueves en Netflix, reúne otros muchos ingredientes para convertirse en la estrella del verano.

«Casi toda mi vida está contada en las portadas de la revista ¡Hola!», admite Tamara al comienzo del tráiler. Se presenta como hija de una de las mujeres más elegantes de España y de un reconocido viticultor. «Hace unos años, la fe apareció en mi vida —prosigue—. Llegué incluso a plantearme ser religiosa. Aunque al final ese no era el plan de Dios. Y decidió sumarle a mi vida un novio».

En el vídeo promocional aparecen imágenes de Iñigo Onieva, el apuesto novio de Tamara, un empresario de la noche por el que ella acude «aunque esté cansada» a la discoteca. Y que, a cambio, la acompaña a la misa matinal en lugar de quedarse en la cama.

«Sí, soy marquesa», sentencia Tamara por si alguien todavía no supiera que hace dos años heredó el principal título nobiliario que ostentaba su padre. «Y soy chef», asegura sin rubor mientras carameliza una guinda o tal vez un tomate cherry. «Por eso me he propuesto abrir un restaurante», remata. «Yo lo veo complicado», tercia su madre, implacable. Porque Isabel Preysler no acaba de ver claro que la gente de su zona se desplace hasta Aldea del Fresno, donde se encuentra El Rincón. Por eso le sugiere que traslade el negocio a Jorge Juan, probablemente la calle más pija del madrileño barrio de Salamanca.

Con el relato de Tamara sobre su fantástica existencia aderezado por los exquisitamente cáusticos comentarios de su madre, Isabel Preysler, y las aportaciones de sus amigos (entre los que se encuentra el siempre estimulante Boris Izaguirre) y familiares, La marquesa apunta maneras para convertirse en la docuserie del verano. Tan tremenda, rutilante, disparatada y fuera del mundo real como Soy Georgina, pero en fino.