Una científica donde se estrelló el avión de los Andes: «Los efectos del cambio climático son increíbles, ya no hay nieve»

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Aspecto actual que presenta el lugar del accidente que tuvo lugar en octubre de 1972
Aspecto actual que presenta el lugar del accidente que tuvo lugar en octubre de 1972 Movistar +

El fenómeno de El Niño tuvo una influencia muy determinante en una de las mayores historias de supervivencia

23 oct 2023 . Actualizado a las 09:55 h.

Es uno de los relatos de supervivencia más extraordinarios que se pueden contar. Una historia sobre un grupo de humanos que sufrieron lo indecible en uno de los lugares más extremos de la Tierra y que se vieron obligados a tomar la peor decisión para continuar con vida. La ciencia acaba de revelar 50 años después que la meteorología jugó un papel mucho más decisivo del que ya se la había adjudicado.

El 13 de octubre de 1972 el vuelo chárter 571 de la Fuerza Aérea de Uruguay salía desde Montevideo con destino a Santiago de Chile. A bordo iban 40 personas, 19 jugadores del equipo de rugbi Old Christians Club y sus familiares. También cinco miembros de la tripulación. El tiempo resulto decisivo desde el primer minuto. El avión, que debe cruzar Los Andes, tiene que hacer una escala obligatoria en Mendoza por las pésimas condiciones meteorológicas.

Al día siguiente el piloto decide probar otra ruta y viaja hacia el sur para atravesar la cordillera por el llamado Paso del Planchón. Debido a un error de cálculo, el vuelo gira unos minutos antes de lo que debía y entra en manto de nubes. Cuando el cielo se despeja ya no había nada que hacer. El aparato intenta ganar altura, pero las montañas están demasiado cerca. Minutos después se produce el impacto y el aparato se parte a la mitad.

Fenómeno de El Niño

Tras la violenta colisión el fuselaje sale disparado y se desliza por una ladera de nieve. Sorprendentemente 33 de los 45 pasajeros sobreviven. La cantidad de nieve había amortiguado el choque. Ahora se ha descubierto que en este momento decisivo de esta historia tuvo un papel crucial el hecho de que hubiera mucha más nieve de lo normal. Y el responsable no fue otro que el fenómeno de El Niño.

«El de 1972-73 fue uno de seis eventos más intensos desde 1856. El fenómeno suele provocar condiciones invernales más húmedas de lo habitual en los Andes, es decir, generando más precipitaciones y nevadas en las altitudes más altas. La importancia de El Niño fue que las nevadas los salvó porque si el avión hubiera golpeado contra una roca habría explotado al impactar», explica a La Voz Ulyana Nadia Horodyskyj, climatóloga de la Universidad de Colorado.

Ulyana es una de las integrantes de la expedición que ha vuelto al lugar del siniestro medio siglo después y que relata el documental La Tragedia en los Andes (Movistar +).

Entre los miembros de la expedición también está Eduardo Strauch, uno de los 16 supervivientes. Si hoy puede contar su experiencia es gracias a aquel espeso manto de nieve que impidió que el accidente acabase con todo tras el impacto. Claro que justo después de haber evitado una muerte segura, el lugar se convirtió en la peor de las pesadillas. Un sitio completamente aislado y custodiado por montañas.

«De la primera noche recuerdo que hacía mucho frío. Solo pensábamos en el momento en el que vinieran a rescatarnos», cuenta Eduardo en el documental. Varios aviones de Uruguay y Chile sobrevolaron la zona, pero el fuselaje de color blanco era imposible de detectar. Al décimo día la operación de búsqueda se suspendió. Los habían dado por muertos. Los supervivientes se enteraron por la radio de que nadie iría a sacarlos de aquel infierno helado.

Lo que pasó después es una historia bien conocida que ha sido narrada en libros y películas como Viven y próximamente en La Sociedad de la Nieve, del director Juan Antonio Bayona. Cabe destacar que la nieve también resultaría decisiva cuando el grupo tomó la decisión de alimentarse de los cuerpos de los compañeros fallecidos.

La misión que participó en el documental no fue capaz de localizar el fuselaje del avión. Sin embargo, Eduardo sí encontró algunos objetos que han quedado al descubierto por el retroceso de la nieve. La sorpresa para todos ha sido encontrar un paisaje muy diferente al de 1972. «Los efectos del cambio climático son impresionantes. Durante los meses de verano aquello ya no parece un glaciar, solo un montón de rocas. En los 50 años transcurridos desde el accidente, el glaciar ha caído decenas de metros desde su altura a lo largo de las morrenas laterales. Como nadie había estado allí para realizar investigaciones, ha sido para mí una oportunidad para ver cómo se comportan los glaciares en esta región de los Andes. Están desapareciendo rápidamente», confiesa Ulyana.

El final de esta historia es pura épica y tiene dos nombres propios: Nando Parrado y Roberto Canessa. En las peores condiciones que una pueda imaginarse atravesaron parte de la cordillera de Los Andes e hicieron posible que rescataran a sus compañeros 72 días después.