Estudiantes gallegos en Polonia: «Todo tranquilo, no tenemos miedo»

Carlos Peralta
C. Peralta REDACCIÓN / LA VOZ

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En la imagen de la izquierda, el estudiante gallego de Medicina Nicolás Fernández en Varsovia junto a su pareja, Emilia Dagmara Czaplicka. En la imagen de la derecha, otro alumno de Galicia, Mateo Moriarty, posa con la bandera del Celta de Vigo en Zakopane, en la frontera polaca con Eslovaquia.
En la imagen de la izquierda, el estudiante gallego de Medicina Nicolás Fernández en Varsovia junto a su pareja, Emilia Dagmara Czaplicka. En la imagen de la derecha, otro alumno de Galicia, Mateo Moriarty, posa con la bandera del Celta de Vigo en Zakopane, en la frontera polaca con Eslovaquia.

Nicolás Fernández y Mateo Moriarty son vigueses y viven en el Estado eslavo. Ambos aseguran que se comentó la incursión de drones en el espacio aéreo del país, pero apenas aumentó la preocupación de los ciudadanos

12 sep 2025 . Actualizado a las 12:40 h.

Nicolás Fernández Soto y Mateo Moriarty no se conocen, pero tienen algunas cosas en común. Los dos son jóvenes, vigueses, y optaron por crecer profesionalmente a cientos de kilómetros: en Polonia. Ninguno de los dos está inquieto por la incursión de drones rusos en el espacio aéreo polaco. Los aparatos no tripulados partían de Bielorrusia.

Apenas son 50 los kilómetros de la carretera DK65 que separan los límites bielorrusos de Bia?ystok. Desde hace seis años, es el hogar de Fernández donde estudia Medicina. Se quedó cerca de la nota de acceso en España, pero nada iba a impedir que ese niño que soñaba con ser médico, que se disfrazaba con la mítica bata en su infancia, cumpliera su sueño.

Volverá pronto a Vigo para prepararse el Mir. Será el del 2027, ya que un tramite burocrático le privó de intentarlo el próximo año. «No ha habido mucha alarma. Se ha hablado de ello porque tiene relevancia. Es inesperado que tantos drones surquen el cielo polaco sin motivo aparente, pero no se ha elevado mucho el nivel de preocupación», asegura.

Moriarty vive mucho más al norte, en Varsovia. «Me dijeron que no me preocupara, en la oficina no le dieron importancia. Está todo tranquilo, no tenemos miedo», destaca este joven, que hizo su año Erasmus en la capital —«era mi primera opción», recuerda— y, 12 meses después, trabaja para una conocida marca de dentífricos mientras acaba la carrera de ADE.

Un compañero le habló de las posibilidades laborales de Polonia, así que probó suerte. «Encontré una buena oportunidad», asegura. Aún no se maneja mucho con el polaco, pero su dominio de tres idiomas (español, portugués e inglés) le ha valido para ganarse un puesto en tareas relacionadas con la logística. «Me dedico a revisar pedidos y solucionar problemas con falta de stock. Trabajo con la Península Ibérica», remarcó.