La generación Z quiere casa propia, trabajo presencial y boda

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María Recondo, Gabriel Santiago Parra, Florencia Delbono, Gabriel Ares y Luis Campelló
María Recondo, Gabriel Santiago Parra, Florencia Delbono, Gabriel Ares y Luis Campelló VÍTOR MEJUTO

Reunimos a un grupo de jóvenes para que hablen de sus aspiraciones, de sus valores y de su estilo de vida. Las respuestas son un variado cóctel que retrata las particularidades de esta generación que no llega a los 30

30 mar 2024 . Actualizado a las 20:00 h.

Rompen los jóvenes muchos moldes mentales cuando se habla con ellos. Las ideas preconcebidas que tienen otras generaciones sobre lo que quieren y lo que piensan los zeta —nacidos entre finales de los 90 y mediados de la primera década de los 2000— tienen a menudo poco que ver con la realidad. Así lo demuestra el grupo que hemos reunido para este reportaje de YES. Universitarios, estudiantes de Formación Profesional, jóvenes que trabajan y hasta extranjeros participan en esta conversación, que destierra mitos y permite acercarse con algo más de conocimiento de causa a las entrañas de la forma de estar en el mundo de los que están ahora estrenando adultez. El resultado de la charla ha sido un mosaico vivo y refrescante. Hablan ellos. 

Vivienda

A menudo se oye por ahí esa máxima tan tramposa de que los jóvenes ya no tienen la necesidad establecerse y echar raíces. Que gustan de ser nómadas y vivir sobre líquido. ¿Es esto cierto? Nuestros chicos y chicas opinan lo contrario.

Un dato que podría sorprender a algunos: una amplia mayoría de los entrevistados declaró que, para ellos, es un objetivo fundamental de futuro el llegar a tener una casa propia, que no sea de alquiler. Así lo verbaliza, por ejemplo, Clara Barrios (A Coruña, 21 años), que estudia Ingeniería Informática: «En un futuro sería muy importante para mí tener una casa en propiedad. No estar en un piso de alquiler pensando que te pueden echar en cualquier momento. Asentarse en un lugar, que puedas decir que es tuyo y que de ahí no te van a mover». O Paula Suárez (A Coruña, 18 años), estudiante de Económicas: «Creo que para mí sería imprescindible tener una casa propia». Y no solo es así en España. Clara Dupuch (Burdeos, 21 años), estudiante francesa de ADE que está de erasmus en A Coruña, opina muy similar: «Obvio que comprar una casa es un objetivo. Vengo de un lugar donde hay mucha naturaleza, y es muy importante para mí tener un espacio propio en un entorno así. Me importa mucho. Es una de mis metas de vida, tener casa propia y familia».

Hay también, no obstante, voces discordantes. Como la de Gabriel Ares (Ponte Caldelas, 25 años), estudiante de Economía: «Comprar una casa no es uno de mis objetivos ni creo que vaya a serlo. No me importa vivir en alquiler. De hecho, creo que hasta lo prefiero a todos los efectos».

Sin embargo, una cosa son los deseos y otra la realidad. Y, en cuestión de la vivienda, muchos jóvenes se muestran algo desesperanzados por la situación actual del mercado. Incluso aquellos que no viven con sus padres siguen necesitando algún tipo de ayuda económica de ellos. «Independizarme es algo que me gustaría. La verdad es que busco eso, pero ahora mismo lo veo lejano. Creo que dar el paso es bastante difícil, porque, aunque aquí en Galicia los alquileres no sean todavía tan caros como en otras partes, sigue siendo complicado que te dé para vivir solo. Acabas viviendo con compañeros de piso durante mucho tiempo», apunta Lucía Días (Foz, 19 años), estudiante de un grado superior de Amueblamiento y Diseño en el centro coruñés de Someso, que vive en piso compartido.

Una visión con la que concuerda Gabriel Ares, que también comparte piso. «Me gustaría independizarme, claro, pero lo veo bastante complicado. Sobre todo si pienso en tener yo un piso en solitario y no estar sujeto a tener que compartir o a que mis padres tengan que contribuir con el alquiler».

