Ucrania entra en un peligroso punto muerto

Rosa Paíno
Rosa Paíno REDACCIÓN / LA VOZ

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La falta de ayuda de EE.UU. y la intensificación de la ofensiva rusa alejan el final del conflicto

24 feb 2024 . Actualizado a las 16:52 h.

Dos años después de que Vladimir Putin decidiera invadir Ucrania y diez desde que se apoderara de la península de Crimea, la guerra se encuentra en un difícil punto muerto, a cuenta de la vacilante ayuda de Estados Unidos y el impulso de la ofensiva rusa tras sus recientes avances en la línea del frente. Si los congresistas republicanos cortan definitivamente la ayuda armamentística, y sobre todo si Donald Trump ocupa de nuevo la Casa Blanca, Ucrania bien podría caer en el tercer aniversario del conflicto.

Al menos esa es la hipótesis más pesimista, aunque algunos analistas no la comparten. «Los ucranianos no se rendirán. Pueden ser derrotados, pero no se rendirán. Quienes sí podemos rendirnos somos nosotros. Podemos convencernos de que con eso no se logra nada. Pero nuestra ayuda sí supone una gran diferencia», sostiene Timothy Snyder, reconocido historiador de la Universidad de Yale, en declaraciones a la agencia Efe.

La moral está baja entre los civiles y militares ucranianos. La fatiga de dos años de guerra está pasando factura, pero también los pronósticos demasiado optimistas que se alentaron tras el fracaso de Putin de conquistar Kiev en dos días y acabar con el presidente Volodímir Zelenski.

Los aliados más firmes de Kiev coinciden en hacer saltar la alarmas ante el peligroso punto muerto en que está el conflicto. «Ucrania se dirige a un colapso moral» a menos que sus aliados actúen rápidamente, defendía el senador demócrata Sheldon Whitehouse, en la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich. «Rusia está arriba, Ucrania está abajo», añadía. «El tiempo se agota», advirtió este mismo viernes el presidente Joe Biden ante la negativa de los republicanos a dar más armas. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, estará hoy en Kiev con el último paquete de sanciones de la UE y para reforzar el compromiso de seguir aportando armamento a Ucrania para revertir las derrotas que está sufriendo en el campo de batalla por falta de munición.

El viernes se le adelantó la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, con la firma de un acuerdo con Kiev por el que Copenhague destinará 1.800 millones de euros de ayuda este año. Dinamarca se convierte así en el cuarto país —después del Reino Unido, Alemania y Francia— en plasmar por escrito su compromiso de ayudar a Ucrania a defenderse a largo plazo. Pero la asistencia de Europa no es suficiente, sin el poderío de Estados Unidos. Al apelar a ese apoyo vital, el mensaje de Zelenski en la cita de Múnich fue claro: Rusia está avanzando, Ucrania está luchando por sobrevivir y Occidente debe brindar más asistencia militar. Menos diplomático fue el jefe del Servicio de Seguridad y Defensa ucraniano, Alexéi Danilov, quien en declaraciones a The Times sugirió que no todos los aliados parecen querer que Kiev gane la guerra, al recriminarles el retraso en la entrega de armas. «Hay tres cosas que Ucrania necesita: armas, armas y más armas», remarcó.

El segundo aniversario llega lleno de incertidumbre. Ante la superioridad enemiga en hombres y munición, Zelenski ha decidido apostar por la llamada defensa estratégica de la mano del nuevo jefe del Ejército, Oleksander Sirski —tras apartar a Valeri Zaluzhni— y una nueva movilización. Mientras, Putin refuerza su macabro impulso de acabar con todo aquel que le haga sombra —incluso aunque esté encerrado en una prisión del Ártico— y en seguir conquistado territorio ucraniano, aun cuando sea por encima de miles de cadáveres —incluidos los de soldados rusos, como los 16.000 que cayeron en la toma de Avdivka—.

Amargura y desesperación en el segundo aniversario de la guerra

Oleksandr Pronkevych

En Ucrania, la noche del 31 de diciembre no marca ya el inicio del nuevo año. Ahora está fijado en el 24 de febrero. Hoy se abre el tercer ciclo de un círculo infernal: 366 días (es año bisiesto) de dolor, muerte y torturas físicas y mentales. Y es hora de hacer balance de lo vivido desde el 24 de febrero del 2023. El segundo año de guerra ha sido peor de lo que esperábamos. Los doce primeros meses de la invasión rusa los vivimos con la adrenalina que nos daban las esperanzas y las promesas. Mucha gente creía que la guerra se acabaría pronto porque nuestro Ejército ganaba batallas y Occidente nos apoyaba con armas y abriendo sus casas a los refugiados. Esas ilusiones se han roto en este segundo aniversario. Un sabor amargo llena nuestras bocas.

Lo que me desespera personalmente son los debates en el Congreso de EE.UU. sobre la ayuda a Ucrania, Israel y Taiwán. Pertenezco a ese grupo de personas que no cree en que el mundo deba ayudarnos. Es nuestra guerra y debemos solucionarlo nosotros. Dios nos está castigando por haber malgastado los 30 años transcurridos desde la proclamación de la independencia. Dejando aparte el destino de Ucrania, lo que está ocurriendo en EE.UU. es una comedia deplorable que muestra una profunda crisis de los ideales de democracia y libertad. Mal que no se curará con la derrota de mi país. Es fatal para los estadounidenses mismos.

Estamos recibiendo señales positivas de países europeos como Alemania, Francia, España e Italia, que toman en serio nuestra peligrosa situación. Sin embargo, los violentos granjeros polacos, los populistas húngaros y eslovacos merman la confianza en Europa. Tras pagar con tantas vidas poder entrar en la UE, me pregunto: «¿Esta es la verdadera cara de Europa?». Y me respondo: «No, existe otra cara noble, más idealista e intelectual». Pero me callo cuando un guardia de fronteras polaco amenaza con echarme de su país si encuentra bocadillos y manzanas en mi maleta.

Multiculturalismo, hospitalidad, tolerancia, solidaridad, conciencia abierta y diálogo, honradez son algunas de las muchísimas palabras buenas pero vacías que han perdido su significado en el segundo año de la guerra y no veo perspectivas para que ese vocabulario se recupere en el futuro. El mundo está hundiéndose en la violencia, el cinismo y la hipocresía.

¿Qué nos queda a los ucranianos? Movilizar nuestros recursos y seguir luchando porque el odio del oso ruso está creciendo. Si Putin gana la guerra, el balance del tercer año podría ser el exterminio masivo de los ucranianos. No quiero asustar a nadie, pero es un peligro real.