Diez años después de Aylan Kurdi: más de 30.000 muertos en el Mediterráneo

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Un década después Europa ha optado por el cerrojazo a los inmigrantes, con control de fronteras y políticas de externalización, mientras proliferan los discursos xenófobos

02 sep 2025 . Actualizado a las 19:24 h.

El cuerpo del pequeño Aylan Kurdi en la orilla de una playa turca se convirtió en el símbolo del drama migratorio. Era el año 2015 y miles de refugiados, la mayoría sirios, se habían echado al mar huyendo de la guerra, la persecución y el hambre. Una década después, más de 30.000 personas han muerto o desaparecido en el Mediterráneo, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

El padre del niño de 3 años, Abdulá Kurdi, fue el único de la familia que sobrevivió a la tragedia. Eran los días más duros de la crisis migratoria de la ruta de los Balcanes. La imagen sacudió al mundo, impulsando una movilización ciudadana a favor de la acogida de los refugiados sirios y elevando la presión sobre los líderes políticos. La entonces canciller de Alemania, Angela Merkel, fue de las pocos en recoger el guante al abrir las fronteras a los solicitantes de asilo que se echaron a andar tras cruzar el mar que separa Turquía de Grecia. Los Veintisiete se comprometieron entonces a ser el hogar de al menos el 10 % de las 1.300.000 personas refugiadas en situación de vulnerabilidad. España prometió recibir 17.337, pero en los dos años siguientes solo llegó a acoger a unos 2.000, según Amnistía Internacional.

Diez años después, Europa ha incumplido todas sus promesas. Cuando había pasado solo seis meses de la muerte de Aylan, la UE cerró un acuerdo con Turquía: 6.000 millones de euros a cambio de frenar las llegadas. Un pacto que dejó en absoluto abandono a miles de personas y provocó devoluciones masivas a Siria.

En los últimos años, los países comunitarios han optado por el cerrojazo total, ya sea mediante muros, devoluciones en caliente, férreo control de fronteras y políticas de externalización —como el caso de Italia al enviar a centros de detención de Albania a los rescatados en alta mar— o la suspensión del derecho de asilo —Grecia aprobara en breve la suspensión del sistema de asilo durante tres meses para todas aquellos que lleguen por mar desde África—. A esto se une la proliferación de los discursos xenófobos y de odio hacia el migrante, impulsados por la ultraderecha, así como la persecución de las misiones humanitarias de salvamento, ya sea dificultando el desembarco de los rescatados o con llamamientos como el de Santiago Abascal a hundir el buque de rescate Open Arms.