Un vuelco histórico que cerró la Transición e inició la modernización

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Felipe González, durante un mitin de la campaña de 1982
Felipe González, durante un mitin de la campaña de 1982 ALBERTO MARTI VILLARDEFRANCOS

Los expertos analizan el 28-O y hacen balance de los gobiernos de González

23 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Los expertos consultados por La Voz coinciden en que la victoria socialista de 1982 supuso cerrar la transición política y el inicio de la modernización de España.

¿qué significó?

Cierre de la transición política. Para José García Abad, autor de Las mil caras de Felipe González, supuso «completar con éxito la Transición, acabando con la incertidumbre vivida con los gobiernos de Suárez y Calvo Sotelo y con el ruido de sables». Sara Núñez de Prado considera que fue «un punto de inflexión importante, tanto como para que algunos expertos defiendan que el proceso de transición termina, precisamente, en esta fecha». Por otro lado, añade, «fue también un cambio de paradigma que despertó muchísimas expectativas, algunas se cumplieron y otras no». Carmen Lumbierres coincide: «Es el fin de la transición política, la alternancia supone el término de ese período transitorio que nos llevó del régimen autoritario a una democracia homologable internacionalmente».

LOS FACTORES

Opción de cambio y estabilidad. «Una victoria tan clara se vio favorecida por la crisis de las dos organizaciones con las que competía», explica Carme Molinero, coautora de La Transición. Historia y relatos. A la derecha, UCD: «Si bien el programa centrista tenía apoyos en la sociedad, los dirigentes del partido respondían a opciones diversas que, además, no aceptaban el liderazgo de Suárez, lo que provocó la crisis y la dimisión del presidente del Gobierno». A la izquierda, el PCE «también había iniciado un proceso de autodestrucción en 1980 que culminó en 1982». «El PSOE se presentaba como la opción del cambio y de la estabilidad al mismo tiempo», concluye la historiadora.

¿peligro de involución?

Aceptación de los militares. «El fracaso del golpe de Estado en 1981 arruinó las posibilidades de quienes apostaban por cercenar el proceso democrático», afirma Molinero. «La legitimidad de un Gobierno que ganó con una mayoría tan cualificada le otorgó un plus muy determinante en esa época convulsa tras el golpe del 23F y la disolución de la UCD», explica Lumbierres.

el factor González

Fuerte liderazgo. «Felipe González, con su fuerte liderazgo y su aplastante victoria, tuvo el acierto y la posibilidad de supeditar en su Gobierno los ideales socialistas a una tarea aceptable para toda la ciudadanía, de derechas o de izquierdas, que España funcionara», asegura García Abad.

LOS LOGROS

Modernización, Estado de bienestar y consolidación democrática. «Los gobiernos de González convirtieron la modernización de España en su objetivo prioritario», señala Molinero. «En sus propias palabras, se trataba de que España ‘saliera de un atasco histórico', y se convirtiera en ‘un país europeo', con educación, sanidad y pensiones para toda la población». «El Estado del bienestar maduró y se consolidó, lo que supuso una mejora de las condiciones de vida del conjunto de la población», afirma.

Lumbierres opina que pese a que se ha destacado mucho la implantación de un Estado de bienestar con la gestión socialdemócrata», le parece «más importante lo que supuso de consolidación de un Estado de derecho todavía incipiente, rodaje en la normalidad institucional, estabilidad de un sistema pluripartidista, funcionamiento de los otros dos poderes del Estado y cumplimiento de la legalidad». García Abad hace «un balance positivo de los 14 años de gobierno, en los que González ostentó liderazgo europeo y pragmatismo económico en una tarea que le costó la crítica del guerrismo y la oposición del dirigente ugetista Nicolás Redondo, que durante algún tiempo fue la única oposición efectiva a su Gobierno».

¿cómo gobernó?

Política moderada de centro-izquierda. Según Núñez de Prado, «uno de los grandes aciertos fue hacer una política moderada de centro-izquierda y centrada en dos cosas fundamentales que eran una demanda generalizada: la modernización y colocar a España en Europa, sobre todo en la Comunidad Europea, y en el referendo de la OTAN también pesó mas la responsabilidad como país que los presupuestos ideológicos, lo que puede considerarse un logro». Estima que «la reconversión industrial fue muy dolorosa, pero muy necesaria» y califica de «fundamental la renovación y modernización del Ejército».

