Francisco Fortuño, «coach» de hombres: «El fútbol es el único lugar en el que los hombres pueden llorar sin ser juzgados»

Alejandra Ceballos

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«Yo había aprendido que tenía que ser fuerte y, por lo tanto, me costaba muchísimo llorar», señala Fortuño, que desde el 2016 acompaña a hombres para que puedan vivir su masculinidad desde un lugar más auténtico

21 may 2024 . Actualizado a las 09:16 h.

Francisco Fortuño García (Valencia) es coach de hombres. Ha viajado por Latinoamérica y Asia descubriéndose y aprendiendo. Estudió yoga y tantra, y desde el 2016 guía círculos de hombres. Como los define en sus propias palabras, son «propuestas para que podamos venir a repensar la manera en la que vivimos nuestra masculinidad y generar espacios en los que podamos ser más auténticos», resume. Ha trabajado con más de 20.000 personas del género masculino, tiene estudiantes en más de 30 países y en el 2021 publicó el libro Círculos de Hombres.

—¿Por qué crees que los hombres necesitan espacios para ser auténticos?

—Vivimos en un momento de transición en la sociedad; hay muchas cosas antiguas de la manera de relacionarnos entre hombres y mujeres que ya no sirven, hay muchos hombres que están confundidos: «Si antes mi rol era el de proteger y proveer, y ya no, ¿entonces qué hago?, ¿para qué sirvo?, ¿qué tengo que hacer?». Es un momento para reflexionar sobre eso, pero sigue existiendo ese rechazo a mirarse hacia adentro.

—¿Por qué es difícil que los hombres quieran reflexionar sobre sí mismos?

—Porque nos hemos creído la historia de que el hombre lo tiene que saber todo, lo tiene que hacer todo solo y no puede pedir ayuda. El «yo soy fuerte y puedo con todo» seguramente es una de las razones por las cuales los hombres se suicidan el triple que las mujeres, o acaban en la cárcel casi 10 veces más que ellas. Quizá la razón es que no nos atrevemos a pedir ayuda. Y cuando lo hacemos, puede que sea demasiado tarde.

—Sin embargo, hay hombres que dan el paso y vienen a tus talleres…

—Aun así, a veces les cuesta volver porque saben que se van a tener que enfrentar a la incomodidad de asumir que hay cosas que estamos haciendo mal, que hay cosas que mejorar y que hay que mirar hacia adentro, tomar acción y transformar cosas. Eso es incómodo por naturaleza, es más fácil estar en casa distraído, que sentarte en un taller en el que vas a estar reflexionando sobre cómo ha influido tu padre en ti, o sobre cómo gestionar tus emociones…

—¿Todo esto puede ser resultado del machismo?

—Obviamente, el machismo es un hecho que existe y es bastante difícil dudarlo. Yo siento que cuando se desvanecen los roles de lo femenino y masculino, en un intento de quitar actitudes machistas tóxicas, muchas veces también estamos quitando valores de la masculinidad, que sí son muy importantes y necesarios en la sociedad. Lo importante es encontrar un balance en el que dejemos de pensar que hombres y mujeres somos contrincantes y que podamos realmente acompañarnos y complementarnos. Aquí cada uno tiene que hacer un trabajo personal importante.

—Como hombre, ¿cuál es la creencia más difícil de quitarse de encima?

—Yo me di cuenta en algún momento de que sentía culpa por ser hombre, que en mi entorno se me había hablado muy mal de los hombres, y sentía que casi no tenía referentes positivos, que igual sí existen. Además, había otras creencias, por ejemplo, pensar que no podía mostrar mis emociones; yo había aprendido que tenía que ser fuerte y por lo tanto, me costaba muchísimo llorar, y todavía me cuesta mucho, aunque ya me lo permito.

«Nos hemos creído la historia de que los hombres lo tienen que saber todo»

—¿Y al resto de hombres?

—Yo creo que esa idea de no pedir ayuda y de tener que hacer las cosas solo. Hay una cosa en la que las mujeres nos aventajan mucho y es que, en general, ellas suelen tener buenos vínculos con pares a las que les pueden compartir lo que les está ocurriendo en la vida, y eso ayuda mucho. Por el contrario, las estadísticas hablan de que la mayoría de hombres tienen ninguno o muy pocos amigos con los que realmente pueden ser vulnerables y contar lo que les pasa. Eso de «apechugar con lo que ocurre y tirar para adelante», puede ser muy difícil. Hay muchas limitaciones con el tema emocional, relacional y de roles que hemos aprendido y limitan nuestra experiencia.

