La fría dosis de realidad que le espera a Elon Musk tras la compra de Twitter

Evelyn Douek THE ATLANTIC

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María Pedreda

El nuevo dueño de la red social se enfrenta a un panorama de regulación difícil

06 dic 2022 . Actualizado a las 11:57 h.

Hace unas semanas, un grupo conservador llamado Canada Proud escribió un tuit a Elon Musk en el que decía: «Ahora que eres el dueño de Twitter, ¿lucharás contra el proyecto de ley de censura online C-11 del primer ministro Justin Trudeau? Musk, que parece más ansioso por responder a tuits aleatorios que por estudiar las leyes que gobernarán su nueva adquisición, tuiteó de vuelta: «Es la primera vez que lo escucho». Vaya. En las próximas semanas, Musk tendrá varias reuniones y llamadas sorprendentes (si queda alguien en el departamento legal de Twitter para programarlas). El proyecto de ley C-11 de Canadá, al que también se le conoce como Ley de Streaming Online, incrementaría el control del gobierno sobre el contenido online.

Nadie, ni siquiera Musk, está por encima de la ley. De hecho, que Musk sea el dueño de Twitter es una prueba de que un hombre puede construir naves espaciales que desafían la gravedad, pero la ley siempre lo traerá de vuelta a la Tierra. Por mucho que haya intentado escaquearse de la compra, ser atacado en el Tribunal de la Cancillería de Delaware parece ser lo que ha llevado a Musk a cerrar el trato que anunció en el mes de abril.

Desde entonces, Musk ha hecho numerosas declaraciones sobre sus planes para cambiar la forma en la que la plataforma modera el contenido, es decir, cómo se trata el material que los usuarios suben a su sitio web. La mayoría de esos planes parece que implicarán que menos contenido se elimine. Musk podría cumplir su promesa de «vencer a los bots de spam», pero eso requeriría que Twitter cerrase más cuentas, no menos.

El tenor general de sus comentarios muestra una cierta nostalgia de los primeros días de mayor libertad en las redes sociales. Pero los días felices de la juventud de las plataformas han terminado, y el panorama de regulación en el que crecieron se ha ido para siempre. De hecho, de forma contraria al entendimiento común, las redes sociales nunca han estado libres de regulación. Como el profesor de Georgetown Anupam Chander argumentó, «la ley hizo a Silicon Valley», al dar intencionadamente a las plataformas un amplio margen en el modo en que trataban el contenido. La pieza central de este enfoque es la ahora famosa Sección 230, que libera a las plataformas de la responsabilidad de la mayoría de sus decisiones sobre cómo moderan su contenido. Ningún otro país ha sido tan permisivo como EE.UU., pero las plataformas también han disfrutado de un margen en cuanto a su regulación en gran parte del resto del mundo. Ahora, en medio de la creencia de que las tecnológicas están cambiando la sociedad a peor, se empiezan a buscar formas para frenarlas. Y, en muchos lugares, lo están consiguiendo.

En EE.UU., los miembros del Congreso han presentado un gran número de proyectos para enmendar la Sección 230, pero incluso si ninguno se convierte en ley, el marco legal en el que operan las plataformas de internet estará en terreno inestable. En octubre, la Corte Suprema aceptó escuchar dos casos que pueden reducir el alcance de la Sección 230 y exponer las plataformas a un riesgo de regulación mucho mayor. En el primero, Gonzalez contra Google, los familiares de un estudiante estadounidense que fue asesinado en el 2015 en un ataque terrorista en París demandaron a la empresa matriz de YouTube por la propaganda del estado islámico en la plataforma. El tribunal decidirá si las plataformas de redes sociales son las responsables del contenido de sus usuarios si se lo recomiendan a otros. Si la Justicia dice sí, entonces Twitter podría estar en apuros por recomendar un discurso de acoso o que apoye el terrorismo. El impacto de algo así en la plataforma de Musk podría ser gigante, porque básicamente todo el feed de los usuarios de Twitter es «recomendado» de una forma u otra.

En el segundo caso, Twitter contra Taamneh, el tribunal decidirá si las plataformas pueden haber ayudado e instado al terrorismo si su propaganda aparece en su página, a pesar del hecho de que las plataformas ya eliminan gran parte de ese contenido. Si la resolución de ambos casos termina en contra de las plataformas, el aparente desdén de Musk por eliminar contenido podría evaporarse rápidamente.

En otra señal de los tiempos, un juez del estado de Washington multó hace unas semanas a Meta, la matriz de Facebook e Instagram, con alrededor de 25 millones de dólares, después de descubrir que la compañía había violado una ley de transparencia política y publicitaria 822 veces, abriendo una puerta para muchos otros estados.

A través del Atlántico también llega más regulación. Después de que Musk tuitease que «el pájaro está libre», el comisario de Mercado Interior de la Unión Europea, Thierry Breton, le respondió con un recordatorio amistoso: “En Europa, el pájaro volará según nuestras normas. #DSA”. El hashtag se refería a la nueva Ley de Servicios Digitales, que impone una amplia variedad de obligaciones de evaluación de riesgos, auditoría y transparencia en grandes plataformas y las expone a multas masivas si no las cumplen. A diferencia del proyecto de ley canadiense, Musk al menos sí ha escuchado hablar sobre esta.

Cumplir las leyes y normas de cada país

En la India, el segundo país más poblado del mundo, han sido especialmente activos en la aprobación de leyes que le dan al gobierno un mayor control sobre el discurso online. Han presionado a Twitter para que elimine las críticas al gobierno del primer ministro Narendra Modi y se mantenga alejado del contenido que apoya al BJP, el partido que gobierna en la India. La compra de Musk no hará que el gobierno pierda el interés por la regulación.

Rajeev Chandrasekhar, el ministro de Electrónica y Tecnología de la Información de la India, explicó a Reuters que «sus reglas y leyes para los intermediarios siguen siendo las mismas independientemente de quién sea el dueño de las plataformas. Así que se mantiene la expectativa de cumplir las leyes y normas indias». Hasta hace poco, Twitter desafió las demandas del gobierno, y como recompensa, la policía de la India visitó sus oficinas en Nueva Delhi. A ver cómo le va al compromiso de Elon Musk con la libertad de expresión en ese clima.

Estos ejemplos son solo el comienzo. Otros países como Turquía, Brasil, el Reino Unido, Alemania y Australia, por nombrar a algunos, están considerando imponer nuevas obligaciones a las redes sociales. Y ser una empresa global significa una exposición global.

Los legisladores de todo el mundo no tienen ganas de juegos. Y Musk tiene mucha menos libertad de la que cree.

Evelyn Douek es profesora asistente en la Facultad de Derecho de Stanford. © 2022 The Atlantic. Distribuido por Tribune Content Agency. Traducido por S. P.