La cara oculta de la IA: de poder acabar con internet a amenazar el futuro de las lenguas
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Voces alertan de las consecuencias de una tecnología que tiende a precarizar y estandarizar la creación del contenido
20 oct 2025 . Actualizado a las 18:05 h.Una imagen de una lápida y un epitafio «The World Wide Web, 1989-2025» avivaron una pregunta: ¿Ha muerto el internet que conocimos en los últimos 30 años? Esa imagen ilustraba un polémico artículo publicado en verano por The Economist, en el que se afirmaba que la inteligencia artificial (IA) generativa amenazaba con acabar con el actual ecosistema del mundo digital. Así lo creen cada día más voces, que comienzan a señalar las zonas oscuras que esconde una tecnología que se conoce popularmente gracias a ChatGPT, la aplicación predominante. Según Open IA, ya la utilizan más de 800 millones de personas, cifra que no deja de crecer ni un solo día. ¿Cuáles son entonces los potenciales riesgos? Los expertos citan especialmente tres: el primero, que si los creadores de contenido no reciben nada por su trabajo dejarán de hacerlo. El segundo, que el uso indiscriminado de la IA por parte de las nuevas generaciones puede mermar su potencial, ya que podrían frenar sus capacidades lingüísticas, que la tecnología desarrollaría por ellos. Esta misma semana, otro artículo de The Economist señalaba la tercera cuestión: internet se está llenando de textos idénticos, e imágenes y música calcada, todo creado a través de IA. El pasado año Spotify borró miles de canciones alegando que la IA había llenado su plataforma de «basura».
Ciertos gurús comienzan a presagiar un futuro donde internet se colapsará por un contenido de peor calidad. Para quienes utilizan asiduamente redes sociales o plataformas como Youtube, esa percepción puede ser ya una realidad: las publicaciones de perfiles creados con IA son cada vez más comunes. «A IA xerativa, en particular os modelos de linguaxe, están a producir cada día millóns de páxinas novas, de orixe sintética, aínda que empreguen unha tecnoloxía humana, a linguaxe, para proxectar nelas as súas respostas», apunta el director del Centro Singular de Investigación en Tecnologías Inteligentes de la Universidad de Santiago de Compostela (Citius), Senén Barro, uno de los mayores expertos de Galicia en esta materia. Es él quien asegura que hay quien considera que el contenido creado por IA ya supera en la red al realizado por seres humanos. «Isto pode ter efectivos negativos, como unha menor diversidade nos textos, que pode acabar influíndo ao condicionar a nosa maneira de nos expresar». Destaca también otra cuestión que ha generado un intenso debate. Si la IA generativa utiliza el contenido publicado en internet para entrenarse, si ese ecosistema muere tampoco tendrá capacidad de mejorar. «Pode supoñer unha alteración dos modelos de linguaxe que sexan adestrados ou readestrados fundamentalmente con estes contidos. Estaríamos a falar dunha especia de maquinafaxia, onde a máquina aliméntase de si mesma».
Un ejemplo claro fue la aplicación que convertía fotos personales en bocetos que emulaban al Studio Ghibli, famoso por películas como El viaje de Chihiro, El castillo ambulante o La princesa Mononoke. Hubo quien aseguró que en un futuro no serán necesarios dibujantes para animar sus películas, aunque esas voces se olvidan de que el valor del estudio japonés creado por Hayao Miyazaki no se fundamenta solo en su estilo pictórico, sino en el mensaje que esconden sus trabajos. Expertos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) también han analizado cómo la IA está reescribiendo las reglas de internet. «Somos testigos de un cambio profundo: del buscador al asistente. Antes buscábamos; ahora, cada vez más, preguntamos», afirma Antonio Pita, profesor de Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación, que asegura que «vamos hacia un internet en el que gran parte del contenido será creado por máquinas». El maestro cree que, al contrario de lo que pueda parecer, la calidad será cada vez más importante en la red. «Aquello que tenga una mirada distinta, una historia bien contada o una opinión fundamentada; lo que emocione, sorprenda o simplemente haga pensar, ahí es donde los humanos, apoyados por la IA, volveremos a marcar la diferencia», apunta el experto. Lo difícil será casar calidad y financiación. Por poner un ejemplo, la última película del Studio Ghibli, El chico y la garza, galardonada con el premio Óscar, contó con un presupuesto de unos 50 millones de dólares. ¿Si la IA continúa fagocitando ese trabajo será posible o rentable seguir creando films?
En un artículo publicado recientemente en la Revista de Occidente, Senén Barro analizaba esta cuestión. Apuntaba que resulta fundamental conocer la nueva tecnología, que obviamente cuenta con multitud de potencialidades, aunque hay que intentar evitar un mal uso de ella. ¿Qué podría salir mal? «No pocas cosas. Desde la vulneración de derechos de autor en los corpus de entrenamiento, hasta respuestas sesgadas o ‘alucinaciones' que pueden desinformar o condicionar nuestras decisiones. Además, podemos hacer un uso inadecuado de los mismos, presentando como propios los textos que la máquina genera o, mucho peor, usar tan intensa como irreflexivamente estos modelos de IA, hasta el punto incluso de poder llegar a empobrecer el idioma y mermar nuestras capacidades cognitivas», explicaba Barro en el artículo. El director del Citius centraba la mirada en esa amenaza que pende sobre las lenguas, ya que las IA generativas tienden a eliminar localismos, variantes dialectales y riqueza léxica: «Selecciona no por belleza o utilidad, sino por frecuencia. Y este criterio puede terminar generando un español funcional, pero culturalmente empobrecido». En definitiva, que «puede ayudarnos a redactar más rápido e incluso mejor, pero también puede terminar suplantando nuestras palabras y, con ellas, parte de nuestra identidad». «Pero hay algo todavía más importante. Que los modelos lingüísticos hablen por nosotros puede condicionar no solo cómo nos expresamos, sino también como pensamos», apuntaba.
Esa es otra cuestión que ponen encima de la mesa quienes estudian una tecnología disruptiva que consideran que, a la larga, puede mermar la capacidad de la sociedad para escribir con claridad, argumentar o leer. «La lengua se aprende usándola. Si delegamos su uso en las tecnologías inteligentes, corremos el riesgo de atrofiar las habilidades que nos hacen hablantes plenos», apuntaba Barro, valoración que choca de pleno con ese mesianismo orquestado desde las grandes empresas de Estados Unidos que, como hicieron en su día con las redes sociales, venden sus bondades y esconden sus conflictos. Hace un par de semanas, el youtuber BaityLive realizó un streaming en el que hablaba sobre ese polémico artículo de The Economist. Invitaba a sus espectadores a reflexionar sobre cómo ven el futuro de internet. Con más de 600.000 visualizaciones solo en Youtube, y más de 2.400 comentarios en la misma plataformas, muchos de los usuarios incidían en la precarización y estandarización del contenido que se encuentran. Creen que la originalidad y lo diferente se muere. «Antes internet era un escape de la realidad. Ahora la realidad es un escape de internet», sentenciaba uno de ellos. La IA ha impactado de pleno en nuestras vidas. Conocer las amenazas que oculta se antoja fundamental para no acabar siendo devorados por ella.