«La casa del dragón» 1x01: ¡Dracarys!

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Matt Smith encarna al príncipe Daemon en «La casa del dragón»
Matt Smith encarna al príncipe Daemon en «La casa del dragón» HBO Max

La precuela de «Juego de tronos» hinca la rodilla ante su predecesora y se apoya en su maestría y experiencia para volver a meterse a la audiencia en el bolsillo

23 ago 2022 . Actualizado a las 13:29 h.

Juego de tronos se despidió en mayo del 2019 dejando a muchos seguidores con un sabor agridulce en los labios. Resultaba difícil cerrar aquella fantasía rocambolesca de tramas y personajes con un colofón capaz de complacerlos a todos. Pero no hay decepción que tres años dure en la memoria de quienes disfrutaron a lo grande durante las ocho temporadas que tuvo la adaptación a la pantalla de la Canción de hielo y fuego, de George R.R. Martin. Su primera serie derivada, La casa del dragón, que este lunes ha estrenado HBO Max, hinca la rodilla ante su legado y demuestra el incalculable valor de la experiencia y la maestría para resucitar a los muertos y volver a meterse a la audiencia en el bolsillo.

Cualquier posible recelo frente a esta ficción, que busca repetir y perpetuar el éxito del original con idéntica mezcla de guerra, sexo, sangre e intrigas, se desmorona con el primer vuelo de los dragones y con sus grandiosas escenografías. También con la primera aparición del venerado nombre Daenerys. Esta serie se consagra a explorar su árbol genealógico y arranca 172 años antes de su nacimiento. El conocido impulso magnicida de la Madre de Dragones podrá entenderse mejor al conocer lo que supone llevar en la sangre el ADN de un Targaryen y vivir con la tentación de sentarse en el Trono de Hierro, el asiento más afilado y peligroso del reino de Poniente. Con parientes como estos nadie necesita enemigos.

El primer episodio camina sobre seguro bajo la dirección de Miguel Sapochnik, realizador de algunos de los episodios más aclamados de Juego de tronos, como los dos últimos de la sexta temporada (La batalla de los bastardos y Vientos de invierno) y el espectacular La larga noche, de la octava temporada. Contar algo más sobre el pasado de los Siete Reinos que retrata la serie supone desvelar algunas claves que, a partir de este párrafo, es mejor no leer antes de ver el capítulo para preservar intacta su capacidad para sorprender y emocionar.

Como ocurría con la ficción primigenia, La casa del dragón vuelve a ser una serie para ejercitar la memoria e ir trazando en cada escena el mapa mental de los personajes y del terreno de juego, aunque este último ya es conocido para los espectadores veteranos.

Arranca en el primer siglo de la dinastía Targaryen, cuando la casa está en lo más alto de su poder. Nada ni nadie podía hacerle frente. El poder de los miembros de este linaje pasa por el hecho de que sus súbditos los perciban como seres más cercanos a los dioses que a los hombres y todo debido al terror que siembran una decena de dragones adultos que tienen bajo sus órdenes. Lo único que puede acabar con la casa Targaryen es ella misma y a ello parece abocada por sus conflictos internos.

Quien ciñe la corona es el rey Viserys, que se encuentra en el noveno año de su reinado y espera el nacimiento de su primer hijo varón para garantizarse la sucesión. En la lógica medieval, de nada le sirve tener una hija primogénita valiente y preparada, la princesa Rhaenyra, que tanto se parece a la descendiente que todos conocemos. Es jinete de dragones, alberga grandes sueños de volar más allá del Mar Angosto y convoca el poder del fuego al grito de «¡Dracarys!». Pero su único destino, por ser mujer, es rellenar las copas de los señores que están sentados en el Gran Consejo de Harrenhal y poner en el futuro su vientre real al servicio de la procreación. «El parto es nuestro campo de batalla», le advierte su madre. No se equivoca, la reina, con la comparación entre el alumbramiento y el combate. En ambos casos, la sangre podía correr a raudales y la vida pendía de un hilo en los tiempos en los que las cesáreas eran un experimento. Algo que el rey aprende de golpe en el momento en que sus anhelos de engendrar un heredero se apagan para siempre.

El reino parece abocado a conformarse con depositar el futuro de la corona en el menor de los males: el príncipe Daemon Targaryen, hermano del rey. En el primer capítulo se agotan ya los adjetivos para definirlo: tirano, ambicioso, impulsivo, violento, derrochador… Pero sus actos hablan por sí solos cuando aprovecha que está al mando de un ejército de dos mil hombres, la guardia de los Capas Doradas, para ajusticiar a violadores, maleantes y criminales aplicando la ley del ojo por ojo. Hasta ahí el rey mira hacia otro lado pensando que, en el fondo, puede ser útil contar con alguien capaz de hacerle el trabajo sucio. Es después de que el heredero designado festeje el luto real en una casa de citas cuando el monarca dice basta. Y nombra sucesora, a su pesar, a su hija Rhaenyra, princesa de Rocadragón. «Cuando miras a los dragones, ¿qué ves?», le pregunta el rey, que sabe que sin el influjo de esas bestias de fuego los Targaryen serían simples mortales.

En este momento Viserys le confiesa a su hija el antiguo secreto mejor guardado del rey Aegon, lo que supone una revelación impactante para los fieles de la saga: el fundador de la dinastía pudo ver en un sueño premonitorio que desde el norte vendría un invierno temible que traería el fin de los hombres y decretó que un Targaryen debería estar en el trono cuando ese día llegara. Y a esa profecía le llamó Canción de hielo y fuego. Mientras lo cuenta, el monarca acaricia la espada con la que, dos siglos después, Arya Stark liquidará al Rey de la Noche. 

El capítulo llega a su final mientras todos los hombres del consejo rinden pleitesía a la nueva heredera, que acepta con solemnidad el regalo envenenado que es tener el poder en estas tierras y el reto de llegar a ser la primera mujer en llevar la corona. Pero sus últimos compases guardan todavía un último instante de emoción y complicidad con los fans que han estado ahí desde el principio. Si Juego de tronos se hizo famoso por su emblemática cabecera, el primer episodio de La casa del dragón entra directamente en la historia y arranca sin introducción, pero reserva para los créditos finales una nueva versión de su famosa sintonía original, esta vez con letra e interpretada por un coro de voces que subrayan el carácter ceremonial y solemne de un momento largamente esperado.