María López, 66 años: «Soy la Doctora Amor, y lo mejor que me pasó en la vida es mi tercer marido. Estoy más enamorada que nunca»

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MARCOS MÍGUEZ

Su enlace con Juanjo fue célebre. Y no solo porque María le lleve 17 años a él, que tiene 49. Montaron tal fiesta que de allí salieron unas cuantas bodas más. Ahí se le encendió la bombilla a ella, que se acaba de reinventar como «wedding planner» solo un año después de jubilarse. El amor, dicen, todo lo puede

18 feb 2024 . Actualizado a las 10:18 h.

Se hace llamar la Doctora Amor, y el nombre no puede ser más apropiado. No solo porque es su carta de presentación como wedding planner, el oficio en el que acaba de reinventarse tan solo un año después de jubilarse, sino porque María López irradia amor del bueno. Su boda, en julio del 2022, la recuerda media Galicia. Un fiestón que copó las páginas de YES y que contó hasta con fuegos artificiales en el mismo hotel en el que se alojó Rosalía tras su concierto en A Coruña —el Noa Boutique Hotel de Santa Cruz, Oleiros—, a quien María y su marido, Juanjo, cedieron la suite sin ningún problema y la cambiaron por otra.

Estos novios de película están a la altura de protagonizar una romántica. María, que acaba de cumplir 66 años, le lleva 17 a su marido, que tiene 49. Después de 14 años de relación y de cerrar muchas bocas que no les daban el menor crédito —«tuvimos que aguantar tonterías, como estar tomando algo y que venga alguien y me preguntara: ‘¿Es tu hijo?’», recuerda ella—, en la balanza pesa infinitamente más lo positivo: «Es lo mejor que me pasó en la vida, mi tercer marido». Porque la suya fue la tercera boda para la novia y la segunda para el novio, pero ambos mantienen que ha sido única. La definitiva.

«YO HICE SOLA MI BODA»

De su enlace salieron muchos más. Y esa fue la chispa que prendió la mecha de María para dedicarse al sector. Una mecha muy corta que se enciende a la mínima, porque a pasión no le gana nadie. «Empecé como wedding planner en noviembre del 2023 a raíz de mi boda, que la hice yo y me encantó. Me encantó lo que es el follón de estar ocho o nueve meses sin parar, y creo que puedo ayudar a muchas novias en ese sentido. Yo lo hice sola». Reconoce que al estar ya retirada pudo tomarse su tiempo. «Pero aun así, es de locos», insiste.

Después de una vida dedicada a la peluquería y a la estética —abrió un total de nueve centros en sus 39 de oficio—, asegura que es «una negociadora nata». Por eso disfrutó muchísimo buscando los proveedores y regateando los precios, «que es lo que realmente hace una wedding planner», añade. Ella no pretende más que ayudar a los novios a hacer posible la fiesta que quieren al mejor precio posible, «como si fuese para mí. Monté nueve centros, sé lo que es negociar. Yo voy a regatear por el bien de los novios», indica María, que afirma que «si vas tú por libre, igual no tienes fecha para el pazo que quieres. Pero es que a lo mejor tú conoces dos pazos, mientras que yo como profesional tengo un catálogo con muchos», explica. No es lo único que tiene, por supuesto —puede verse una muestra en su perfil de Instagram, —@doctoramorwp—. «Tengo a un equipo de personas que trabajan conmigo. Decorador, florista, maquillador, peluquero, imprenta, proveedores de regalos para los invitados, música, montaje de glitter corner (rincón para hacer maquillajes de purpurina).Y si necesito algo a mayores, lo subcontrato. Pero yo voy a ser yo. Yo soy quien dirige el cotarro, ¡ja, ja!». De eso no hay duda alguna.

Como profesional de la belleza, a lo largo de sus casi 40 años de carrera hizo brillar a muchas novias. «Hice novias toda mi vida en mis salones, a domicilio y en el hotel. Me encantaba, estaba en mi salsa. Yo ahí acababa vistiendo a la novia, a la madre, a la tía, a la prima...; y, si algo no me gustaba, le hacía un fruncido. O si no me convencía el tocado, me iba al jardín, cogía las flores que me parecía y le hacía otro diferente. Siempre me involucré. Hasta he tenido novias que me han dicho: ‘María, no sé qué vestido llevar’. Y he ido a la tienda con ellas».

Aunque decidió jubilarse como peluquera a los 65 años, cuando tocaba, María no se resigna a llevar una vida ociosa. «Pero esto es trabajar de otra manera. No es lo mismo estar en la peluquería cada día en un horario determinado que trabajar de esta forma». Sabe que su nuevo oficio implica complicarse el verano, pero no le echa en absoluto para atrás. «¿Tú me ves a mí en una cafetería todo el día? Si ya voy una hora al gimnasio y estoy pensando: ‘Tengo que salir, tengo que hacer esto...’. Yo soy así. Un desastre, porque creo que no es bueno tampoco, hay que saber parar. Pero mi padre siempre me dijo: ‘Neniña, ti aproveita mentres poidas, mentres teñas saúde e ganas...’».

