La música de Pavel para la guerra: «Sin "heavy metal" somos menos valientes»

Pablo Medina LA VOZ EN UCRANIA

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El próximo destino de Pavel, que se alistó al día siguiente de la invasión, es una misión secreta en el Dombás.
El próximo destino de Pavel, que se alistó al día siguiente de la invasión, es una misión secreta en el Dombás.

Su melomanía le sirve de «cobertura» para gestionar las emociones que nacen en el combate

18 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«Imagínate un campo de batalla con soldados disparando, misiles cayendo, humo, bosques con árboles partidos… y de pronto, salimos con el tanque, con los altavoces a tope, y suena ¡I'm on the highway to hell!, la cara que se le tuvo que quedar a los rusos». A Pavel Belyanski se le caen las lágrimas de risa cuando recuerda cómo rescató un tanque averiado de una zona de batalla del Dombás junto con su equipo. La guerra es un desequilibrante emocional y, para él, el rock y el heavy metal son un salvavidas. 

Se alistó el 25 de febrero, al día siguiente de que Vladimir Putin lanzara la invasión de Ucrania. «¿Qué otra opción teníamos? La pregunta que nos hacíamos era cómo queríamos morir, si en la batalla con el fusil en la mano o en un campo de concentración. Oí el discurso de Putin muy bien. Nos decía que no éramos ucranianos, que nos iban a reeducar. No había otra opción», recuerda Pavel con gesto calmado.

El veterano escritor, ahora alistado en el Ejército, está de paso en Járkov. Se dirige al Dombás en misión secreta y no se despega de su altavoz portátil. «La guerra está llena de emociones de distinto calibre. Una de ellas, es controlar el miedo para desempeñar nuestro trabajo. Los seres humanos dependemos por completo de las emociones, y saber gestionarlas es saber gestionarse a uno mismo en combate. Hay soldados que controlan su miedo y otros que son controlados por el miedo. La música te da una cobertura emocional para combatir», reseña Pavel.

Pavel Belyanski a su paso por la región de Járkov.
Pavel Belyanski a su paso por la región de Járkov.

Pero su melomanía le ha puesto banda sonora no solo a los combates y las operaciones para ganarle territorio a las fuerzas de Putin. Sus canciones le recuerdan a la familia, a los amigos, a otra vida en la que respiraba aire fresco en los campos en vez del hedor de los cadáveres de humanos y animales. Así que pulsa el botón del play y comienzan a sonar los recuerdos de su vida

Eficiencia en combate

«El tempo de esta canción me recuerda al ritmo al que avanzamos para tomar una posición. Iba escuchándola por un auricular mientras con el otro me comunicaba con mis compañeros», recuerda Pavel mientras suenan las primeras notas de Castle of Glass, de Lynkyn Park. El militar, natural de Kiev, asegura que los géneros más «duros» son los que mejor ayudan en el momento de combatir a sus enemigos. «Sin heavy metal somos menos valientes», incide. 

Pavel reproduce a continuación Seek & Destroy, el primer clásico lanzado por Metallica en 1981. El estribillo, traducido, repite «buscar y destruir» en doce ocasiones a lo largo del tema. Para él, escuchar a los californianos es como un ritual de concentración. «Si te repiten tantas veces el estribillo y se te incrusta en el cerebro, no puedes pensar en otra cosa. Al final, buscar y destruir es lo que hacemos», afirma, a la par que recuerda que es su canción favorita para desplazarse cuando está de misión. 

El militar es veterano de la guerra del 2014 desatada cuando Putin armó a los secesionistas de Donetsk y Lugansk y se anexionó Crimea. Mientras la canción de Metallica se sumerge en un solo de guitarra, Pavel señala que el conflicto ha evolucionado y que ahora tratan de luchar de otra forma. «Nuestro comandante dijo que esta guerra no tiene nada que ver con la del 2014. Ahora tienes que defender y luego ganar. He estado participando en zonas de Jersón, en la defensa de Járkov y en la de Kiev, tanto en la capital como en la región, y tiene razón. Los rusos la han hecho más horrible. Nadie se imagina lo que es una guerra hasta que la vives», señala.

