La reunión entre Blinken y Xi evidencia las tensiones entre Washington y Pekín

Miguel Palacio NUEVA YORK / E. LA VOZ

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Antony Blinken (izquierda) con el presidente chino, Xi Jinping, el viernes en Pekín.
Antony Blinken (izquierda) con el presidente chino, Xi Jinping, el viernes en Pekín. Mark Schiefelbein | REUTERS

Estados Unidos culpa a China de alimentar la guerra en Ucrania

26 abr 2024 . Actualizado a las 22:04 h.

La relación entre China, como aspirante a primera potencia mundial, y Estados Unidos, como actual ocupante de ese trono, está repleta de sinsabores. Esta semana, una visita al país asiático del secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, en la que se reunió con el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, y con el presidente Xi Jinping, daba cuenta de los obstáculos a los que se enfrenta el difícil vínculo entre ambos países.

«La Tierra es lo suficientemente grande como para que China y EE.UU. puedan desarrollarse juntas y prosperar por separado», sentenciaba el presidente chino durante su encuentro con Blinken. Un mantra que Pekín repite con insistencia pero que los encontronazos entre ambos países, marca de la casa de una relación que registraba su punto más bajo en décadas el año pasado, parecen empeñados en contradecir.

Uno de los puntos de fricción en las reuniones de esta semana ha sido el apoyo de Pekín a Moscú en su invasión de Ucrania. Un apoyo sin el que, según Blinken, «Rusia sufriría para mantener su asalto» y que, de acuerdo con la Administración Biden, consistiría, al menos, en el suministro de componentes —semiconductores, drones y materiales industriales— susceptibles de ser utilizados en el campo de batalla. Unos suministros que, para Blinken, no solo ponen en riesgo a Ucrania sino a toda Europa.

China, por su lado, afirmaba que su relación comercial con Rusia es completamente «normal» y señalaba una supuesta «hipocresía» de Estados Unidos al «realizar acusaciones infundadas mientras aprueba una ley de ayudas masivas a Ucrania».

Amenaza de nuevas sanciones

Según reconocía Blinken poco antes de emprender el viaje de vuelta, se trata de una cuestión en la que su visita no ha producido avances. Y avisaba: si las autoridades chinas no corrigen su curso, «lo hará Estados Unidos». Una advertencia tras la que dejaba vislumbrar la disposición de EE.UU. a imponer nuevas sanciones económicas contra Pekín que podrían dirigirse, entre otros objetivos, a los bancos chinos implicados en el comercio con Rusia.

Otro de los desencuentros llegó a raíz de la guerra comercial entre ambos países que, sostuvo Wang Yi, «no solo no reduce los riesgos» de una confrontación entre ambos sino que los aumenta. Y es que, según decía el máximo diplomático chino a su homólogo estadounidense, EE.UU. habría «adoptado una retahíla interminable de medidas contra la economía, el comercio y la tecnología chinos».

El punto más positivo de la visita de Blinken al gigante asiático fue, probablemente, la propia visita. Una muestra de que las relaciones entre ambos países han mejorado desde que la presencia de un globo espía chino sobre el estado de Montana el año pasado amenazase con hacerlas descarrilar definitivamente.

Esta vez, aunque la bienvenida china a la visita de Blinken fue considerablemente más cálida que en la última ocasión, hace diez meses, los desencuentros entre ambos países parecieron dispuestos a seguir causando tensiones. Una situación compleja en la que, según avisaba el ministro Wang Yi después de cinco horas de reunión con Blinken, las desavenencias, lejos de reducirse, siguen «aumentando y creciendo».