Pero también los hay que han podido estrenar esta etapa vital de emanciparse. Especialmente, aquellos que ya viven en pareja, como Florencia Delbono (Montevideo, 22 años), estudiante de un ciclo superior de Estética. «Tuvimos suerte. Pudimos independizarnos hace poco. Pero normalmente es difícil. A los 23 o 24 estás terminando de estudiar, y para poder compaginar lo normal es tener trabajos a media jornada, que si vives solo no dan para pagar el alquiler».

Gabriel Ares, Florencia Delbono, María Recondo, Luis Campelló y Gabriel Santiago Parra
Gabriel Ares, Florencia Delbono, María Recondo, Luis Campelló y Gabriel Santiago Parra VÍTOR MEJUTO

Otros tienen una relación tan buena con sus progenitores que se toman con calma la cuestión de la independencia. No tienen prisa por marcharse. Como Aldara Louro (21 años, A Coruña), estudiante de ciclo superior que vive con su madre y con su hermano: «Yo estoy bien en casa. Quizás en 3 o 4 años sí que me gustaría empezar a mirar la opción de marcharme, pero sin prisa, porque tengo muy buena relación tanto con mi padre como con mi madre». Todos coinciden, no obstante, en que la voluntad, al final, no es lo que decide si te vas de casa, sino las posibilidades económicas. Y en ese frente la mayoría muestra cierta desesperanza. Cierto cansancio. «A mis amigas independizadas las veo siempre muy preocupadas por el tema del dinero. Sobre todo si estás aún estudiando, porque necesitas o que te lo paguen tus padres o tener muchos ahorros. Aun compartiendo piso con varias personas, los precios siguen siendo bastante altos», abunda Aldara.

Trabajo

Los jóvenes están ahora en uno de los momentos más importantes de la vida. La transición entre ser estudiante y trabajador. Algunos, incluso, tienen que compaginar ambas facetas. Como Florencia, que, a pesar de continuar su formación, ya ha encontrado empleo de lo suyo. «Mi sector, la estética, ha tenido un auge en los últimos años, por eso me fue bastante sencillo encontrar trabajo. Para compaginar con los estudios hay que organizarse muy bien, pero, al final, es posible», explica.

Y, además, también atestigua las crecientes salidas laborales de la Formación Profesional: «En mi entorno, casi todos hicieron ciclo medio o ciclo superior y ahora están trabajando».

Clara Barrios, 22 años. Está terminando la carrera de Ingeniería Informática, y ya trabaja en lo suyo
Clara Barrios, 22 años. Está terminando la carrera de Ingeniería Informática, y ya trabaja en lo suyo

Y no es el de la estética el único sector en auge. Otro, también moderno y con mucha demanda de empleo, es el de la informática. Con tan solo 21 años, Clara Barrios, que está terminando la carrera de Ingeniería Informática, ya ha encontrado trabajo: «A mí, la verdad, es que me fue fácil encontrar algo de lo mío. Las tecnologías se están desarrollando mucho y rápido, así que se buscan muchos informáticos. Mi ingeniería es, además, de las que más salidas laborales tiene».

Pero, por desgracia, no todos se han encontrado con terrenos tan fértiles. Luis Campello (Elche, 25 años), cursa un máster en A Coruña tras haberse graduado en Comunicación Audiovisual. Tuvo que dejar su ciudad natal para buscar un futuro profesional. «En el presente ya es complicado encontrar trabajo en general, pero en el sector del audiovisual particularmente aún más. Además, los contratos son muy precarios y casi siempre de corta duración, por lo que se hace difícil poder establecerte en un sitio o tener un plan de futuro. En uno de mis trabajos tuve un contrato de tres meses, que luego fueron ampliados por tres más. Y después ya no me renovaron. A continuación, tuve otro empleo con un contrato de cinco meses. En ningún sitio he podido permanecer mucho tiempo, lo que, además, hace más difícil encontrar un piso de alquiler, porque en muchos sitios ponen un mínimo de estancia», cuenta.

Otra cuestión en la que, sorprendentemente, coinciden casi todos es en no querer el teletrabajo. O, al menos, no como única forma de trabajar. El preferido es, por goleada, el sistema híbrido. Se valora la socialización en el entorno laboral y el tratar con gente de carne y hueso en el día a día. Así lo señala María Recondo (25 años, Vigo), que trabaja en una empresa de comunicación. «Si puedo elegir, quiero una mezcla. Me gusta estar en contacto con otras personas y poder hacerles preguntas. Hasta me resulta más práctico para todo el equipo estar todos en el mismo sitio. Pero es cierto que trabajar desde casa tiene una ventaja: hace más fácil la conciliación».