Los 14 años de gobiernos de González «supusieron la modernización de España y su completa integración en el concierto europeo», sostiene Lumbierres. «La modernización en la prestación de servicios públicos, pero también la traumática reconversión industrial de los años ochenta para una economía mas productiva, uno de los mantras de los gobiernos González». Destaca las «medidas sociales de carácter progresista acompañadas seguidamente de recortes y reformas en el sector económico con criterio liberal, el ingreso en la UE y el referendo sobre la permanencia en la OTAN como momentos históricos de una gestión, muchas veces contestada, que fue el reflejo de unas transformaciones ideológicas y programáticas personales, tendentes a la moderación». Y añade «el desarrollo autonómico con sus luces y sus sombras y las dificultades de integración del nacionalismo periférico».

Las sombras de 14 años de mandato: la guerra sucia contra ETA, la corrupción, el paro o las políticas de memoria

Los 14 años de gobiernos de González tuvieron también un lado negativo e incluso oscuro. «La más tenebrosa de las sombras fue la guerra sucia contra ETA», asegura García Abad. Núñez de Prado destaca la corrupción y «algunas leyes polémicas (Seguridad Ciudadana, LOGSE…)». También cita «el aumento del paro, que por ejemplo en 1994 alcanza el 25 %». Pero, por encima de todo, los GAL. Para la historiadora, «es una lástima que los importantes logros que el país debe al PSOE de González, que por cierto, poco o nada tiene que ver con el actual, se vieran nublados por la corrupción y otras malas decisiones que son difíciles de explicar y entender». Molinero explica que «más allá de la reestructuración industrial, las políticas económicas no tuvieron entre sus objetivos impedir que los costes de la crisis los pagara la clase trabajadora; la huelga general de 1988 fue consecuencia de ello». Lumbierres, además de los asuntos ya citados, resalta que «dejó un modelo de organización política basado en el hiperliderazgo, y un perfil de un ejecutivo que concentra poder más propio de un sistema semipresidencial que de uno parlamentario». Según Molinero, «a largo plazo, una de las sombras más alargadas es el rechazo explícito en aquellos gobiernos socialistas a realizar políticas públicas de memoria democrática, con la voluntad de que el espacio público dejara de ser lugar de homenaje de los referentes simbólicos de la dictadura franquista y se integraran en él referentes simbólicos de la democracia».

El hundimiento de UCD y del PCE y el pragmatismo del PSOE, factores clave

¿Cómo fue posible que el PSOE lograra una victoria tan contundente, que no ha vuelto a repetirse? Como destaca la historiadora Sara Núñez de Prado, coautora de Historia del tiempo presente, «el hombre que consigue que España se vuelva democrática, es decir Adolfo Suárez, y el partido que había creado para liderar la transición, la UCD, prácticamente desaparecen del mapa político». En su opinión, «la UCD se hizo el harakiri cuando quiso hacer desaparecer del primer plano político a Suárez». «Era una formación artificial, con grandes diferencias internas que en cuanto dejó de tener un objetivo común y tenía que legislar sobre cosas concretas que les separaban (piénsese en la ley de divorcio, por ejemplo) comenzó a disgregarse y los intereses ideológicos particulares y las ambiciones personales, tuvieron más fuerza que el bien y el interés común», explica.

Voto pragmático

Carmen Lumbierres asegura que «no había muchas más posibilidades de aglutinar el voto pragmático, fue una victoria ayudada por la incomparecencia del resto». «La UCD implosionó, Alianza Popular era la opción de los más apegados al régimen franquista, el PCE era el partido de la guerra y la resistencia antifranquista, página que claramente quería saltar la sociedad española para meterse de lleno en la normalidad democrática», añade. Por su parte, «el PSOE había abandonado el marxismo tres años antes en un congreso extraordinario del partido, y González era un líder posibilista cuya figura emergió en el rédito electoral por encima de las siglas del partido».

Para la politóloga y experta en comunicación política, «no era tanto un voto ideológico pegado al recuerdo de lo que habían sido, sino exactamente todo lo contrario, una mirada de cambio y homologación internacional, quizás en un paso de una sociedad más empeñada en mirar hacia adelante que no en ejercer la justicia restaurativa con las víctimas del franquismo». Ahí estriban «muchas de las explicaciones de por qué en España se ha tardado tanto tiempo y se ha hecho de una manera tan incompleta lo que otras naciones hicieron con su memoria».