El CDC de Estados Unidos, que investigó el caso, recomienda ahora que los donantes con mordeduras de animales sean evaluados antes de que sus órganos sean utilizados para trasplantes
08 dic 2025 . Actualizado a las 18:18 h.Misterio resuelto. Un hombre falleció de rabia a principios de año en un hospital de Ohio (Estados Unidos) después de haber recibido un trasplante de riñón, pero lo extraño del caso es que nunca había estado en contacto con el virus que transmite la enfermedad. Al menos nada constaba en sus antecedentes médicos. ¿Qué había ocurrido? La respuesta al enigma la acaba de ofrecer un exhaustivo estudio realizado por los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC): el riñón donado sí estaba infectado por el virus de la rabia. Y así fue como se transmitió el patógeno al receptor del órgano.
El hecho es raro, pero no excepcional. El caso que se acaba de dar a conocer es el cuarto episodio ocurrido en Estados Unidos desde 1978 de rabia transmitida después del trasplante de un órgano.
La investigación trazó el origen de la infección hasta el donante fallecido, residente en Idaho. Seis semanas antes de su muerte, el donante había sido arañado por un zorrillo, un animal potencialmente portador del virus. A pesar de que el donante presentó posteriormente síntomas de encefalopatía aguda antes de ser declarado con muerte cerebral, la exposición al animal fue minimizada, y el deceso se atribuyó inicialmente a otras causas, permitiendo que su riñón izquierdo fuera trasplantado.
Sin embargo, el receptor desarrolló síntomas compatibles con rabia, como hidrofobia, confusión y fiebre, aproximadamente cinco semanas después del procedimiento. Las pruebas de los CDC fueron concluyentes: se detectó ARN del virus de la rabia tanto en el riñón del donante como en el tejido cerebral del receptor. La caracterización viral sugirió una inusual cadena de transmisión de tres pasos: murciélago, zorrillo, donante y receptor.
El hombre fallecido en el hospital de Ohio no se pudo salvar, pero la respuesta que se ofreció al caso sí resultó crucial para otros pacientes. El mismo donante también había proporcionado tejido de córnea, que ya había sido injertado en tres personas en California, Idaho y Nuevo México. Los tres receptores de córnea fueron contactados de inmediato, se les administró la profilaxis posexposición (PEP) y se les realizó la extracción preventiva del injerto. Ninguno de ellos desarrolló síntomas de rabia, demostrando la eficacia de la intervención de urgencia.
Este éxito subraya un patrón histórico: en los cuatro eventos de rabia transmitida por trasplante en Estados Unidos (13 receptores en total), los siete que no recibieron PEP murieron, mientras que los seis que sí la recibieron sobrevivieron.
Intenso rastreo
El incidente obligó a realizar una extensa investigación para identificar a 370 personas con posible exposición al donante o al receptor. Como resultado de las evaluaciones de riesgo, a 46 de ellas (un 13 %) se les recomendó recibir la profilaxis. Pero este caso también evidencia un vacío en los protocolos de donación, ya que la rabia no forma parte de las pruebas de detección rutinarias. Por ello, los CDC han emitido nuevas recomendaciones: los equipos de trasplante deben consultar con urgencia a las autoridades de salud pública si un posible donante sufrió mordeduras o arañazos de animales susceptibles a la rabia durante el año anterior, especialmente si presenta encefalopatía aguda.
Además, se insiste en que, si se sospecha que un órgano trasplantado está infectado, la evaluación de riesgos y la administración inmediata de la profilaxis es vital para salvar la vida de los receptores.