El asedio policial al hermano de Daniel Ortega abre la bomba de la sucesión en Nicaragua

Héctor Estepa CIUDAD DE MÉXICO / E. LA VOZ

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El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, junto a su mujer, la vicepresidenta Rosario Murillo, en una imagen de archivo.
El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, junto a su mujer, la vicepresidenta Rosario Murillo, en una imagen de archivo. Contacto / Xin Yuewei | EUROPAPRESS

«Es un canibalismo político y nadie se salva. Nadie, ni la misma familia», dice Arturo McFields, exrepresentante del Gobierno de Ortega ante la OEA

22 may 2024 . Actualizado a las 22:37 h.

La policía de Nicaragua puso bajo «atención médica permanente» a Humberto Ortega, uno de los nueve comandantes de la Revolución Sandinista de 1979 y hermano del actual presidente, Daniel Ortega, después de una entrevista en el portal argentino Infobae en la que puso en duda una posible sucesión dinástica en el país centroamericano.

Esa medida —después de que la policía entrase en casa del comandante y le quitase sus teléfonos y ordenadores— ha sido vista por la oposición como un arresto domiciliario. «Es un canibalismo político y nadie se salva. Nadie, ni la misma familia», expresó Arturo McFields, exrepresentante del Gobierno de Ortega ante la OEA, destituido tras tachar a sus gobernantes de dictadores.

Humberto Ortega fue uno de los comandantes más influyentes —más que su hermano, recuerdan siempre los disidentes sandinistas— y después fundó y modernizó el actual Ejército nicaragüense, siendo el jefe de las fuerzas armadas hasta 1995, incluso después del triunfo opositor en 1990. El militar retirado, de 77 años, dijo en su entrevista que el «poder de tipo dictatorial» de su hermano, de 78, es muy difícil que tenga continuidad. «Sin Daniel, veo muy difícil que haya dos o tres que se junten. Mucho menos uno en particular y más difícil en la familia», apuntó Humberto, abriendo la caja de los truenos en El Carmen, la residencia de la pareja presidencial.

Pugna de poder

La prensa opositora lleva meses informando, desde el exilio, de que existe una pugna de poder y que Rosario Murillo, esposa de Ortega, vicepresidenta y elevada a «copresidenta» de hecho por el mandatario, ha llevado a cabo purgas en la policía y el poder judicial para situar sus fichas. El perfil de uno de los hijos de la pareja, Laureano, está siendo también elevado por los medios oficialistas.

«Para una psicópata obsesiva que viene trabajando desde hace 17 años en constituirse en el relevo de Daniel Ortega, el planteamiento [de Humberto] es mortífero», señaló desde el exilio la comandante guerrillera Mónica Baltodano. Como respuesta, las autoridades nicaragüenses confiscaron su última propiedad en el país.

«Es una ofensa y un desafío personal, porque Murillo se ha prestado, desde hace años, como la otra gobernante de Nicaragua y como la sucesora de Ortega en el poder. Se colocó en la vicepresidencia y es quien saca la cara todos los días, porque Ortega aparece cada 50 o 60 días y cada vez en un deterioro más evidente», apuntó, por su parte, también desde el exilio, la excomandante guerrillera Dora María Téllez.

«Pensar que van a quedar en manos de Murillo no es satisfactorio para nadie, ni siquiera para el Ejército», añadió. Humberto Ortega mantuvo históricamente influencia entre los militares, muy menguada en los últimos años.

Horas después, Judy Butler, traductora de Humberto Ortega, fue deportada a Estados Unidos. La mujer, de 84 años, vivía en Nicaragua desde la década de los ochenta como una «amiga de la revolución sandinista».