Aldara Louro, de 21 años. Estudia un Ciclo Superior de Amueblamiento y Diseño
Aldara Louro, de 21 años. Estudia un Ciclo Superior de Amueblamiento y Diseño

A pesar de que es una generación que busca la estabilidad y lo sólido mucho más de lo que pareciera desde fuera, también muestran algo menos de fidelidad a la empresa. A muchos de ellos no parece disgustarles la idea de ir cambiando de empleo cada cierto tiempo. «No me importaría ir cambiando de empresa a lo largo de mi vida profesional. Al final, eso te da la oportunidad de aprender más», apunta Florencia. «Me gusta ir cambiando para ir teniendo distintas ideas e ir descubriéndome a mí mismo. Quedarte siempre en la misma empresa no te da tanto pie a ir creciendo profesionalmente», opina Aldara. Pero no todos lo tienen tan claro. «No sabría decir del todo, porque depende un poco del lugar en el que sea, pero si tengo que elegir, prefiero la opción de permanecer siempre en la misma empresa», dice Gabriel. Algunos —los menos— sí apuestan con determinación por lo duradero. «Prefiero la opción de quedarme. En mi empresa de ahora estoy muy contenta», comenta Clara Barrios.

Clara Dupuch, de 21 años. Estudia ADE y este semestre esta de erasmus en la UDC
Clara Dupuch, de 21 años. Estudia ADE y este semestre esta de erasmus en la UDC

Familia y valores

No todo el mundo tiene las mismas metas y las mismas aspiraciones. Los hay que se conducen por la vida en búsqueda, por ejemplo, de su crecimiento profesional. Otros valoran más las metas personales, la familia. Destierran los jóvenes, no obstante, otro mito en este reportaje. La práctica totalidad cree que su futuro pasa por establecerse a largo plazo con una pareja. Y no repudian ni la idea del matrimonio ni la de los hijos. «Para mí, el llegar a tener una familia es muy importante. Mis hermanas están casadas, y es un ejemplo de vida que quiero seguir. Crecer con gente que quiero y que me da confianza para dar lo mejor de mí», dice Clara Dupuch. «Me veo casada y me veo con hijos. Para casarme esperaría al menos hasta los 28 o los 30. Y, de tener condiciones económicas y sentimentales estables, más o menos con esa misma edad me plantearía tener el primer hijo. Mi madre me tuvo con 32 años y me parece una buena edad», reflexiona Aldara.

Si bien todos piensan parecido sobre tener descendencia, hay una voz algo discordante en esta cuestión, la de María, que, aunque valora mucho las relaciones sentimentales a largo plazo, también dice tener clarísimo que no siente ni sentirá interés por la maternidad. «Es algo que tengo decidido, no quiero tener hijos. Me gustan mucho los niños, pero creo que es un tipo de compromiso que te obliga a llevar un tipo de vida que no es el que me gustaría tener».

En cuanto a cuestiones como la religión, las aproximaciones también son dispares. Si bien hay pocos que se declaren como «ateos», también son pocos los autodenominados «creyentes». Casi todos están en algún lugar intermedio. «De alguna forma sí me considero creyente. No voy todos los domingos a misa, pero la religión sí que está presente en mi vida, sobre todo a través de mi abuela», señala Clara Barrios. Pero la óptica que más se repite es la de Gabriel Ares: «No me importaría casarme por la Iglesia si fuera importante para la otra persona, pero tampoco me importaría que fuera por lo civil. No sería motivo de discusión. Pero yo, particularmente, no me considero creyente». O la de Gabriel Santiago Parra (Caracas, 24 años), recién licenciado en Administración y Dirección de Empresas en la UDC: «Sí que me considero creyente, pero no creo en las instituciones. Me definiría como creyente no practicante». O María, que dice ser «agnóstica, ni creo ni dejo de creer».

¿Mejor o peor?

