«No es que tu hijo busque porno, es la industria del porno la que lo busca a él»

Javier Becerra
Javier Becerra REDACCIÓN / LA VOZ

ACTUALIDAD

iStock

El responsable de Cibertutor alerta de versiones de «Peppa Pig» con audio sexual o «hentai» con personajes de Disney: «Son la puerta de entrada»

02 abr 2024 . Actualizado a las 11:04 h.

Mario Martínez, experto en temas de control parental y creador de Cibertutor, lo tiene claro. Su frase de bienvenida es: «Si tú le das a un niño acceso libre a Internet, hagas lo que hagas la industria del porno va llegar a él». El mensaje lo lanza en los cursos on-line que semanalmente ofrece a padres preocupados por los contenidos que pueden ver sus hijos en el ciberespacio. Derriba ideas comunes. «Primero de todo, hay que tirar por tierra eso de "mi hijo no". Precisamente, es lo que ha hecho que la industria avance todos estos años. Porque no es que tu hijo busque porno, sino que es la industria la que lo busca a él», sentencia. ¿Y cómo lo hace? «Con contenido infantilizado, que es una puerta para lo que viene después», señala.

La segunda idea que Martínez quiere echar por tierra es la de aquellos padres que dicen: «Yo también he visto porno y no me ha pasado nada». Ante ello replica: «Es que tú no eres consciente de que la pornografía que has visto en los 80 y 90 no tiene absolutamente nada que ver con la pornografía on-line», argumenta antes de referirse al tercer argumento de resistencia usual: «Te dicen eso de "no se le pueden poner puertas al campo". Y claro que se le pueden poner, pero con las herramientas adecuadas». ¿Cuáles son? «Pues, por ejemplo, el Family Link. Es gratuito y bien configurado funciona. Te enseñamos cómo se pone, pero también cómo se lo salta el niño, para que no te relajes y termine siendo ineficaz».

El experto opina que los discursos contra el porno se han centrado en lo perjudicial de su uso en edades tan tempranas. «Los psicólogos dan charlas para decir lo malo que es y los efectos que tiene. Te hablan de las consecuencias, pero casi nadie habla de cómo impedirlas», comenta. Y pone un ejemplo: «Es como si me entero que por las noches se cuela en la habitación de mi hijo un tío que se pone a fumar porros con él, haciéndose pasar por un chico de su edad. ¿Lo que hay que hacer ahí es hablar de lo malas que son las drogas? No, lo que hay que hacer es poner unos barrotes en las ventanas para evitar ese acceso. Pues esta industria lleva colándose en las habitaciones de nuestros hijos desde hace 20 años y ninguna institución ha dicho: "Voy a poner unos barrotes". Hasta ahora, que dice el Gobierno que lo va a hacer, pero lo que prometen es imposible de llevar a cabo».

Medidas para frenarlo

¿Quién puede hacer algo, entonces? «Los padres, desde el router y los dispositivos, sí pueden tomar medidas para frenar eso. El Estado, desde los servidores y centralitas de Internet, jamás lo podrá solucionar», sostiene. «Hay un problema de lobi político donde el Estado dice que lo soluciona y gana votos. Pero es un brindis al sol. Lo que deberían hacer son campañas informativas dirigidas a los padres para que tomen medidas eficaces y, sobre todo, que conozcan la realidad. Tienen que conocer lo que pueden llegar a ver sus hijos».

Martínez alude a un informe de la Agencia de Protección de Datos que dice que el primer contacto con la pornografía se da alrededor de los ocho años. Esos contenidos, sin embargo, no tienen apariencia de pornografía convencional, lo que la hace más fácilmente accesible para niños. «La industria pone links trampa para que los niños pinchen y la conozcan. A lo mejor, es una imagen de Bob Esponja haciendo sexo. O una cosa como entrar en YouTube y poner Peppa Pig. En lugar de eso, te sale Pepa la cerda. Son los mismos dibujos a los que se le quita el audio y se le pone otro de cachondeo, que es pornográfico. Eso para un adulto de 25 años puede ser gracioso, pero cuando lo ve un niño de seis u ocho años, que se lo encuentra en YouTube, ya es un impacto de pornografía».

«Se trata de una pornografía perfectamente adaptada a los niños, con personajes que conocen pero que van siempre un pasito más allá —explica—. Internet está lleno de juegos on-line de pornografía con personajes de Pixar ¿Qué sentido tiene eso? ¿A los adultos les gusta ver cosas porno de Bob Esponja? Es evidente que es un material adaptado a los niños. Una puerta de entrada».

Capítulo aparte es caso del hentai, la parte del anime dedicada a la pornografía. Durante años fue la pornografía de los japoneses, centrada en los dibujos. Con la llegada de Internet, se disparó su consumo a nivel mundial y se occidentalizó, apareciendo desde personajes de Disney a Pixar y creando una escalera: «Si el niño entra a ver hentai, primero se le enseña hentai. Pero cuando empieza a entrar de manera habitual, a los dos meses ya no está viendo hentai porque la inteligencia artificial le está subiendo de tono a cada vídeo que le pone, para engancharlo un poquito más y seguir poniendo anuncios, que es lo que hace la inteligencia artificial en todas las plataformas. Al final, los niños están viendo manadas y violaciones».