Su marido la conoce mejor que nadie, y sabe que de parar entiende más bien poco. «Yo digo que con que me salgan algunas bodas al año ya soy feliz. Pero Juanjo me dice: ‘Ya, ya... Te conozco, y vas a querer más’. Porque a mí me emociona todo lo que hago, y ya me veo que no voy a tener ni un fin de semana libre», dice María, que no quiere bodas convencionales: «La típica no la voy a hacer. Si no puedo dejar volar mi imaginación, no. Y no estoy hablando de que sea gente de mayor o menor nivel adquisitivo, para nada. Pero para buscar un restaurante y poner aquí en el medio de la mesa un cacharrito con un centro de flores, es mejor que lo hagan los novios, que les sale más barato».

La Doctora Amor no se llama así por casualidad. Es un apodo que ha rescatado ahora, pero que viene de la época de los 90. «Entonces, yo daba masajes en mis centros de belleza. Y cuando la gente entraba ahí, salía como un bálsamo. Una cabina de masajes es mucho más que eso. Vivimos en un mundo en el que la gente no escucha a nadie, porque no tiene tiempo. Y ya el hecho de llegar y desnudarte para el masaje, hace que te estés abriendo. Esa persona te empieza a hablar y te cuenta lo que tú no te puedes ni imaginar. Las buenas masajistas somos también psicólogas, y me empezaron a decir: ‘Tú eres la Doctora Amor’». Ahora que tocaba buscar un nombre para su nueva faceta como organizadora de bodas, ese recuerdo le saltó como un resorte. «Cuando se lo comenté a mi hijo, me dijo: ‘Pero mamá...’. Y yo le dije: ‘Escúchalo bien, vuélvelo a decir’. Se lo pensó y me dijo: ‘Doctora Amor... Es que te pega, mamá’».

Le pega y no solo eso. También se adapta perfectamente al momento vital que atraviesa. «Estoy más enamorada que nunca», afirma María, que aplica una receta con tres ingredientes clave: «Hay que pensar más en tu pareja que en ti, aunque eso se aprende con la edad; no se puede ser rencoroso y, por supuesto, hay que regar mucho. Los mimos y los detalles son cosa de dos». Aunque lo tiene claro, reconoce que, a veces, «aún hago un poco la cabra, pero pienso muchas más veces hasta diez que antes. Hay días que igual le digo a Juanjo: ‘¡Un día te mato!’. Y él me contesta: ‘¿Para qué, cariño? Si me matas, ¿después qué haces tú sola?’. Y ya te rompe los esquemas. O le digo: ‘Yo esto no lo consentiría, a mí me tienen que poner el vaso sobre el posavasos’. Es una tontería, pero es un ejemplo. A veces, cuando eres más joven y quieres mandar tú e imponerte, ¿de qué te sirve? ¿Para luego estar cabreados una semana?».

«ESTOY MÁS ENAMORADA»

De eso no son capaces ni ella ni Juanjo, una pareja que remó a contracorriente desde sus inicios. María no esquiva el tema de la edad. «Es increíble ver cómo vas evolucionando. Él cada día está más bueno [se ríe]. Y encima, mis amigas dicen: ‘Cada día está más guapo’. Yo, que soy una celosa... no compulsiva, pero lo soy [bromea]. Lo digo y lo seguiré diciendo toda la vida: tengo 66 años. Por mucho que corra, él no me va a coger nunca con la edad, porque tiene 49, y la naturaleza es la que es», reconoce.

Él no quiere ni oír hablar del tema. «Me dice: ‘¿Pero por qué? Si a lo mejor me muero yo antes que tú, o te vas tú con otro’. Y le contesto: ‘¿Yo?’. Yo sé que mi último amor va a ser Juanjo. Esté yo aquí o ya no esté. Estoy preparada y lo amo por encima de todo, así que si llegase un día en que conoce a una persona más joven, lo tengo que entender. Y lo voy a dejar volar, se lo voy a poner superfácil», señala María, que se pone seria de verdad por primera vez en toda la conversación.

Pero esos miedos no pueden estar más lejos del presente que atraviesan como pareja, un presente repleto de amor y de planes. También a nivel individual, porque la Doctora Amor adelanta que muy pronto aspirará a un nuevo reto que quizás vuelva a hacerla protagonista de estás páginas: el título sénior de miss, el Silver Senior. A María ya la ficharon en la agencia Rassmi’s. «Voy a participar en mayo y me voy a presentar por Galicia, pero voy a ir al certamen nacional también. Están como locos conmigo. Ya me dirás qué me ven, porque las hay mucho más guapas que yo», dice María. Como ella, no hay más que verla, no hay ninguna.