¿Dónde pasa el invierno el bonito? Los vascos lo saben

E. Abuín REDACCIÓN / LA VOZ

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AZTI

Gracias al marcado, científicos del centro vasco consiguen pruebas de la migración, durante dos años consecutivos de un juvenil de atún blanco, que no suele dejarse ver entre octubre y mayo

07 nov 2022 . Actualizado a las 17:47 h.

AZTI ya sabe dónde se mete el bonito del norte en invierno. Ese que aparece entrada ya la primavera allá por las aguas de las islas Azores, se pasea en verano por Galicia y la costa del Cantábrico, entra en el golfo de Vizcaya, y al que se le suele perder de vista a estas alturas del año habitualmente tras acercarse a las costas de Irlanda. Por primera vez, los investigadores del centro tecnológico del País Vasco han conseguido evidencias científicas de la migración completa del Thunnus alalunga. Han conseguido saber dónde pasa el invierno el atún blanco.

Ha sido posible gracias al programa de marcado electrónico de la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (Iccat), que lidera AZTI en colaboración con otros centros de investigación y, por supuesto, con la ayuda de los pescadores que participan en la tradicional costera del bonito.

Resulta que hace dos años, el investigador marino Iñigo Onandia escondió en las entrañas de un bonito de 70 centímetros y siete kilos de peso una marca electrónica, un pequeño dispositivo de rastreo con tecnología capaz de medir variables como profundidad a la que se sumerge el pez, la temperatura (tanto del agua como del ejemplar) o la intensidad de la luz. Con ese juvenil de túnido se subió a bordo del barco de pesca de su padre, Román, y lo liberó a doce millas al norte del Abra de Bilbao. Allí lo perdió de vista...

Hasta hace apenas unos meses. Un pesquero francés que faenaba al sur de Irlanda —Vincent Galland, dicen desde AZTI que se llama— capturó entre otros ejemplares un bonito de 85 centímetros y 11,6 kilos de peso... Este era diferente: tenía una marca electrónica. Era el que había soltado Onandia dos años atrás.

Ese dispositivo llegó a los laboratorios de AZTI y, para regocijo de los investigadores, había quedado registrada la ruta migratoria que había seguido durante esos dos años consecutivos: «Es el primer caso en el que se ha podido introducir una marca electrónica en un bonito del Atlántico y que ha sido recuperada transcurrido más de un año después», explica Iñigo Onandia, el experto en gestión pesquera sostenible del centro tecnológico vasco que lo había liberado desde el barco de su padre a 12 millas de la bahía de Bilbao.

Los datos recogidos permitieron estimar la ruta migratoria del ejemplar desde que fue marcado y esa información evidencia «las visitas sucesivas al golfo de Vizcaya durante dos veranos consecutivos» y muestran, además, «su destino de hibernación», todo un avance para aumentar el conocimiento científico sobre el ciclo de vida del atún blanco.

Y el bonito hiberna en...

¿Y a dónde va? ¿Cuál es el misterioso destino? ¿Dónde pasa el invierno el Príncipe Azul del Cantábrico? Pues «visita zonas atlánticas muy lejanas, al oeste de Europa, donde habita a profundidades considerables». Se sumerge hasta varios cientos de metros, donde se puede capturar con artes de palangre. Todo un contraste de cuando veranea en el norte de la península. Porque en su visita al golfo de Vizcaya, el bonito se distribuye cerca de la superficie y es posible pescarlo con artes de cebo vivo, cacea o curricán y arrastre pelágico, explica el investigador de AZTI.

El descubrimiento revela al importancia del programa de marcado electrónico que se sigue, una iniciativa financiada por la Comisión Europea para fortalecer la base científica para la toma de decisiones en la Iccat, la organización regional de pesca que gestiona los stocks de túnidos atlánticos y fija las cuotas para el bonito del norte.

«La definición precisa de la estructura poblacional y las migraciones resultan importantes para minimizar la incertidumbre en la evaluación y la consiguiente gestión óptima de las campañas pesqueras», explica Onandia. Así, metodologías como el marcaje —que consiste en implantar mediante cirugía el dispositivo de seguimiento en la cavidad peritoneal del ejemplar— «es una pieza de gran valor para mejorar el conocimiento científico de especies como el atún», añade. Siempre que el ejemplar señalado se recupere y el pescador que lo atrape lo entregue a la ciencia, claro.