Sean Rad, fundador de Tinder: El gran negocio del amor

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La aplicación cofundada por Sean Rad cumple diez años de vida con 500 millones de descargas y 70.000 millones de contactos

18 sep 2022 . Actualizado a las 12:35 h.

Ha contado alguna que otra vez que la idea que lo ha hecho rico se la proporcionó su timidez a la hora de ligar. Que no se veía capaz de entrarles a las chicas que le hacían tilín así como así. Que un día que estaba tomando un café entró en el bar una que le llamó la atención. Y que, como siempre, pensó en dejarlo pasar sin atreverse a dar el paso. La siguió observando para, por lo menos, alegrarse la vista, eso sí. Y, en una de estas, ella lo pilló mirándola. Cuenta que pensó «mierda, me ha visto» y que se apoderaron de él los mismos nervios de siempre. Luego le pareció que ella correspondía a sus miradas. Y que, cuando le sonrió, ya no le quedaron dudas. «Cuando me di cuenta de que ella también estaba interesada en mí, dejé de sentirme ansioso». Adiós a los nervios. Decidió intentarlo.

 No sabemos cómo acabó aquello. Ni siquiera si la chica en cuestión estaba o no interesada en él o si, simplemente, se pasó de listo. Pero lo que sí sabemos, porque lo ha contado él mismo, es que fue esa situación la que le inspiró para comenzar a poner los mimbres del proyecto de su vida: Tinder, la aplicación de citas favorita de los solteros (y de los que no lo son) de todo el mundo.

«No importa quién eres, te sientes más cómodo acercándote a alguien si sabes que quiere acercarse a ti». De esa conclusión surgió la estructura de la app, que se basa en facilitar que una persona le entre a otra con la seguridad de que, en principio, a ambos les apetece conocerse.

Es de Sean Rad (Los Ángeles, 1986 ), cofundador de Tinder de quien hablamos, aprovechando que la aplicación que creó junto a su compañero de universidad Justin Mateen y el ingeniero Jonathan Badeen —a quien conoció trabajando en Hatch Labs, empresa especializada en el desarrollo de apps para móviles—, cumple sus primeros diez años de vida. Y lo hace con un bagaje nada desdeñable: 500 millones de descargas y 70.000 millones de contactos y, lo que es más importante, el mérito de haber cambiado la forma de ligar y mantener relaciones sexuales en buena parte del planeta.

Una vez creada la aplicación, a la que en un principio bautizaron como Matchbox, enviaron un mensaje de texto a su lista de contactos pidiéndoles que se la descargaran. Casi todos lo hicieron, reenviando además el SMS a sus propios contactos. Después, se emplearon a fondo en popularizarla entre los universitarios. Así empezó todo. El resto, coser y cantar. O Casi. Quién se lo iba a decir a este hijo de inmigrantes iraníes llegados a Estados Unidos en los setenta para trabajar en la industria electrónica. De ellos heredó, dice, su pasión por lo tecnológico y su capacidad de sacrificio.

Hoy Rad ya no está en la empresa, se desligó de Tinder —ahora pertenece a Match Group, dueña de otras aplicaciones de citas como Meetic, OkCupid o Match— en el 2014. Tampoco Badeen ni Mateen. Este último abandonó la empresa tras verse envuelto en un escándalo de acoso sexual. La víctima: Whitney Wolfe Herd, entonces empleada de Tinder y más tarde, tras su traumática salida de la compañía, fundadora de Bumble, una aplicación de citas en la que mandan las mujeres. Solo ellas pueden tomar la iniciativa en los contactos. Y eso que en su momento había proclamado a los cuatro vientos que no quería saber nada más de eso de las citas. Ni para encontrar pareja. Pero ¿quién puede resistirse al amor? Y mucho menos si, además del corazón, le llena a una el bolsillo.

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