Era solo cuestión de tiempo que lo que parecía, más o menos, un frente unificado para hacer respetar los resultados electorales en Venezuela, empezase a confundirse con matices. Ya está sucediendo. Brasil y Colombia, que hasta ahora exigían la publicación de las actas electorales, han cambiado bruscamente de línea y ahora sugieren una repetición de las votaciones. Es decir, le ofrecen una salida fácil a Maduro. Lo cierto es que ni siquiera la entrega de las actas es indispensable a estas alturas, porque ya han sido publicadas por la oposición y en ellas el candidato chavista pierde abrumadoramente. Y, sí, estas son las actas genuinas. La tecnología de voto en Venezuela es, en este aspecto, perfectamente infalsificable: la combinación de códigos, claves y QR que figuran en cada acta es como un puzle que solo puede encajar si son las actas verdaderas. Las que ha publicado la oposición lo son. No están completas, pero la tendencia que reflejan permite hacer una estimación de los resultados totales. En todo caso, la ventaja de la oposición es tan abrumadora que una victoria del madurismo es matemáticamente imposible. Es por eso por lo que Maduro no va a presentar nunca las actas. El rumor de que estaría esperando a una falsificación masiva preparada en China es un simple bulo (tanto por esas razones técnicas como porque cabe sospechar que en China tienen poca experiencia con actas electorales, incluso para falsificarlas).
Es por eso por lo que ahora el presidente colombiano, Gustavo Petro, que tiene una relación ambigua con el régimen venezolano, pero no tanto como para desear que caiga, ha puesto sobre la mesa la idea de una repetición electoral. Y lo más preocupante es que Brasil, otro país clave en la arquitectura diplomática del subcontinente, se ha sumado a la idea. Lula, que en julio tenía que andarse con cuidado en este asunto para no fracturar la coalición con la que gobierna en Brasil, puede ahora, en la tregua de agosto, permitirse echarle un cable a Maduro. Para acabar de arreglarlo, Joe Biden dio brevemente su apoyo a la repetición electoral ante el estupor de los periodistas, hasta que un miembro de su equipo aclaró que el presidente norteamericano no había entendido la pregunta.
Por supuesto, la repetición electoral no tiene ningún sentido. Solo se justifica en casos en los que se han producido irregularidades gravísimas en el proceso de votación y cuando todos los participantes están de acuerdo. En Venezuela la jornada electoral transcurrió con completa normalidad, algo de lo que el propio régimen presumió abundantemente. La única irregularidad está en que el Consejo Nacional Electoral ha cambiado el resultado real por otro y no publicó las actas en las 48 horas que prescribe la ley. Esa parte concreta sería en todo caso la que habría que repetir.
Posiblemente, ni siquiera Maduro quiere volver a las urnas. Pero solo el que se ponga a flote la idea ya le favorece mucho. Desplaza el foco de atención, crea la sensación falsa de un contencioso simétrico e incluso, si Maduro y sus aliados manejan el asunto con la habilidad que suele acompañar al cinismo, puede hasta presentar a la oposición como «reticente a la democracia». Pero lo peor es que hace sospechar de un doble juego por parte de Lula da Silva y Gustavo Petro. Si a ello se le suma el vacío de poder en Estados Unidos, con un presidente en tiempo de descuento, y la dependencia de la UE de una España cuyas prioridades no están claras, la única esperanza de la oposición venezolana es mantener viva la protesta en las calles, como intentará hoy. Desgraciadamente, el coste será alto.
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