Sánchez ignora al Legislativo y reduce sus apariciones en el Congreso
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Solo se someterá a la sesión de control una vez en septiembre y otra en octubre
25 sep 2024 . Actualizado a las 13:03 h.Hace apenas una semana, Pedro Sánchez sorprendió al PSOE, a sus aliados y a la oposición con un mensaje impropio de la cultura democrática básica. «Gobernaremos con o sin el apoyo del poder legislativo», dijo ante un comité legislativo que le aplaudió incluso las cesiones a los independentistas catalanes en materia de financiación que la mayoría de las bases del partido —y destacados líderes, no solo Emiliano García Page o Adrián Barbón— rechazan. Casi tres días tardó en matizar sus palabras el líder del PSOE, tras arreciar las críticas de partidos afines, como el PNV, por medio de Andoni Ortuzar y Aitor Esteban, o Sumar, que forma parte del Gobierno. Sánchez argumentaba que no iba a perder la oportunidad de explotar al máximo el poder del BOE y la visibilidad del Consejo de Ministros.
Lo que no quería verbalizar Sánchez era la incomodidad que le supone al Ejecutivo encontrarse en situación de minoría no solo en el Senado, sino también en el Congreso, y sufrir derrota tras derrota ante una oposición que alterna los apoyos de PNV y Junts para frenar las iniciativas de los socialistas. Esta semana, le tocó conocer la derrota en temas sensibles, el reconocimiento a Edmundo González Urrutia como ganador de las elecciones de Venezuela mientras Sánchez, asesorado por José Manuel Albares y José Luis Rodríguez Zapatero, evita distanciarse de la dictadura —así la definió la ministra Margarita Robles—, chavista de Nicolás Maduro. Y evitó un severo varapalo a su política de concesiones a los independentistas catalanes por la incomprensible estrategia de Santiago Abascal, que decidió abstenerse y frenar la creación de una comisión sobre la financiación autonómica para frustrar a Alberto Núñez Feijoo.
Medidas cautelares
Poco que presentar. En ese escenario, la apuesta del nuevo jefe de gabinete de la Moncloa, Diego Rubio, un fichaje de los tiempos de Iván Redondo, por cierto, de vender alegría e ilusión, a imagen y semejanza de la campaña de Kamala Harris, ha encontrado escaso eco. No hay medidas legislativas de las que presumir mientras Puigdemont mantenga sus planes de castigar al Gobierno por su lentitud en la aplicación de la amnistía —que ya solo depende de los jueces— y por la presencia de Salvador Illa al frente de la Generalitat. Sánchez tiene casi imposible cumplir con el mandato constitucional de presentar los Presupuestos en tiempo y forma, es decir, para entrar en vigor el 1 de enero. Para cumplir los plazos, sería preciso entregar el documento al Congreso antes de acabar septiembre. Y, por ahora, María Jesús Montero y Patxi López siguen intentando que los socios de investidura apoyen el techo de gasto y la senda de déficit. Pero Puigdemont le ha cogido gusto al no es no. Y parece que esta vez ni siquiera el discreto Santos Cerdán será capaz de ganarse un sí en el enésimo viaje a las negociaciones secretas en Suiza.
Además del quebradero de cabeza de los Presupuestos, al líder socialista también le complica su discurso el manto de la corrupción. Begoña Gómez ha sabido esta semana que su cátedra en la Complutense no seguirá. Y el caso Koldo avanza lentamente con malas noticias para José Luis Ábalos y algunos altos cargos de Óscar Puente.
Así, Sánchez, que durante la precampaña del 23J buscó de forma reiterada los debates en el Senado con Feijoo, ha cambiado de estrategia y, para evitar los reproches por su debilidad parlamentaria, limitará al máximo sus apariciones en el Congreso, en las sesiones de control, alegando una intensa agenda internacional. De momento, en septiembre solo acudirá a la Carrera de San Jerónimo un día, este miércoles, y otro en octubre, a mediados. «Como diría el gran Arsenio Iglesias, tiene mucho que decir y nada que contar», resume un dirigente del PP.
Y todo, en pleno proceso de redefinición del PSOE a las puertas de un congreso federal a finales de noviembre en Sevilla clave para el futuro del partido y algunos de sus liderazgos más conocidos. En Ferraz nadie quiere oír hablar de elecciones. Por ahora.