Frédéric Mertens: «Bolsonaro es un Trump tropical con los mismos mensajes radicales»

Pablo Medina MADRID / LA VOZ

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Frédéric Mertens, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Europea de Valencia.
Frédéric Mertens, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Europea de Valencia.

El asalto a las instituciones brasileñas dilata la fractura social en el país

11 ene 2023 . Actualizado a las 10:26 h.

Los asaltos violentos a las sedes legislativas han sido una tradición de largo recorrido desde hace años. Los últimos —Estados Unidos en el 2021 e Irak en el 2022— sirvieron de inspiración para los bolsonaristas que, el pasado domingo, asaltaron las sedes de los tres poderes de Brasil. Frédéric Mertens, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Europea de Valencia, arroja luz sobre las claves de estos actos y cómo Brasil tiene un papel protagonista propio.

—¿Por qué se están asaltando las sedes parlamentarias en diferentes países?

—El Parlamento es la cristalización del centro democrático. ¿Dónde se toman las decisiones? ¿Dónde está el foco de la corrupción? Es el lugar donde se unen las frustraciones colectivas de los ciudadanos. Cuando se trata de una dictadura, el objeto de la frustración es un palacio. No necesariamente tienen que ser radicales quienes protestan en los parlamentos. En el 15M la multitud cercó el Congreso sin violencia. En un Estado democrático, canalizan su frustración hacia el parlamento o cualquier institución democrática. En Brasilia se han asaltado los edificios de los tres poderes. Aunque en España es difícil que se hagan con la Ley Mordaza.

—¿Qué ingredientes cree que se han juntado en el cóctel de la política brasileña para acabar con las instituciones asaltadas?

—Esto nos remonta a meses. Tienes un grupo significativo de seguidores a muerte de Bolsonaro y tienes una multitud de gente que siguen a Bolsonaro porque no quieren tener a Lula como presidente. Los radicales no son necesariamente el reflejo de los votantes de Bolsonaro, pero son la imagen de una fractura política y social muy fuerte. Brasil es el país más polarizado de América Latina, más que Estados Unidos. Se une una mezcla de condiciones sociales, económicas y religiosas. El sur es blanco, con tendencia de derecha, con clases altas y con un auge evangelista. Y luego tienes el norte, pobre y carioca, con católicos y espiritistas. Los bolsonaristas han hecho mella en cuanto a la llamada a seguir con su líder antes, durante y después del proceso electoral. El resultado ha sido un elemento para reforzar una fractura que es económica, social, religiosa, racial e ideológica.

—¿Cómo calificaría el papel de Trump y Bolsonaro en estos asaltos? ¿Culpables? ¿Cómplices? ¿Inspiradores?

—Hay un claro apoyo directo por parte de Trump a Bolsonaro. En la crisis del coronavirus se vio perfectamente. Trump dijo que era una gripe de nada y Bolsonaro siguió sus pasos, y lo que tuvimos luego fue una pandemia. Además, el hijo de Bolsonaro fue recibido en la residencia privada de Trump y ha recibido apoyo material y financiero. Bolsonaro es un Trump tropical, con la misma línea de pensamiento estrecho, con mensajes radicales y vista a corto plazo.

—Se ha mirado mucho al Ejército como un agente clave. ¿Qué posibilidad de rebelión tienen las Fuerzas Armadas?

—La última presidencia dictatorial de Brasil se remonta a 1985. Entre esa fecha y el 2023, unos cuantos oficiales y miembros de la cúpula militar se jubilaron. Esta generación de militares, a nivel de toma de decisiones, tienen otra visión y otra concepción del papel de las Fuerzas Armadas en un joven Estado democrático. Pero independientemente del cambio de mentalidad, una pequeña minoría ha estado a dos dedos de degenerar la situación e implicar a los militares. Si hubiera habido movimientos radicales bolsonaristas en las capitales de los estados federados, el Ejército hubiera actuado. Algunos querrían incluso actuar de escoltas de estos grupos violentos. Pero si no se han movido, es porque querían observar para actuar según las dimensiones del incidente.

—Hablando de las divisiones sociales, ¿cree que la fractura se dilatará en el tiempo? ¿Hay un horizonte positivo para Brasil?

—Esto va a durar para largo. Las cosas mejorarán si Brasil recupera la situación económica que tenía alrededor del 2012, cuando nosotros en Europa sufríamos la crisis financiera y todos veían a Brasil como Eldorado. Aquellos años se presentaba como el gigante de las oportunidades y millones de brasileños pobres llegaron a mejorar su situación económica. Pero la no gestión de la crisis derivada de la pandemia y los servicios públicos que ha desmantelado va a generar consecuencias duraderas. No solo en la economía, sino también en el estado de salud de la sociedad brasileña.