El batallón de Pavel Belyanski, en la región de Járkov.
El batallón de Pavel Belyanski, en la región de Járkov.

«Combatimos para mantener un estilo de vida» 

A la llegada de los rusos, Pavel se dirigió al frente a combatir por su país en el interior de un camión de la basura junto a su pelotón. Los misiles que caían levantaban la tierra mientras una columna de humo salía del cráter. «Artillery —de la banda Piriatin— es una canción que nos empujaba a ser valientes», cuenta el miembro del Ejército, que especifica que esta canción, junto a la Marcha de los nacionalistas ucranianos, eran sus favoritas al inicio de la guerra. 

«La Marcha la utilizábamos para molestar e incordiar a los rusos. A veces cogíamos el coche, nos acercábamos a sus posiciones con la música a todo volumen y, cuando disparaban, nos íbamos», comenta. En realidad, es casi una tradición usar este tema como arma contra los enemigos. La composición original de Omelian Nyzhankivskyi ya se cantaba clandestinamente en 1932 en tiempos de disensos con la Unión Soviética por la gran hambruna del país, conocida como Holodomor. 

De hecho, fue la nostalgia de la resistencia lo que movió a Pavel a cambiar de canción por Misto Mariyi, de Okean Elzy. Una canción dedicada a Mariúpol con una enseña religiosa, pues el título se traduce como Ciudad de María, en referencia a la madre de Cristo. «Cuando me enteré de que mis camaradas estaban aguantando, insistí al alto mando en unirme a ellos, pero me lo negaron. Misto Mariyi me recuerda a nuestros héroes», comenta el soldado. 

La huella de la nueva vida

Cuando las fuerzas de Vladimir Putin cercaron Kiev, los ciudadanos tenían que refugiarse donde podían. Muchos optaron por protegerse de la artillería en las estaciones de metro. Pavel vio con sus ojos el sufrimiento de los civiles. Especialmente, el de los niños. Escoge la canción Metro de la banda Zhadan y Sobaky y la reproduce. «‘Los vi jugar allí, los ví vivir allí, es una pesadilla'. Así dice el estribillo. Esas nuevas vidas ya tienen la guerra marcada en su recuerdo. No se lo merecen», comenta con tristeza.

A pesar de su apariencia fiera por su altura y corpulencia, Pavel es de esas personas que transmite ternura siempre que habla y nunca pierde la sonrisa. Tampoco lo hace cuando se acuerda de su hijo. «Es fruto de mi primer matrimonio, vive en Alemania. Solíamos cantar Take on me, de A-ha!, cuando volvía a casa. Conducíamos de Odesa a casa con ella. Una vez, vigilando una posición en el este, me escribió preguntándome si podía volver al país y se lo negué, porque era peligroso. Él me envió un vídeo con el tema. Lloré, pero me dio esperanza. Volveremos a cantarla juntos», certifica. 

Pero la garantía de sobrevivir a la guerra no la concede nadie. Pavel no sabe si vivirá para conducir por Odesa con su hijo cantando un éxito de 1985 o si lo abatirán sus enemigos. Con el azar agitando las manos para lanzar los dados de su destino, el veterano del Dombás ha pensado en todo. Suena Krayina, de Tymchasova Nazva, y cuenta como conclusión: «Una vez estuvimos en un pueblo de la región de Járkov donde habían matado a quince personas. Quince valientes que no quisieron cambiar su estilo de vida por los caprichos de un tirano. Del enfado, escribí a mis amigos y les dije que si moría, pusieran esta canción en mi funeral y esparcieran mis cenizas por Kiev. Nunca me iré de mi patria». 

«En cuanto esto acabe escucharé el himno nacional. Refleja exactamente lo que queremos y lo que perseguimos para nuestra victoria. Todo propagandista ruso la escuchará desde Moscú». «Combatimos por mantener un estilo de vida. Los rusos que vinieron aquí quieren cambiar eso, quieren que vivamos a la rusa, pero es nuestro derecho vivir como queramos. Espero que Dios lo comprenda, pero quiero que se jodan».