El partido de guerra de Putin

Andrei Kolesnikov FOREIGN AFFAIRS

ACTUALIDAD · Exclusivo suscriptores

María Pedreda

En marzo del 2024 se presentará de nuevo a las elecciones. Está por ver cómo influirán en la validación del régimen y en el conflicto permanente con Occidente

14 dic 2023 . Actualizado a las 13:37 h.

«Si existe Putin, existe Rusia; si no existe Putin, no existe Rusia». Eso es lo que dijo el actual presidente de la Duma Estatal, el fiel al régimen y agresivo Vyacheslav Volodin, en el 2014. Estaba perfilando una autocracia ideal, una en la que el país se equipararía a su gobernante y viceversa. Cuando Volodin dijo esas palabras, el Kremlin disfrutaba de un brote de euforia nacional tras la anexión de Crimea. Con la llamada mayoría Putin en crecimiento, el gobierno podría acelerar su cambio hacia ese régimen con una amplia aprobación popular.

Pero Volodin estaba adelantado a su tiempo. No fue hasta la reforma constitucional del 2020, que «restableció» los límites del mandato presidencial de Rusia y asentó la dictadura de Putin, que su fórmula se aprobó en las instituciones del país. Y fue en el 2022, con el inicio de la «operación especial» en Ucrania, cuando el significado de la propaganda de «Putin es igual a Rusia» fue evidente. Como diría el Kremlin, la guerra de Putin es la guerra de Rusia, y por extensión, una guerra que involucra a todos los rusos, una idea fantasiosa que no solo favorece a los propagandistas del régimen, sino que también ha sido adoptada por muchos en Occidente. Pero la realidad es más compleja.

Ahora, hace tiempo que la mayoría de Putin se da por sentada y nadie habla de ello. En cambio, hay una mayoría proguerra, que la apoya en parte ignorándola en su día a día. Respecto a la minoría anti-Putin, la antigua costumbre del Kremlin de tratar con desprecio a quien se atreva a oponerse al presidente se ha transformado en una política de persecución y denuncia activa. Las figuras de la oposición y de la sociedad civil han sido desacreditadas, exiliadas y eliminadas de forma sistemática.

No obstante, Putin todavía necesita elecciones para legitimizar su gobierno eterno y su guerra interminable. En marzo del 2024, se presentará como candidato a la presidencia por quinta vez desde el año 2000. Y como resultado de la reforma del 2020, puede que tampoco sea la última. Con el cambio en la Constitución, Putin podrá presentarse dos veces más, en el 2024 y en el 2030, lo que significa que gobernará hasta el 2036, cuando tendrá 83 años. Por ahora, parece claro que Putin va a utilizar esa oportunidad, al menos en las próxima votaciones.

Pero esta vez, con la guerra de fondo, hay nuevas reglas de juego, y tanto Putin como el público ruso las conocen. A cambio de mantener a la mayoría de ellos fuera de las trincheras, la mayoría de los rusos continuarán apoyando el gobierno. Y las elecciones, o, más bien, la aprobación masiva de las decisiones de Putin, mostrarán que la gente, al menos, está de acuerdo con ellas. Las papeletas se han convertido en su moneda de cambio: los rusos creen que con ellas pueden comprar su relativa tranquilidad, aunque no hay garantías de que Putin cumpla su parte.

Sin alternativas a Putin, algunos de sus partidarios, como el líder checheno y leal Ramzan Kadyrov, han propuesto cancelar las elecciones del 2024. ¿No sería más sencillo renunciar a la votación, ya que el país está en guerra, y que, en cualquier caso, el campo político ruso ha quedado libre de competidores? ¿O por qué no elevar a Putin al título de líder supremo, líder nacional o zar, y luego elegir un presidente?

Pero Putin necesita realmente estas elecciones, al menos en teoría. Además de renovar su legitimidad, sirven como una manera de mostrar que la oposición, a través del predecible resultado, sigue siendo una pequeña minoría y no puede ir en contra de la voluntad del pueblo ruso. Además, al votar por Putin en el 2024, los rusos legitimarán su guerra. Incluso si la fase activa termina algún día, todavía tendrá que continuar mediante una confrontación permanente con Occidente y como justificación para una represión y censura implacables en Rusia.

Entonces, más que elecciones, la votación de marzo debería considerarse como una forma de aclamación al líder: simplemente están votando sí a la única opción real disponible. Técnicamente, es una manera legítima de expresión democrática, como aparece recogido en la Constitución, y aparentemente, en la historia de Rusia. En otras palabras, sin competición política, el régimen tiene mucho que ganar de una nueva aclamación de su gobierno, y muy poco que perder.

Un cambio de régimen, la única vía para el fin de la guerra

Cuando los rusos vayan a las urnas en marzo, Putin puede contar con una alta participación y un apoyo pasivo continuo a la guerra. La mayoría de ellos tienen expectativas muy bajas: han vivido durante mucho tiempo bajo el mantra «lo importante es que las cosas no vayan a peor». Pero la nueva aclamación del régimen que sin duda traerán las elecciones no proporcionará necesariamente un mandato con medidas drásticas como el cierre total de las fronteras de Rusia o el uso de armas nucleares. De hecho, como debe entender el Kremlin, el resultado será más una señal de que se puede continuar como antes, y no un mandato con cambios radicales.

¿Cuánto tiempo puede existir un país en este estado de inercia? En teoría, Putin podría beneficiarse de continuar con la guerra pero al mismo tiempo mantener a la población en calma. Pero hay varias razones para cuestionar esta suposición: primero, no solo son Ucrania y Occidente, sino también Rusia, cuyos recursos están agotando. Segundo, puede haber sorpresas, como una ola creciente de descontento entre las familias de los soldados rusos.

Aun así, los rusos no están dispuestos a morir por Putin. En el 2018 y el 2020, la valoración de Putin cayó debido a una decisión impopular de subir la edad de jubilación, y luego por los efectos de la pandemia. Es posible que su base de apoyo reciba otros golpes en los próximos meses. De hecho, entre la sociedad y las élites existe una expectativa de que eso ocurra. Para la mayoría, sin embargo, el anhelo es más básico. Desean poner fin «a todo esto» (la guerra) tan pronto como sea posible y comenzar a vivir mejor, con mayor seguridad y en paz. Pero es poco probable que eso ocurra sin un cambio de régimen.