Blas y Fran, gemelos idénticos: «No hay conexión como la nuestra»

Alejandra Ceballos

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Se ven todos los días, y se acompañan en todo: conciertos, viajes, aficiones... Estudiaron lo mismo y se dedican a la misma profesión y, por supuesto, viven cerca. «Nuestras parejas tienen que adaptarse a nuestra relación», confiesan

23 mar 2023 . Actualizado a las 09:19 h.

Blas y Fran Tudela Carrillo (Lorca, Murcia, 1982) llegaron «de rebote y sin querer». Son los menores de seis hermanos y los dos hombres completaron una familia de seis hijos: tres niños y tres niñas, aunque sus padres no los estaban buscando.

Son gemelos idénticos, y ya no solo por el físico, sino por la personalidad. Se autodefinen como dos partes de un todo. Estudiaron lo mismo, tienen gustos similares y, al saludar, cuando les preguntan cómo están, responden al unísono que ‘bien’. Se miran el uno al otro con complicidad y comienza la conversación.

Su padre era policía, así que la familia vivió en Madrid; en Santiago, donde nació la segunda hermana; en Cartagena y, finalmente, en Lorca, donde nacieron ellos y han vivido gran parte de su vida. «La casa de nuestros padres no era como es ahora. Era de planta baja, pero le fueron agregando plantas y habitaciones a medida que fuimos naciendo», relatan con gracia.

Primero vinieron las tres hermanas mujeres, después su hermano y, por último, y sin esperarlo, llegaron ellos, por partida doble. «Pensábamos que querían otro niño, pero hace poco nos enteramos de que no. Fuimos una sorpresa. Mi madre cuenta que se veía la barriga bastante grande, pero como en ese momento había menos control, no sabía de qué se trataba. Ella decía que ‘aquello estaba muy gordo’ —se ríen—, pero no se imaginaba un embarazo gemelar. A los seis meses le hicieron una ecografía y confirmaron que éramos dos. Fue tal el susto que se desmayó», relatan. No tenían abuelos ni bisabuelos gemelos, así que nadie se esperaba que ellos fueran dos.

Recién nacidos, cuentan, ocurría lo típico: le daban de comer a uno y al otro no, o los confundían, así que al final optaron por ponerle a cada uno un chupete de un color diferente.

A los 3 años Blas se hizo una cicatriz en la nariz que, durante mucho tiempo, fue lo único que permitía diferenciarlos. Ya en la escuela se notaban un poco más la distancia, especialmente de personalidad, pero ellos se sentían parte de un todo. «Somos muy cercanos. Nuestra relación es muy diferente a la que tenemos con nuestros otros hermanos, e incluso a la que tienen otros gemelos entre sí», dicen.

Iban a la misma clase, compartían su grupo de amigos y hasta los apuntes. Blas era más disciplinado y Fran, por lo tanto, muchas veces le copiaba lo suyo. «Cuando discutíamos lo amenazaba con no prestarle mis deberes», relata Blas. Era de las pocas diferencias que había entre los dos.

Eso, y que Fran era más travieso que Blas. «Era lo único que me daba un poco de rabia. Si él hacía algo, nos culpaban a los dos. Entonces, como Fran era un poco más gamberrillo que yo, me molestaba que nos incluyeran a ambos en sus travesuras», narra el hermano.

Era tal el nivel de cercanía que incluso enfermaban de lo mismo. «La gente le atribuye eso a cosas místicas, pero es lo normal. Si pasas casi todo el día con la misma persona, lo que terminará ocurriendo es que te contagies de los mismos virus. Entonces, las gripes siempre eran las mismas, también tuvimos mononucleosis los dos…», explica Blas.

PAREJA DE DOS

Tanto es el tiempo que pasan juntos que confiesan que sus compañeros sentimentales se deben adaptar al vínculo de ambos. «Incluso con mi primera pareja nos íbamos de viaje juntos, con Blas», explica Fran, el primero que tuvo novio. «Es que las parejas de los gemelos tienen que aguantar cosas que las demás personas no. Está siempre el pesado de turno armando el follón», continúa entre risas su hermano.

