La humillación de Kevin McCarthy

Russell Berman

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MABEL RODRÍGUEZ GÓMEZ

Será finalmente presidente de la Cámara de Representantes tras 15 votaciones

08 ene 2023 . Actualizado a las 09:31 h.

Un poco antes de las cuatro de la tarde del 3 de enero, Kevin McCarthy, el hombre que desesperadamente quería ser el presidente de la Cámara de Representantes, acababa de sufrir dos rechazos públicos seguidos. Por alguna razón, permanecía erguido. «Nos quedaremos hasta que ganemos», afirmó McCarthy a un grupo de reporteros que lo esperaban fuera del baño en el Capitolio de Estados Unidos.

Momentos antes, McCarthy se había sentado y visto cómo una pequeña pero atrincherada facción de derecha de su partido desafió dos veces sus súplicas de unidad y aseguró el vergonzoso lugar del californiano de 57 años en la historia del Congreso. Intentando evitar la primera votación fallida de un presidente en cien años, McCarthy podría permitirse perder solo cuatro republicanos en el recuento crucial de la línea del partido que abre cada nuevo Congreso y permite que el partido mayoritario gobierne. McCarthy perdió 19. Se volvió a pasar la lista, y una vez más 19 republicanos votaron por alguien diferente a él. Según los estándares hiperpolarizados del Capitolio moderno, esto fue una derrota.

Fuera del baño, McCarthy explicó cómo los votos podrían desgastar a su oposición, cómo vieron que no había una alternativa viable a él. Agregó que el republicano a quien sus 19 detractores habían apoyado en la segunda votación, el representante de Ohio Jim Jordan, ni siquiera quería ese puesto, y lo apoyaba a él. «Cambiará en algún momento», dijo McCarthy.

Volvió y vio cómo la Cámara lo rechazaba por tercera vez, ahora con 20 republicanos que apoyaban con sus votos a Jordan. Cuando se dio por finalizado el día sobre las cinco y media de la tarde, McCarthy ya había abandonado la sala, su último intento para ser presidente de la Cámara se frustró por el momento, pero finalmente, no para siempre.

Cuando comenzó el primer día del nuevo mandato del Congreso, McCarthy hizo una última petición desafiante a los republicanos en una reunión privada, la culminación a dos meses de negociaciones y concesiones. El discurso reunió a sus aliados: la representante de Misuri Ann Wagner me dijo que nunca lo había visto tan encendido. Pero también «animó a la otra parte», comentó el representante de Texas Pete Sessions a los reporteros antes de las votaciones.

Esperados o no, los votos fallidos significaron una increíble humillación para McCarthy, que en los últimos días había estado proyectando confianza no solo de palabra, sino de hecho. Más que prepararse para el trabajo de presidente de la Cámara, él ya había comenzado a serlo: McCarthy se había mudado a las oficinas del Capitolio. Si la Cámara elige a alguien además de a él en los próximos días o semanas, tendrá que mudarse de nuevo.

Pero la votación fue una vergüenza aún mayor para un Partido Republicano que, al menos en la Cámara, ha desperdiciado la mayoría de las oportunidades que los votantes le han dado para gobernar en los últimos 12 años. Un día de un aparente triunfo se ha convertido en uno amargo, una realidad que muchos de los republicanos, especialmente los que apoyan a McCarthy, hicieron muy poco esfuerzo por ocultar. «Esto nos cuesta prestigio», lamentó Sessions después de que la sesión se suspendiese. «El mundo está mirando».

Lo que el mundo vio probablemente dejó a muchos confusos. Los demócratas, el partido que los votantes habían relegado a la minoría, lo celebraban. «¡Que empiece el espectáculo!», exclamó uno. El representante de California Ted Lieu posó fuera de su oficina con una bolsa de palomitas. Durante las tres rondas de votaciones, los demócratas alardearon de su unidad, emitiendo con entusiasmo sus votos unánimes para el líder de la minoría, el representante de Nueva York Hakeem Jeffries. «¡Jeffries, Jeffries, Jeffries!», exclamaba la expresidenta de la Cámara de los Representantes Nancy Pelosi en la cuarta hora de votación.

Para ese momento, la Cámara había perdido gran parte de su energía. Quienes habían llevado a sus hijos para que fuesen testigos de su juramento como miembros del Congreso los habían dejado ir: no habría juramento, porque eso, también, debía esperar a la elección del presidente. A medida que avanzaba la tercera votación, algunos republicanos parecían estar quedándose dormidos. «Porque quiero gobernar: Kevin McCarthy», dijo el representante de Míchigan Bill Huizenga cuando fue su turno de votar de nuevo.

Votar una y otra vez, hasta que se cansasen o rindiesen

La estrategia de McCarthy al comenzar el día había sido mantener a los miembros en la sala, votando una y otra vez, con la esperanza de que sus oponentes se cansasen o se rindiesen ante la presión de los republicanos de la Cámara que sí lo apoyaban. Pero cuando el representante por Oklahoma Tom Cole, aliado de McCarthy, hizo la petición de que aplazar la sesión antes de la cuarta votación, nadie se resistió. «Estamos en un punto muerto», dijo a los periodistas el representante de Florida Byron Donalds, cuyo rechazo a Jordan después de votar en dos ocasiones por McCarthy puede haber ayudado al aplazamiento. «Ahora mismo está claro que Kevin no tiene los votos. Así que, ¿qué vamos a hacer? ¿Ir por el mismo camino que ya hemos visto con las votaciones [iniciales]? No tiene sentido».

Después del aplazamiento, los miembros de la Cámara se marcharon a reuniones que muchos esperaban que romperían la paralización a tiempo para que la Cámara se volviese a convocar a mediodía. McCarthy seguía buscando a alguien a quien culpar, pero su posición parecía más precaria que nunca. Los republicanos que lo habían apoyado durante tres votaciones empezaban a debatir alternativas. ¿Podría Jordan, aún más conservador que McCarthy y más cercano a Donald Trump, ganar a los moderados del Partido Republicano? ¿Era el representante Steve Scalise una alternativa aceptable? Y mientras algunos republicanos todavía se autoproclamaban «Solo Kevin», otros sugerían que podrían estar abiertos a alguien más. «Nunca digas lo que nunca vas a hacer», me dijo Wagner antes de que la votación comenzase de nuevo.

Si hubo un consenso entre los republicanos la noche del 3 de enero, fue que pocos, si es que alguno de ellos, tenían idea de a quién podían elegir como presidente, o cuándo pasaría eso. «Creo que todo el mundo va a su esquina y habla», le contó a los periodistas el representante de Colorado Ken Buck, un conservador que votó a McCarthy. Le pregunté si había un escenario en el que McCarthy, habiendo perdido tres votaciones seguidas, pudiese todavía ganar. «Absolutamente», contestó. ¿Era lo más probable? Buck respondió igual de rápido: «No».

Russell Berman es periodista en «The Atlantic». © 2022 The Atlantic. Distribuido por Tribune Content Agency. Traducido por S. P.