La borrasca que derrotó a Napoleón

Xavier Fonseca Blanco
xavier fonseca REDACCIÓN / LA VOZ

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La influencia de la meteorología en la batalla de Waterloo que supuso la derrota definitiva de Napoleón Bonaparte quedó reflejada en un capítulo de «Los miserables» de Víctor Hugo

03 dic 2023 . Actualizado a las 10:04 h.

La influencia de la meteorología en la batalla de Waterloo que supuso la derrota definitiva de Napoleón Bonaparte quedó reflejada en un capítulo de Los miserables de Víctor Hugo. «Si no hubiera llovido la noche del 17 al 18 de junio de 1815, el porvenir de Europa hubiera cambiado», relató el escritor.

En abril de 1814, tras la derrota en la batalla de París frente a la Sexta Coalición, el emperador francés decidió firmar la abdicación y su exilio a la isla de Elba. Un año después escapó de la isla, regresó a la capital francesa y reanudó su enfrentamiento contra los aliados agrupados ahora en la Séptima Coalición, que formaban Austria, Rusia, Gran Bretaña y Prusia.

El 18 de junio de 1815 se citó con sus enemigos en Waterloo. Napoleón quería un enfrentamiento rápido contra las tropas del duque de Wellington, primero, y los prusianos dirigidos por el general Blücher, después.

Para que su plan tuviese éxito debía evitar que ingleses y prusianos coincidieran en el campo de batalla. Para ello, la contienda debería comenzar temprano.

En la mente de Napoleón, la lucha con los ingleses debía empezar a eso de las seis de la madrugada y no durar más de dos horas. Después podría concentrarse en los prusianos. La realidad fue otra. Durante la madrugada del 17 al 18 comenzó a llover de forma muy intensa. Unas condiciones poco habituales para la época del año. Unos meses antes había explotado el volcán Tambora, en Indonesia, inyectando toneladas de partículas volcánicas a la estratosfera. La radiación solar se redujo y las masas de aire polar, típicas del invierno, rondaban las latitudes medias incluso en junio, alimentando profundas borrascas. Una de ellas se situó sobre el Reino Unido y el frente frío entró por Bélgica. Fue una noche muy desapacible en la que el propio Napoleón empezó a encontrarse mal y no pudo dirigir los preparativos.

El ataque empezó cinco horas más tarde de lo previsto. El tiempo había mejorado, pero los caminos estaban inundados. Un contratiempo para movilizar a miles de soldados. Los campos mojados inutilizaban los cañones, cuyos proyectiles rebotaban contra el suelo. Aquel retraso provocó justo lo que se quería evitar, que las tropas prusianas llegasen a tiempo al escenario de la batalla. Eso decantó la victoria del lado de los aliados.