Yemen no necesita más guerras

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

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Mohammed Ali al-Houthi, miembro del consejo político supremo hutí, habla mientras sostiene un arma a los partidarios del movimiento hutí.
Mohammed Ali al-Houthi, miembro del consejo político supremo hutí, habla mientras sostiene un arma a los partidarios del movimiento hutí. KHALED ABDULLAH | REUTERS

13 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La esperanza en Washington y Londres es que el ataque que llevaron a cabo sus fuerzas desplegadas en el mar Rojo contra la guerrilla hutí de Yemen constituya una advertencia lo suficientemente seria como para que no haga falta otro. Pero es una esperanza muy tenue, porque esto es exactamente lo que querían los hutíes: arrastrar a los países occidentales a un conflicto directo, al tiempo que se proclaman campeones de la causa palestina. Así, se adornan con prestigio en el mundo árabe, a la vez que se hacen más útiles para Irán, algo intermedio entre su aliado y su patrono, que así puede usarlos para golpear a Occidente sin comprometerse. Los hutíes incluso han lanzado misiles contra Israel, cuyo territorio pueden alcanzar desde Yemen, aunque sea de forma testimonial. Pero, por mucho que quieran vincular sus ataques a la navegación en el mar Rojo con la cuestión de Gaza, la relación es falaz. Los ataques son indiscriminados y afectan a países que no tienen ninguna posición en ese conflicto. Se trata de dañar el comercio mundial y de hacer subir el precio del petróleo, lo que ya está sucediendo.

Ante esto, y sobre todo después del ataque masivo del martes, Washington y Londres no tenían otra alternativa que responder, aunque sepan que están cayendo en la trampa que les han tendido los hutíes. Por otra parte, es dudoso que la represalia occidental, deliberadamente limitada, haya podido degradar lo suficiente el arsenal de los hutíes, que cuentan con un armamento básico, como drones y naves kamikaze, pero también con otro muy sofisticado, como los misiles antibuque que les ha proporcionado Irán. Su capital principal es la experiencia: años de bombardeos saudíes han enseñado a los hutíes a camuflar hábilmente sus lanzaderas y almacenes. En cambio, su punto débil es la inteligencia, sin la que los misiles antibuque son poco eficaces. Irán les ayuda con el Behshad, un barco listado como carguero en los catálogos de navegación, pero que en realidad es un barco-espía, un viejo conocido de los servicios de inteligencia naval que no se mueve del mar Rojo desde hace un par de años. El Behshad no es, sin embargo, lo suficientemente sofisticado como para orientar los misiles hutíes con precisión. El problema, de hecho, no es que esos misiles sean una amenaza tan grande, las marinas occidentales logran derribarlos prácticamente todos, sino el alto coste económico que esto supone.

Por lo que refiere a los hutíes, la suya es una apuesta arriesgada en lo militar e irresponsable en lo político. Yemen, hundido en la catástrofe humanitaria desde hace una década, no está para soportar más conflictos. Precisamente ahora que, después de años de guerra, Arabia Saudí había accedido a firmar una tregua que quiere convertir en una paz definitiva, estas acciones de los hutíes vienen a poner todo esto en peligro. Pero está claro que la cúpula hutí considera que le compensa, probablemente por un cálculo similar al que en su momento hicieron Hezbolá o Hamás, organizaciones políticas que se sostienen sobre la base de una guerrilla y que no pueden mantener su poder si no es en un estado de conflicto permanente.