Ha quedado claro que, para los jóvenes, la familia sigue siendo un pilar muy importante. Muestra de ello es que todos ven como algo natural el hacer sacrificios para cuidar a sus progenitores cuando estos sean mayores y los necesiten, pero hay otro interrogante también muy interesante. ¿Consideran que viven mejor o peor que la generación de sus padres? De nuevo, los pareceres son una mezcla variopinta. Así lo enfoca Clara María Blanco (Arteixo, 20 años), estudiante de Formación Profesional. «Creo que depende del ámbito. Por ejemplo, económicamente tenemos muchos problemas. Antes creo que era más fácil conseguir una casa. Se ha normalizado el no tener casa propia porque no te alcanza el sueldo. Pero es cierto que también hemos avanzado en otras cosas. Como en el cuidado de la salud mental. Ahora no hay problema en admitir que vas al psicólogo. También hemos avanzado en cuestiones sociales, como la eliminación del racismo, del machismo o de la homofobia. Se nota un cambio de mentalidad entre generaciones».

No es la única que opta por una respuesta a mitad de camino. «Ahora tenemos más facilidades. Con la tecnología tenemos a nuestro alcance muchas cosas. En general, considero que vivimos mejor ahora. Tenemos menos preocupaciones. Pero sí que envidio un poco de su época que pudieran vivir sin estar preocupados todo el rato por el móvil y las redes sociales. Creo que se disfrutaba más todo», apunta Lucía. Con esto concuerda Gabriel Santiago: «Ahora hay más barreras para conocer a gente nueva, porque todo el mundo es mucho más independiente. La generación de nuestros padres estaba más acostumbrada a socializar en persona, a acercarse a gente interesante y entretenida en cualquier sitio». El clima económico encabeza las preocupaciones de los jóvenes. Cuesta todo demasiado. «Ahora la vida es más cara. Es una barbaridad lo que hay que pagar por la vivienda. No sé si vivimos mejor o peor. Una cosa igual compensa la otra. Los sueldos son más altos, pero a la vez cuesta todo mucho más. Y cómo vivas también depende de la familia de la que vengas. Si tus padres son ricos, habrás vivido genial, si no pues lo habrás tenido más difícil», señala Clara Barrios.

Paula Suárez, de 18 años. Estudia ADE en la UDC
Paula Suárez, de 18 años. Estudia ADE en la UDC

Preocupaciones

Se caracteriza también la juventud actual por estar implicada en causas sociales. El activismo es —y, en cierto modo, siempre ha sido— parte indisociable de este capítulo de la vida. Las causas más mencionadas son, con diferencia, el cambio climático, el feminismo y la lucha contra el racismo, la homofobia y la desigualdad. «Estoy muy involucrada, de forma activa, con la causa de la inclusión social de la mujer y del colectivo LGTBI», dice María. «Como mujer, el feminismo y la lucha contra la violencia de género me importan mucho», añade Paula. «Me parece increíble que haya gente que niegue la existencia del cambio climático», interviene Gabriel Santiago. Una mirada próxima y libre de prejuicios a estos jóvenes hace evidente que son personas que, a pesar de los problemas, se mantienen soñadores y llenos de conciencia.

María Recondo. 25 años. Nació en Vigo. Trabaja en una empresa de comunicación y vive en un piso compartido.

Gabriel Santiago Parra. 24 años. Nació en Caracas. Recién licenciado en ADE. Comparte piso con su hermana.

Florencia Delbono. 22 años. Nació en Montevideo. Estudia un ciclo superior de Estética y ya trabaja de lo suyo. Vive con su pareja.

Gabriel Ares. 25 años. Nació en Lugo. Estudia Económicas en la UDC. Vive en un piso compartido.

Luis Campelló. 25 años. Nació en Elche. Estudia un máster de Comunicación Audiovisual después de haberse licenciado. Vive en un piso compartido.

Aldara Louro. 21 años. Nació en A Coruña. Estudia un Ciclo Superior de Amueblamiento y Diseño. Vive con su madre y su hermano.

Clara Dupuch. 21 años. Nació en Burdeos. Estudia ADE, y este semestre está de erasmus en la UDC.

Paula Suárez. 18 años. Nació en A Coruña. Estudia ADE en la UDC. Vive con sus padres.

Clara Barrios. 21 años. Nació en A Coruña. Está terminando la carrera de Ingeniería Informática, y ya trabaja de lo suyo.