—¿Hay espacios donde los hombres se permitan expresar sus emociones?

—A mí me gusta mucho el fútbol y ahora veo lo necesario que es, porque para muchos hombres es el único espacio en el que se pueden abrazar a otros, o llorar sin ser juzgados, simplemente es normal. Lo que queremos son espacios conscientes en los que un hombre pueda expresar sus emociones.

—¿Por qué es importante poder ser vulnerable?

—La vulnerabilidad es parte del paquete. Tú no puedes ser un hombre fuerte y confiable, si estás reprimiendo tus emociones. Alguien que está desconectado de sus emociones o es un zombi que camina anestesiado a través de sustancias, o es una cafetera a punto de estallar y llevarse por delante al primero que pille. Eso es una persona que no sabe gestionar sus emociones y la toma con el primero que pasa. Para poder tener una fortaleza interior real hay que estar en contacto con las emociones, y para eso hay que ser capaz de compartirlas y gestionarlas. No me vale ni reprimirlas ni huir de ellas, pero tampoco dejarme llevar por las emociones todo el día. Gestionar las emociones de una manera consciente implica observarlas, entender cuál es el mensaje que me dan y seguir con mi vida tomando las decisiones necesarias para afrontar eso que siento.

—Estudios publicados en la «Revista Nacional de Medicina» (en Estados Unidos) hablan del aumento del uso recreativo del viagra en hombres menores de 30, ¿también hay presiones desde el ámbito sexual?

—Llevo desde el 2017 haciendo talleres presenciales y también llevamos a cabo una investigación con más de 600 hombres y lo que veo es que el abuso del porno está detrás de la mayoría de dificultades sexuales que tienen. Abusar de este tipo de contenido implica que cuando estás con una persona real no se activa el circuito de la dopamina, no puede excitarte y por ello necesitas tomarte viagra para poder tener una erección, porque estás acostumbrado a un nivel de estimulación tan grande, que en la vida real nada parece suficiente.

—¿También hay una presión social de lo que se espera?

—Totalmente y ahí también tiene mucho que ver el porno. La edad media en la que un niño ve porno son los 11 años. Supongamos que tenga sus primeras relaciones sexuales con 16 o 17, lleva más de cincos años aprendiendo de sexualidad a través de este contenido. ¿Qué pasa? Que seguramente va a pensar que su pene es pequeño, porque un pene normal está entre 12 y 14 centímetros y en el porno está entre 20 y 24. Además, son penes erectos, nunca flácidos, por lo tanto él va a pensar que necesita tener siempre una erección. Por otro lado, la manera en la que se vive la sexualidad en estos contenidos muchas veces es violenta, agresiva, solamente tiene en cuenta el placer masculino. No se piensa, por ejemplo, que la mujer necesita más tiempo para prepararse, sobre todo para la penetración.

—Son expectativas dañinas…

—Claro, hay un miedo al performance. Compararse con un actor porno es como compararse con un futbolista de Primera División. A mí me gusta mucho el fútbol, a mis 41 años, si me comparo con uno de estos futbolistas, seguramente voy a parecer ridículo, ¿no? Muchos hombres sufren de pensar que tienen que hacer el amor como en el porno, cuando eso es lo más alejado a la sexualidad consciente que existe.

—¿Tinder y otras plataformas digitales también pueden afectarles?

—Cuando un hombre puede tener en su teléfono a todas las personas del mundo haciendo todas las mayores locuras del mundo sin que él tenga que hacer ningún esfuerzo, es muy difícil que luego quiera tener una relación real, en la que tienes que desplazarte a un bar o a una cafetería para hablar con alguien; ser simpático, agradable y empático; compartir tus emociones… Es normal que luego te cueste relacionarte, porque cuando estás con una persona real no puedes pasar la pantallita y que te aparezca otra. Queremos resultados rápidos para las relaciones, el trabajo y el dinero, y la mayoría de cosas que conozco que valen la pena requieren, al menos, compromiso, dedicación y perseverancia.

—¿Estamos reduciendo la sexualidad?

—Totalmente. Para la mayoría de hombres, la sexualidad se resume en: «Tengo un estímulo externo, me excito, tengo una erección. Hago algún tipo de fricción, eyaculo y termina». Cuando un hombre aprende a derribar la creencia de que toda interacción sexual tiene que acabar con una eyaculación, aparecen un montón de posibilidades nuevas.