María de la Muela, asesora jurídico-laboral: «En algunos países está mal visto hacer horas extras»

Alejandra Ceballos / S. F.

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María de la Muela ha hecho un máster en asesoramiento jurídico-laboral
María de la Muela ha hecho un máster en asesoramiento jurídico-laboral

El empleo para la generación Z es un tema complicado. Esta laborista, sin embargo, reconoce que es una situación generalizada en España. «Mucha gente no trabaja en lo que quiere, sino en lo que puede», puntualiza

17 mar 2023 . Actualizado a las 09:04 h.

María de la Muela tiene un doble grado en Relaciones Laborales, Recursos Humanos y Trabajo Social. Se desempeña como técnica laboral y culmina un máster en Asesoramiento Jurídico-Laboral. Reconoce, como muchos, que conseguir empleo parece ser cada vez más complicado para los recién graduados. «Sacas la cabeza y hay un precipicio. Llevas estudiando siete años o más y a cambio no tienes nada», dice.

—¿Hay una brecha entre lo que ofrece el mercado y lo que se promete a los estudiantes?

—Sí. Los docentes universitarios y del instituto tienen una perspectiva muy diferente a lo que verdaderamente es la vida laboral.

—¿Aceptamos cosas que no deberíamos?

—Sí, pasamos por alto un montón de carencias de las propias empresas, simplemente porque no tenemos experiencia o porque lo que queremos es entrar en el mercado laboral cuanto antes y de la manera más rápida.

 —¿Por qué ocurre?

—Las empresas se aprovechan de que la gente no tiene experiencia, y van a decir que sí a todo. Tú estás aportando valor en el negocio donde vas a entrar, es una simbiosis. Tú trabajas y cobras un salario, pero la organización también te necesita.

—¿Los puestos de empleados se hacen pasar por becarios?

—No puedes comparar el perfil de una persona que lleva 20 años en la empresa con el de un becario, pero sí. Lo que suele ocurrir es que las empresas plantean lo siguiente: «Llega Navidad o verano y hay mucha carga de trabajo, pero no hay tiempo para contratar a nadie, así que vamos a coger a un becario». El problema es que apenas baja el flujo de obligaciones, prescinden de ese estudiante y ya está.

—¿Dónde debería estar el límite que diferencia a un becario de un perfil júnior?

—Hay empresas te forman, que es lo que sería ideal, pero en otras hay tanta carga de trabajo que no se toman ese tiempo. La diferencia debería estar entre poder o no hacer las cosas con autonomía. Siempre se necesitará el apoyo de compañeros, pero ves que empiezas a necesitar menos y ahí ya puedes ser un júnior.

—¿En qué momento se pasa de las «condiciones del mercado» a explotación?

—Es un término fuerte, pero, por ejemplo, quedarte más tiempo, aceptar entrar antes o salir después y que haya una intimidación, ya podría considerarse explotación. Hay otros comportamientos que se pasan por alto, pero no deberían, como que te agenden las vacaciones de manera unilateral. El problema es que cada vez hay más competencia, y terminas aceptando por miedo.

—¿Hay algo a lo que nos hayamos acostumbrado y no deberíamos?

—En otros países está mal visto hacer horas extras o trabajar fuera del horario laboral, pero en España no, y debería verse mal. Estamos acostumbrados a tener días superintensos y jornadas laborales muy largas.

—¿Hay algún sector especialmente vulnerable?

—Además de la hostelería, los que están sujetos a modelos fijos-discontinuos, los que tienen trabajos estacionales, la agricultura... En muchos de esos casos ni siquiera estamos hablando de contratos. Lamentablemente suele responder a gente que necesita dinero rápido, que no tienen experiencia y que pueden tolerar que les lleguen a pisar, se aprovechan del temor y de que no has aprendido que no eres esclavo de nadie. Ahí hablaríamos de precariedad. Son trabajadores dispuestos a todo.

—¿Qué ocurre con los «riders»?

—La mayoría de las personas entran ahí porque están en situaciones precarias. Normalmente no pueden optar a nada más, o es su única manera de compaginarlo con estudios u otro empleo. Volvemos a lo mismo: el temor de demandar a la empresa y perder lo poco que tienes. Son perfiles que se ven abocados a trabajar en entornos peores. Se está trabajando desde el Tribunal Supremo, y también para que la gente reconozca los falsos autónomos.

—¿Hacen falta políticas?

—Obviamente es necesaria una legislación. Según avanza la sociedad y nuestro estilo de vida, el mercado laboral también debería evolucionar. Si cada vez se exige más formación, lo que tenemos que asegurarnos es que la gente no se queme antes de su primer trabajo.

—¿Los jóvenes están en una posición especialmente vulnerable?

—Claro. Ahora mismo, mucha gente no trabaja en lo que quiere, sino en lo que puede, entonces suele pasar por alto cosas que no debería. Muchas veces ni siquiera sabemos a qué tenemos derechos, no estamos listos para el mundo laboral, ni siquiera sabemos leer una nómina.

—¿Qué otros derechos se pasan por alto?

—Cuando tienes un hijo y tienes que ir al médico o te llaman del colegio, te puedes ausentar por derecho. También las formaciones obligatoriamente deberían ser en el horario de trabajo y, si no puede ser así, luego tendrían que compensarte ese tiempo.

—¿Si pudieras hacer un solo cambio, cuál sería?

—Ahora ya no hay tanta temporalidad, ha disminuido a mínimos históricos, pero es muy importante regular a los a falsos fijos-discontinuos, hay muchos.

—¿Se pide demasiado a los trabajadores frente a lo que ofrecen las empresas?

—A veces tienen el cinismo de decirte que tienen máquinas expendedoras de agua. Va a llegar el momento en el que las empresas te digan que tienen luz o agua corriente. Terminamos aplaudiendo lo básico que te puede ofrecer una empresa, en cambio a ti te piden tres idiomas, cinco años de experiencia, haber trabajado en tres países y aún se enorgullecen de tener «mamparas rojas» en la oficina.

—¿Por qué existe esa brecha?

—El mercado de trabajo es muy competitivo, hay mucha demanda para la oferta que hay. Es tan sencillo como decir: «Si a ti no te interesa, tengo cien detrás de ti que están dispuestos a aceptar».

—¿Las malas condiciones afectan al país?

—Claro, hay fuga de cerebros. Estamos invirtiendo dinero en formar perfiles muy específicos que luego se rifan en otros países. No somos capaces de retener el talento, principalmente porque no estamos dispuestos a dar los derechos y el salario que se merece la gente que estudia en las universidades españolas.

—¿Un consejo para los que se enfrentan a procesos de reclutamiento?

—Que busquen algo que les interese de verdad, que las empresas no les están regalando nada, ellos también van a aportar. Sobre todo, que no se queden con lo primero que vean y que no se desesperen.