Muere Antonio Gala, primera estrella del rock de la literatura en español

María Viñas Sanmartín
maría viñas REDACCIÓN / LA VOZ

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SANDRA ALONSO

El superventas dedicó sus últimos años a impulsar a jóvenes creadores

29 may 2023 . Actualizado a las 16:55 h.

El primer domingo de la Feria del Libro de Madrid —la cita más importante de la industria editorial española— ha muerto Antonio Gala (Ciudad Real, 1930-Córdoba, 2023), un grande de las letras hispánicas y hacedor —además— de otros que un día lo serán. Entre los muros de un antiguo convento cordobés del siglo XVII dio oportunidades en forma de becas a jóvenes talentos a través de su fundación, «su gran obra», decía convencido. Allí se recogió sus últimos 15 años de vida tras colgar los bártulos de escritor y mutar en generoso mecenas, aquejado de un agresivo cáncer de colón que se lo ha llevado a los 92 años.

Gala tuvo una vida larga y tan plena que en alguna ocasión se atrevió incluso a decir que no le tenía el más mínimo miedo a la muerte. «Murió vivo», elucubraba anticipando su epitafio. Solo ahí pueden situarse los que lo han conseguido todo, o casi, y quienes en alguna ocasión han mirado de frente a la guadaña y esta, altiva, les ha dado la espalda. Queda el susto, pero se esfuma el miedo. Hombre de carácter, forjó una sólida marca personal que lo convirtió en la primera estrella del rock de las letras españolas: presencia —pañuelo anudado al cuello, peso sobre uno de sus 3.000 bastones, melena de león repeinada; dandi él— y personalidad, colas infinitas en firmas de ejemplares y monopolio en las listas de los libros más vendidos, estelares apariciones televisivas, ácidas observaciones, carne de titular, más de 500 premios literarios y casi medio centenar de obras publicadas. Colmillo afilado y sensibilidad extrema. Ironía. Lucidez. Era invierno, llegó y fue verano.

Nació en Brazatortas, un pueblo castellano al pie de la sierra de la Solana de Alcudia, pero pronto su familia se movió hacia el sur y en Córdoba pasó su infancia. Estudió todo lo que se le puso por delante: primero Derecho en Sevilla y ya en Madrid, Filosofía y Letras, Ciencias Políticas y Económicas. Plantó las oposiciones al Cuerpo de Abogados del Estado y pasó un tiempo en la orden contemplativa de los cartujos de Jerez, de donde acabó siendo expulsado —no era para él la vida monástica— antes de ponerse a peregrinar la vida bohemia de Portugal a Italia. Mientras tanto leía y leía, y pensaba y pensaba, curioso, y a la vuelta llegó el reconocimiento, antesala del éxito: un accésit del Premio Adonáis de poesía por Enemigo íntimo. Tenía 29 años.

Pronto se instaló, comprometido y también atrevido, en las columnas de los diarios más importantes y se dedicó a cultivar, sobre todo, su obra teatral, que integran más de 20 títulos, entre los que figuran joyas como Petra Regalada, El hotelito y Séneca o el beneficio de la duda. Nunca descuidó los versos Gala, y en los noventa se atrevió al fin con la novela. El debut llegó con fuegos artificiales: El manuscrito carmesí se hizo con el Premio Planeta y enseguida colonizó las mesillas de noche de todos los hogares españoles. Le siguió La pasión turca —que llevó al cine Vicente Aranda con Ana Belén de protagonista—, Granada de los nazaríes, Más allá del jardín, El imposible olvido y la autobiografía Ahora hablaré de mí, entre muchas otras. Casi un libro por año hasta el 2008.

Todos sus libros hablan de mí

Se le daba bien llegar al corazón de los lectores. Decía que sí, que le compraban mucho, pero añadía que leer no lo leían tanto. Se equivocaba y seguramente lo sabía, seguramente convocaba a la modestia a propósito porque él era listo, las tiraba dulces, pero también envenenadas, lapidario, cómodo en su papel. La realidad es que sus fieles eran —y son— ejército, pero tanto hirvió su popularidad que, quizá, se pasó de rosca. También en esto se equivocaba si es que —dudosamente— le daba vueltas a la cabeza pensando que se había quedado relegado a lo comercial: lo cierto es que sus textos siempre tocan músculo cardíaco, el que se asoma a ellos en ellos se ve. Ahí lo que siente. Todo el desamor narrado es el justo desamor del que ventila páginas. Y eso sin dejarse nunca ir con la fórmula fácil.

Cuando el cuerpo enfermó, el personaje se replegó. Se alejó de las tertulias, desenfocándose; se domesticó y, visionario como pocos —hace ya más de 20 años se mostró convencido en una entrevista a La Voz de que el relato corto era el género literario de una nueva época dominada por la imagen y la inmediatez—, se dedicó a instruir, a impulsar y a acompañar a creadores emergentes como Ben Clark, Sara Torres, Cristina Morales o la gallega Alba Carballal. Se va, pero deja miles de mundos. Y en este, un lugar.

Antonio Gala, en cinco libros

«El manuscrito carmesí»

Primera novela, ganadora del Premio Planeta en 1990. Reconstruye la vida de Boabdil, último rey nazarí de Granada, a través de unos manuscritos ficticios hallados en 1931. Intrigas palaciegas, reino en decadencia y escarceos eróticos. Una vida que se goza y se sufre.

«La pasión turca»

Un historia de alto voltaje que reflexiona sobre el deseo llevado hasta sus últimas consecuencias. Una mujer de Huesca, aburrida de su vida y su matrimonio, conoce durante un viaje a Turquía a un apuesto guía turístico con el que mantiene una tórrida relación.

«Anillos para una dama»

Obra de teatro de 1973 que le valió a Gala el Premio del Espectador y la Crítica. Presenta a Jimena Díaz dos años después de la muerte del Cid. Ella está en Valencia, ciudad que conquistó su esposo, y desde allí, enamorada de su sobrino político, ansía la libertad. Brillante su frustración.

«Ahora hablaré de mí»

Autobiografía en la que el escritor recopila recuerdos y anécdotas, pero también reflexiones sociales y políticas para sacudirse etiquetas y hacerse entender por sus lectores, acercarse a ellos. Estructurada en 24 capítulos, arroja una mirada nada inocente a una vida cotidiana.

«Enemigo íntimo»

Su primer libro de poesía: «Hay tardes en que todo huele a enebro quemado y a tierra prometida (...). Y de repente busca una boca nuestra boca, y unas manos oprimen nuestras manos y hay una amorosa voz que nos dice: ‘‘Despierta. Estoy yo aquí. Levántate''. Y vivimos».