Pierden la comunicación con la sonda japonesa que pretendía aterrizar en la Luna

jon garay COLPISA

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«Eso significa que definitivamente no pudimos completar la fase de aterrizaje», reconoce el equipo de la empresa japonesa Ispace, que pretendía ser la primera entidad privada en situar una nave en el satélite terrestre

26 abr 2023 . Actualizado a las 09:32 h.

«Perdimos la comunicación. Eso significa que definitivamente no pudimos completar la fase de aterrizaje», ha reconocido uno de los ingenieros de Ispace, la empresa japonesa que pretende ser la primera entidad privada en aterrizar una nave en la Luna. La señal de que algo había ido mal fue el largo vídeo promocional introducido cuando esperaban la comunicación de la sonda Hakuto R. Pero esta no llegó. Este contratiempo se une al experimentado la semana pasada con Starship, el cohete de Elon Musk que estalló a los cuatro minutos en su primera prueba de vuelo. Tres días antes, el gigantesco artilugio, de 120 metros de altura y el más potente de la historia, ni siquiera había podido despegar debido a que una pieza que había congelado. Tanto esta como la Hakuto R tienen como horizonte final ayudar a la culminación de la misión Artemisa, que busca situar de nuevo al ser humano en el satélite terrestre en 2025 y desde allí, emprender el 'salto' a Marte.

No es tarea fácil poner un artilugio espacial en la Luna. Hasta la fecha tan solo lo han conseguido grandes potencias como Estados Unidos, la extinta Unión Soviética y China. Hakuto R debía tocar la superficie lunar en el cráter Atlas, situado en el Mare Frigoris (Mar del Frío), en el extremo norte. Debido a su delgada atmósfera, que le impide conservar el calor del Sol, las temperaturas diurnas en el Planeta Rojo rondan los 0 grados para desplomarse hasta casi 130 grados bajo cero por la noche. Pero las maniobras de aterrizaje siempre son complicadas. La enorme velocidad de la entrada, encontrar el ángulo adecuado, las temperaturas extremas que se producen, los fragmentos de roca que levantan los propulsores... son todas circunstancias que hacen del último paso de las misiones uno de los más complejos.

 Un plan de ciencia ficción

«Imagine viviendas en la Luna, energía, comunicaciones, transporte, agricultura, medicina y turismo. Creemos en 2040 tendrá 1.000 habitantes y que la visitarán 10.000 turistas al año». Este es el objetivo de Ispace, la firma creada en septiembre de 2010 por el empresario Takeshi Hakamada, un ingeniero aeroespacial de 44 años que dio a luz este proyecto a partir de un fracaso. En 2007 Google anunció una competición en la que el ganador recibiría 20 millones de dólares si conseguía poner una sonda en la superficie de la Luna, se desplazara 500 metros y enviara imágenes o vídeo de alta definición. El premio -Google Lunar X Price se llamó-, quedó desierto, pero la semilla había germinado en Japón. Hakamada participó en el equipo nipón que llegó a la fase final y lo convirtió en lo que ahora es Ispace, una empresa con sede en Tokio, oficinas en Denver (Estados Unidos) y Luxemburgo, una plantilla de 214 trabajadores y cotización en la Bolsa de Tokyo. Curiosamente hoy, horas antes de que se consumara el intento fallido perdía un 1%.

Financiada por la NASA como parte del programa Artemis que aspira a poner a astronautas en la Luna en 2025 y operada desde tierra por la Agencia Espacial Europea, el lanzamiento de la misión tuvo lugar el pasado 11 de diciembre a bordo de un cohete Falcon 9 de Space X. Hakuto R mide alrededor de dos metros y en su interior puede llevar una carga de hasta 30 kilos. En esta ocasión transportaba dos pequeños vehículos de exploración (rovers): uno, el Sora Q, de la Agencia Espacial Japonesa, que recogerá muestras de la superficie lunar, y el otro, Rashid, de Emiratos Árabes.

Aunque el trayecto hasta la Luna se puede cubrir en tres días, la sonda ha tardado casi cinco meses al haber seguido una trayectoria que ha permitido ahorrar combustible. También ha aprovechado al máximo la energía al estar equipado con diferentes paneles solares en sus paredes externas para captar los rayos del Sol. Tras establecerse hace diez días en la órbita del satélite, a unos 100 kilómetros de altura, desde donde mandó imágenes de la superficie lunar, esperó el momento oportuno para intentar el aterrizaje. Una mala semana para la revitalizada carrera espacial.