Blas confiesa que no lo pasó tan bien cuando dejó de ser la prioridad de su gemelo. «No se lo dije a él, pero me sentía mal, como si me faltara algo. Es que siempre hemos estado juntos para todo», explica. Aunque también aclara que para la segunda relación de Fran ya había entendido la situación.

Más allá de los novios, que por obvias razones no comparten, para el resto de las actividades ellos saben que cuentan con un aliado. «Cuando nuestros amigos no se unen a algo que queramos, vamos los dos solos. Siempre que hay una película en el cine, vamos juntos», relatan con complicidad.

Esa cercanía, que cuando están juntos es la fortaleza, ha sido también motivo de mucho aprendizaje cuando no vivían en la misma ciudad. Fran pasó dos temporadas en Londres. La primera vez fue a buscar empleo. «Yo lo pasé fatal. Más allá de echarlo de menos. Justo al poco tiempo de su partida, terminé una relación en la que llevaba mucho tiempo, entonces era como si me faltara algo», narra Blas.

La segunda vez, Fran volvió como auxiliar de conversación y esta vez las cosas fueron diferentes. Blas lo echaba de menos, pero como Fran tenía tanto tiempo libre, viajaba constantemente a su casa. «Me gasté todo el dinero en vuelos», dice.

UN ESPEJO

Las vidas se han ido hilando la una con la otra, incluso en las actividades extraescolares. Les gustaba el voleibol más que el fútbol y estaban en la banda municipal, donde tocaban el clarinete. Los dos estudiaron lo mismo: Psicología. Después Fran hizo Periodismo y Blas Pedagogía Infantil, más tarde su gemelo le siguió los pasos, y ahora ambos son orientadores educativos, uno en la provincia de Murcia y el otro en Andalucía.

Nunca trataron de diferenciarse ni por personalidad ni por el estilo, aunque ahora sí que hay una pequeña diferencia en la barba de ambos, que, para los que llevan un tiempo sin verlos, todavía no es suficiente para saber quién es quién. En el 2007, ambos consiguieron una beca para ir tres semanas a Londres a un curso de inglés, donde también conocieron a dos chicas más que tenían hermanas gemelas, pero «ninguna con la cercanía» que tienen ellos dos.

Ahora van a danza y a teatro juntos. También son fans de las Spice Girls, a quienes ya han visto tres veces en conciertos en el Reino Unido. Es un gusto compartido para el que no necesitan a nadie más que a su hermano para pasarlo bomba. Reconocen que son un caso fuera de lo común. «La conexión que tenemos es superextraña, entre nosotros tenemos que estar en contacto continuo. Eso no lo vemos en los demás hermanos, especialmente entre hombres de nuestra edad, porque por los roles de género es algo que se suele evitar», reflexionan.

Aunque también coinciden en que es un aspecto que les viene de familia. Todos sus hermanos viven en la provincia de Murcia y están muy unidos, tienen una relación muy fraternal. «En casa aprendimos que siempre deseamos lo mejor para nuestros hermanos y lo siguiente para nosotros mismos. No todas las familias son así», explican.

Hoy Fran vive con su pareja en una casa en el campo a dos kilómetros del hogar de sus padres, donde crecieron todos. Blas, por su parte, planea mudarse cerca de él, y también ha comprado una propiedad en el campo. Dicen, al unísono, que se ven «todos los días». «Tener un gemelo implica tener siempre a alguien. Somos uno solo, cada uno sabe cómo te sientes y por qué te sientes así. Es lo mejor que puede tener una persona», expresan.

No saben qué les depara el futuro, lo único que saben es que seguirán contando el uno con el otro. «Es como si fuéramos uno. No existe una conexión en el mundo, ni siquiera madre-hijo, que esté al nivel de la nuestra», concluyen.