El desgaste personal de Zelenski y Putin

José Luis Martín Ovejero, experto en comunicación no verbal

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El tiempo y un prolongando combate obliga al líder ruso a transmitir cierta inseguridad, mientras que el presidente ucraniano tiene que salir de su país para que no le dejen solo

26 feb 2023 . Actualizado a las 09:16 h.

por Rusia, he realizado 20 análisis especializados centrados en la comunicación de Zelenski y Putin. Pero en esta ocasión, me voy a centrar en cómo ha evolucionado la comunicación de ambos líderes durante este tiempo.

En el caso de Zelenski, pasó de tener una típica apariencia formal de político a la de un militar de campo, que solo abandona para vestir de negro en alguna ocasión. Lo hace así desde su primera aparición tras la invasión. Es una buena manera de recordar que su país está combatiendo y resulta interesante para que su pueblo le vea como un combatiente más. Ni siquiera cambia su apariencia cuando visita o le visitan presidentes de otros países o instituciones internacionales. No quiere que nadie olvide lo que él representa. Y eso lo consigue incluso cuando no habla, porque su ropa lo dice todo. Además, su rostro siempre ha reflejado muchas emociones, principalmente tristeza. Las emociones se contagian. Quien pide ayuda conseguirá mejores resultados transmitiendo una imagen de indefensión y vulnerabilidad. Mide también al milímetro cada puesta en escena. Dos buenos ejemplos son su intervención ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (el pasado mes de septiembre) o su denuncia de que en Ucrania pasan frío (de noviembre del año pasado). En esa primera intervención ante la ONU, colocó la cámara a su lado para que le sientan como un aliado, en la penumbra, para iluminar rostro y manos (lo que más y mejor comunica en el ser humano), con símbolos unidos de Ucrania y de la ONU.

En cuanto al mensaje de que en Ucrania pasaban frío, lo hizo con un fondo claro y él vestido de negro con una sudadera. Una imagen de quien necesita abrigarse.

Mayor protagonismo

Se ve también una evolución para convertirse en protagonista. Al principio, se fotografiaba en compañía de otros miembros de su Gobierno, como el ministro de Defensa, pero en sus intervenciones posteriores, aparece casi siempre solo. Ha personalizado y liderado su petición de ayuda. Asimismo se aprecia un gran cambio de estrategia comunicativa al lanzar sus mensajes desde Ucrania, aunque siempre implicando al país para el que habla; a viajar y pedir ayuda en tierra de los propios países aliados (EE.UU., el Reino Unido, la Unión Europea). Pasa de un «te pido ayuda desde mi país en guerra» a «voy adonde haga falta para que me ayuden».

En cuanto a Putin, su apariencia formal no ha cambiado después de la invasión. Siempre con traje y corbata. Y se apreció firmeza y determinación al comunicar la invasión. Él es el líder del hielo. Transmite mucha frialdad emocional, aunque más tarde, como veremos en los puntos siguientes, parecerá derretirse.

Hay dos viajes que preferirá olvidar. El primero es a Turquía, el pasado julio, donde el presidente Erdogan le hizo esperar en una sala, de pie ante las cámaras, durante un interminable minuto. Su nerviosismo fue patente. Pudo pensar que no le tomaban muy en serio. El momento en el que se le ve más hundido se produjo en septiembre, junto al primer ministro de la India, quien le dijo que no era el momento para guerras. A los pocos días, movilizó al pueblo ruso y lo hizo con mayor inseguridad.

También es llamativo el mensaje de año nuevo del líder ruso. Lo hizo acompañado y a la cabeza de su Ejército. El cambio es notable y ya busca que se le vea como un líder que no está aislado. Pero en su discurso a la nación de esta semana le pudimos contemplar lejos del público, muy solo y con bastante tensión interior. Vuelve el líder solitario y distante.

El tiempo y un prolongado combate han desgastado a ambos líderes. La fortaleza inicial de Putin se ha transformado en una comunicación que transmite cierta inseguridad; mientras que Zelenski, además del desgaste personal físico evidente, tiene que salir de su país e ir adonde haga falta para que no les dejen solos. Eso sí, la guerra de los mensajes sigue siendo la misma: la amenaza directa frente a la compasión. Y la conquista de tierras contra la conquista de voluntades.