Díaz-Canel, ante el desafío de levantar una Cuba fracturada

Amanda Pérez LA HABANA / E. LA VOZ

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La escasez de combustible deja largas colas cada día en el transporte público de La Habana.
La escasez de combustible deja largas colas cada día en el transporte público de La Habana. ALEXANDRE MENEGHINI | REUTERS

La crisis económica, el desmoronamiento social y la represión completan una tormenta perfecta para que el país toque fondo

29 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Miguel Díaz-Canel no ha tenido fácil el inicio de su nuevo mandato como presidente de Cuba. La profundización de la crisis económica no le ha dado tregua y el combustible parece haber emigrado junto a cientos de miles de cubanos, hasta el punto que las autoridades han debido suspender su baño de masas favorito, el gran desfile del 1 de mayo.

Uno de los méritos que destacaron al presentar a Díaz-Canel como único candidato, fue su «inquebrantable confianza en la victoria», aunque no parezca tener mucho en qué agarrarse. El jurista Eloy Viera lo refería así en un programa del medio independiente El Toque: «Es un ejercicio de teología política en el que constantemente se apela a la confianza, a la esperanza basada en absolutamente nada, porque no hay ningún elemento material, sobre todo en los últimos cinco años, que haga creer que este es un modelo que vaya a llevar a Cuba a la prosperidad». 

Inflación galopante

No hay dudas de que la economía es de los mayores desafíos a los que se enfrenta el presidente. Al catastrófico intento del llamado «reordenamiento» de la economía y a la inflación galopante, que ha llevado a buena parte de los cubanos a rozar la pobreza extrema, se suma un desabastecimiento general que hace sus vidas más miserables.

Pero más allá de ese reto, el Gobierno tendría que prestar atención urgente al desmoronamiento social provocado por esa misma crisis, y que hace que hasta los más básicos derechos considerados logros de la revolución estén en peligro.

En el mismo programa de El Toque, Julio Fernández Estrada, un respetado profesor de Derecho expulsado de la Universidad de La Habana por expresar su opinión, catalogaba recientemente al Gobierno de «antiMidas» porque ha ido transformando cada aspecto «de la cultura nacional, de la economía, de la sociedad, de las creencias o de la ideología, en basura».

 En eso coincide el profesor y crítico de cine Gustavo Arcos, quien describe así la situación: «Tenemos un país fracturado social, económica y moralmente (….) Territorios como la salud, la educación, la asistencia y seguridad social, que en algún momento fueron ejemplos, apenas se sostienen por el sacrificio de los que allí laboran. No sirve el salario, no hay control sobre los precios, no hay dinero en los bancos, no hay producción, ni medicinas, ni alimentos, ni viviendas, ni transporte que funcione estable o dignamente».

A ese panorama desolador se suma la creciente violencia, en un nivel nunca antes visto en las calles cubanas, y la represión contra cualquiera que se atreva a pensar ligeramente diferente.

Los más de mil presos políticos contabilizados por organizaciones independientes y la censura cada vez más dura contra artistas, periodistas, influencers o hasta ciudadanos comunes que expresan un criterio «incómodo» en sus redes sociales, completan la tormenta perfecta para que el país toque fondo y esté en peligro de un nuevo estallido social, de consecuencias impredecibles. Un laberinto del que no es seguro pueda salir victorioso Díaz-Canel, por mucha fe que tenga.