Chega, el caos que aúna a los votantes portugueses resentidos

Brais Suárez
Brais Suárez OPORTO / E. LA VOZ

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An ré Ventura, durante un mitin el martes en el centro de la localidad de Evora.
An ré Ventura, durante un mitin el martes en el centro de la localidad de Evora. NUNO VEIGA | EFE

El partido ultraderechista que aspira a ser tercera fuerza en el Parlamento

07 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«El conocimiento solo da conocimiento, pero la incertidumbre da esperanza», escribió Vladislav Surkov, político ruso relacionado con Paul Manafort y Steve Bannon, jefes de campaña de Donald Trump en el 2020 e impulsores de la extrema derecha en Europa. «El 90 % de militantes del Chega no saben quién es Bannon», dice a La Voz uno de los mayores expertos en el partido, el periodista Miguel Carvalho. «Chega es el día a día, la improvisación. Vive de crear ruido y alborotar. Su último programa es algo más elaborado, pero carece de reflexión interna», explica Carvalho para negar cualquier fundamento ideológico en la ultraderecha lusa, que aspira a asentarse como tercera fuerza política en el Parlamento con un 20 % de los votos.

Aún rezagado de su familia europea por carecer de ideología y bases estructuradas, sí comparte las tácticas y mensajes principales: un apelo emocional al resentimiento y la exclusión y, ante todo, descartar la verdad como activo político. Chega rellena los vacíos que los grandes partidos han dejado o los que él mismo crea con su discurso destructor y escéptico en el rural y en la marginación urbana.

Se trata de una estructura monolítica dependiente de su líder. André Ventura, comentarista deportivo, fanático del Benfica y conocido por su violencia verbal, logró un resultado histórico para el partido conservador PSD en la localidad de Loures en el 2017. Se sirvió de ataques insólitos contra la minoría gitana, exagerando problemas de inseguridad. Empoderado por su popularidad, encabezó un movimiento interno llamado Chega (basta), dirigido contra el entonces líder del PSD, Rui Rio. Sin apoyos suficientes, se independizó bajo esta marca para concurrir a las europeas del 2019 junto a formaciones menores. Su primera victoria no fue ahí, sino meses más tarde, cuando logró un escaño en las legislativas.

Tras Ventura, solo asoman dos figuras: Gabriel Mitha, como tímido ideólogo, y Rita Matias, una copia de Giorgia Meloni que moviliza a jóvenes entre 18 y 35 años, canalizando la ira contra la tendencia izquierdista más woke

Su infiltración en los cuerpos de seguridad

En un principio, Portugal descartaba un avance de la extrema derecha. «Sin grandes problemas de inseguridad y con las comunidades musulmanas y gitanas más o menos integradas, sus temas no eran relevantes», explica Carvalho. Los radicales ideológicos se sentían cómodos en el PSD o CDS, y los violentos, del PNR, eran marginales.

Pero sí creció, y mucho, lo que a menudo se explica con la infiltración de los cuerpos de seguridad: «Fue lo contrario; Chega entendió a militares y policías y les ofreció una narrativa política nueva, más xenófoba y radical». No solo a ellos: «Ventura conoce el país como nadie; visitó aldeas olvidadas por otros políticos y les da una visión simple, oportunista y efectiva», explica Carvalho. Así llegó a comunidades tradicionalmente comunistas o socialistas del Alentejo, con una relación más afectiva que ideológica hacia sus partidos. Un perfil recurrente y muy sintomático es el de quienes opositan durante años sin resultado. «No tienen preparación ni resultados, pero prefieren creer que el sistema no les deja. Chega canaliza la frustración de capas marginales de la población», dice Carvalho, en contacto directo con más de un centenar de militantes.

Chega es un fenómeno inédito: «Al contrario que PSD o PS, es muy ecléctico y cambia todo el rato; cada militante elige lo que le gusta del discurso y muchos, como los profesores, lo votan solo por castigo». Todos unidos en el resentimiento y la exclusión. Es un apoyo emocional, un corazón que late en las redes sociales y en la calle y combate la lógica, que sustituye por pertenencia y protección.

La idea de fondo es que la nación inocente, encarnada en los olvidados, sufre ataques constantes, ya sea por parte de sus élites o de los extranjeros. La objetividad, encarnada en los periodistas, es una tecnología que desprecian y consideran enemiga. Mientras los fact checkers portugueses se ven superados por sus mentiras, una parte de su discurso ya cala en la derecha moderada: los problemas inexistentes con la inmigración son uno de los grandes polos de debate en esta campaña. «He ahí el peligro: la gente puede acabar prefiriendo al original». De momento, un 20 % ya anteponen la esperanza al conocimiento.